Gespiegelte Fassung der elektronischen Zeitschrift auf dem Publikationsserver der Universität Potsdam, Stand: 27. Mai 2015 |
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Ascensión al Teide de Alexander von Humboldt |
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Resumen
En este breve ensayo propongo que en la ascensión al Teide Alexander
von Humboldt pudo adquirir una perspectiva integral, que le sirvió
como marco de comunicación científica para aunar la multitud de
datos que se había dispuesto a recoger en su breve estancia en la
isla. Más aun, de ahí en adelante este marco además le serviría para
darle sentido de conjunto a las incontables y diversas informaciones
que recogería en los restantes cinco años de viaje. Para poner en
evidencia el enfoque de la visita a Tenerife de Humboldt, analizo su
relato de la ascensión al Teide suponiendo que está estructurado
según los relatos de viajes épicos y peregrinaciones.
Zusammenfassung
In dieser kurzen Abhandlung wird dargelegt, dass Alexander von
Humboldt durch die Besteigung des Teide eine integrierende
Perspektive erwerben konnte, die ihm als Rahmen wissenschaftlicher
Kommunikation dienen würde um die Vielzahl der Daten, welche er sich
vorgenommen hatte auf der Insel zu sammeln, zu vereinen. Darüber
hinaus wird ihm dieser Rahmen von hier an auch dazu dienen, um den
unzähligen und verschiedenartigen Informationen, die er in den
verbleibenden fünf Reisejahren sammeln würde, einen einheitlichen
Sinn zu geben. Um die Blickrichtung von Humboldts Besuch auf
Teneriffa darzulegen, untersuche ich seinen Bericht über die
Besteigung des Teide unter der Annahme, dass er den Aufbau epischer
Reisen und Pilgerfahrten hat.
Abstract
In this brief essay I propose that, with the ascent of the Teide,
Alexander von Humboldt was able to acquire an integrating
perspective that served him as a framework for scientific
communication to unify the multitude of data that he had set out to
collect during his brief stay on the island. Moreover, thereafter
this framework would also serve him to give a unified sense to the
countless and diverse kinds of information that he could collect
during the remaining five years of travel. To bring out the focus of
Humboldt’s visit to Tenerife, I analyse his account of the ascent of
the Teide by assuming that it is structured in the manner of the
stories of epic journeys and pilgrimages.
Humboldt sentía una gran fascinación por los
volcanes, y en el transcurso de su vida activa subió, o intentó
subir, varios (el Vesubio, el Teide, el Chimborazo, el Antisana, el
Pinchina), y echó de menos no haber podido subir otros, por ejemplo,
los de Centroamérica (véase Brignoli, 2011,
passim). Hay estudiosos que relacionan este interés
suyo con el hecho de que la imagen del volcanismo fuera de gran
importancia entre sus contemporáneos del movimiento Romántico
(Winter, 2004).
Aunque en realidad Alexander von Humboldt
estaba encaminado hacia las Américas hispanas, aventura que es el
tópico de su relato
Viaje
a las regiones equinocciales, apenas abandona
el ámbito europeo, interrumpe su viaje en Tenerife. Desembarcado, y
una vez establecidas las necesarias relaciones protocolarias y
diplomáticas con las respectivas autoridades españolas y el
Consulado de Francia, directamente se dirige hacia el volcán del
Teide. Esta interrupción de su viaje constituye un hecho sobre el
que vale la pena reflexionar, pues ni siquiera ha entrado en la
región donde se da la casi igualdad de noches y días todo el año (la
región equi-noccial o tropical). Además, el singular enfoque en la
ascensión de una montaña de casi 4 km de altura sobre el nivel del
mar, que para muchos de sus colegas eruditos europeos sin duda
habría sido demasiado penoso intentar, llama la atención.
Como tal, el relato
Viaje a las regiones equinocciales
supone un reto considerable para sus lectores, por razón de la
multiplicidad de perspectivas que ofrece en esta obra, ya que, entre
otras cosas, abarca la geología, la botánica, la zoología, la
astronomía, y también las relaciones humanas y políticas, todo ello
envuelto en un marco estético y filosófico que pocas veces enuncia
explícitamente. Aunque el
Viaje en gran parte
consiste en observaciones y reflexiones teóricas sobre cuestiones
científicas que Humboldt buscaba resolver, fundamentalmente es
el relato de
un viaje. Como
tal se nos presenta la cuestión de cómo está estructurada su
narrativa. Aquí propongo que esta narrativa se asemeja a los relatos
épicos y las peregrinaciones. Por esta razón, para el análisis del
texto de su breve estancia en Tenerife, adopto como método la
suposición de que su descripción está configurada por las fases
típicas de tales relatos. Como veremos más adelante, este análisis
nos facilitará comprender la importancia que la visita
pre-equinoccial a Tenerife tuvo para el resto de su relato del
Viaje. Método
Clásicamente conocemos las fases de los relatos
épicos por la estructura de los viajes mitológicos, como la Odisea y
el viaje de Jasón, y de peregrinajes a lugares plenos de
significado, como las peregrinaciones de católicos a Asís, donde
actuó San Francisco (Italia), de budistas a Bodh Gaya, sitio de
iluminación del Buddha, de comerciantes a China, como el viaje
realizado por Marco Polo, o de personas interesadas en el arte a las
ciudades renacentistas de Italia (Florencia, Venecia, Roma). Aun si
los estudiosos difieren en los detalles, los viajes mitológicos y
las peregrinaciones tienen ciertas fases estándar, descritas por
estudiosos como Arnold van Gennep (1960) y Victor Turner (1979).[1]
Estas fases, a saber, pueden resumirse así:
1. la llamada a la aventura
A continuación analizo el relato de Humboldt
según la estructuración que ofrecen estas fases. Aunque hay muchos
relatos de peregrinaciones con los que se podría comparar la subida
al Teide de Humboldt, aquí propongo intercalar algunas citas
provenientes del famoso relato de viaje
Oku no hosomichi (Sendas a lo profundo
1702) de Matsuo Bashō. Éste, al igual que Humboldt, se lanza a un
viaje a lo desconocido. En el transcurso de sus andanzas Bashō
acumula descripciones perspicaces de los espacios naturales y
culturales que, paulatinamente, crean una imagen de conjunto que le
facilita al lector una nueva comprensión de lo que es el Japón
profundo. Similarmente, el cúmulo de descripciones sobre los
espacios naturales y culturales que transita el autor en su subida
al Teide poco a poco crean un tejido de imágenes que le abren al
lector una perspectiva a la visión integradora de Humboldt. El relato y su estructura
1. Llamada a la aventura
Para encontrar el punto en que Humboldt sintió
la motivación que le llevaría algún día a subir al Teide tendríamos
que remontarnos hasta su temprana juventud, ya que en su relato nos
cuenta que, aunque no pensara específicamente en el Teide, siempre
tuvo ansias de viajar y de hacer avanzar la ciencia, y que su
recorrido en los estudios tuvo como motivación la realización de
tales viajes (3).[2]
Entrando en el espíritu lírico que traslucía de vez en cuando en su
narración, nos permitimos comparar su deseo de caminar por el mundo
con un texto de Bashō.
¿Desde qué año fue? Los vientos
de las nubes dispersas me convocaron con un sinfín de anhelos de
caminar.[3]
La idea de ir a Tenerife y subir el Teide, sin
embargo, sólo se hace concreta para Humboldt una vez se le sugiere
en Madrid que podría obtener los visados necesarios para visitar el
“interior de la América Hispana” (13-14). A medida que la corbeta
Pizarro en la que viaja se acerca a la isla, los comentarios de
Humboldt respecto a la dificultad de ver el pico Teide hacen patente
que está escuchando la llamada de la subida a esta montaña.
Al llegar a Santa Cruz, Humboldt deja
constancia de la dificultad de encontrar un guía para subir. A pesar
de que hubiera hecho ascensiones a otras montañas, su relato pone en
evidencia que la expectativa de la ascensión al Teide representa un
paso a otra dimensión en su carrera de aventurero científico.
2. Ayuda milagrosa para embarcarse en el camino
Sin duda, después de varios intentos frustrados
de salir adelante con sus deseos de hacer un viaje científico,
Humboldt encontró providencial que el Barón de Forell, un ministro
de Sajonia que se hallaba en Madrid en ese momento, le hubiera
sugerido que contactara con el ministro del gobierno español Don
Mariano Luis de Urquijo para obtener las credenciales necesarias
para visitar las Américas hispanas. Según nos cuenta Humboldt,
gracias al apoyo de este último, él mismo llegó a hablar con el Rey
y obtener los visados apropiados (13-14).
Siguió teniendo buena fortuna en el trayecto a
Tenerife, pues su barco pudo evitar a los ingleses, que estaban
listos para impedir la circulación de navíos que salieran para las
Américas desde la Península. También en su llegada a Santa Cruz de
Tenerife le acompañó la suerte, pues gracias a la niebla del
momento, su navío pasó desapercibido a pesar del bloqueo inglés.
Finalmente se puede describir como ayuda
esperanzadora que, a pesar de la falta de guías en Santa Cruz, en su
paso por La Laguna y el Valle de La Orotava pudiera entusiasmar a
varias personas expertas para acompañarle en la hazaña, en
particular al Sr. Aiton, jardinero del Jardín de Aclimatación,
entrenado en los Kew Gardens de Londres (139), y a los Sres. Le Gros
y Lalande, quienes respectivamente desempeñaban las funciones de
vicecónsul y secretario del Consulado Francés en Santa Cruz.
3. Dejar lo conocido, pasar por el umbral y 4. entrada al interior
de lo desconocido
En realidad el viaje épico y el peregrinaje
comienzan una vez que uno se lanza desde lo conocido a lo
desconocido y se pasa por un punto divisorio entre las dos regiones.
Humboldt nos menciona varios puntos geográficos en los que él pasó a
lo desconocido, aunque, como él mismo nos cuenta, el camino que
tomara (el Camino de Chasna) fuera el mismo que muchos otros ya
hubieran tomado.[4]
Partiendo de la casa de los Cologan (actual
Hotel Marquesa) en el Puerto de la Orotava (actual Puerto de la
Cruz), Humboldt menciona la Villa de la Orotava, que claramente es
parte del mundo bien conocido, pues participa de las divisiones
sociales tan típicas de su tiempo entre los propietarios de tierras
y los que son meros siervos de los mismos. Después llega al Pino del
Dornajito, donde hay una fuente que probablemente constituye el
último lugar para una toma de agua. A continuación se adentra en
zonas con vegetación monteverde desconocida para él hasta entonces:
la laurisilva con su característico fayal-brezal, reducto del bosque
del la Era Terciaria, seguido por zonas de helechos, de cedros
juníperos y de pinos canarios. ![]() Figura 2: Lámina LIV “Vue de l’intérieur du Cratère du Pic de Ténériffe”, Humboldt, Alexander von (1810): Vues des Cordillères, et monumens des peuples indigènes de l’Amérique. Paris: Schoell.
Quizás para Humboldt esos espacios no
constituirían tanto un umbral entre lo conocido y lo desconocido
como la entrada a Las Cañadas por El Portillo, descrito por él como
el lugar entre dos colinas donde se adentra en Las Cañadas por el
Llano de las Retamas, ya que en este momento deja los bosques y se
le abre la vista a una planicie con arbustos, conos volcánicos y
coladas de lava cubiertas por vegetación entre las que predominan
las retamas. Y si esta parte de la travesía no fuera el umbral a lo
desconocido para Humboldt, en definitiva lo sería el malpaís (zona
muy árida, con rocas poco erosionadas de origen volcánico) que sigue
a la noche que pasó en la llamada Estancia de los Ingleses.[5]
De ahí en adelante se encontrará con la Cueva de Hielo, cuya
existencia a esta altura en zona subtropical le fascina, con coladas
de lava totalmente privadas de vegetación, con el aire menguado de
la alturas, y con la sensación de, literalmente, haber dejado el
mundo donde los humanos hacen la vida.
5. Tribulaciones del camino y 6. llegada al destino / adquisición de
una visión nueva
Si hasta la Estancia de los Ingleses Humboldt
no se queja, todo cambia desde este punto en adelante. Las coladas
de lava son difíciles de traspasar, los guías continuamente expresan
su descontento con la propuesta de subir hasta la cumbre del Pico, y
el frío ciertamente les causa incomodidad a todos. Humboldt relata
que el viento en la cumbre muestra tal violencia que casi no pueden
mantenerse de pie y las temperaturas caen cerca de los cero grados
centígrados.
No hay nieve cuando ellos llegan, pero Humboldt
recuerda al lector el peligro que significaría para el caminante si
la hubiera con el relato sobre el Capitán Baudin, quien se atrevió a
subir en invierno, empezó a deslizarse hasta el antiguo cráter de la
Rambleta, y sólo se salvó gracias a una roca que le sirvió de freno
(168-170). La situación que Humboldt experimenta en la cumbre, y lo
que describe sobre la caída del Capitán Baudin, trae a la memoria el
momento en que, según su relato
Oku no hosomichi,
Bashō llega a la cima de la montaña Gassan en la región de
Dewa Sanzan.
Caminé a través de nieblas y nubes, respirando
el escaso aire de las grandes alturas y posando mis pies en hielo y
nieve resbaladizas, hasta que finalmente pareció que, a través de un
portal de nubes, pasando por los senderos del mismo sol y de la
misma luna, llegué a la cumbre, completamente sin aliento y casi
muerto de frío. (Bashō 1970, 125) ![]() Figura 3: Vista del cráter del Teide, poco después del amanecer, 20 de junio 2014. Créditos: Thomas Heyd, junio 2014.
Lo que Humboldt efectivamente hizo en la cumbre
parece bastante prosaico, esto es, mediciones de la temperatura del
aire y del suelo del cráter, de la hora exacta de la salida del sol,
o del grado de azul que tuviera el cielo. Además dibuja el cráter.
Todo esto parece poca recompensa para la gigantesca proeza que
acababa de realizar con la subida, y no está claro de qué manera
esta subida al Teide podría constituir el clímax de su viaje a
Tenerife.
Es verdad que su rechazo del neptunismo
prevalente y su apoyo al plutonismo,[6]
que en gran parte reciben confirmación empírica por lo que Humboldt
vio en el Teide, constituye una contribución de valor extraordinario
a la vulcanología (Carracedo y Troll, 9-10). Sin embargo, estas
nuevas perspectivas no se ven reflejadas en el relato. En contraste,
lo que más bien salta a la vista, como ya se ha mencionado, es su
determinación de obtener una
visión de conjunto,
que obtiene
en base a las mediciones y observaciones que
allí hace.
Esto cabe muy bien dentro de lo que es su
método de integración de datos, provenientes de diversas ciencias,
para formar una visión integral en función de la tesis de que la
naturaleza es una unidad (Einheit)
que hay que comprender como sistema.[7]
Lo expresa por ejemplo en una carta en la que dice:
Voy a tratar de averiguar cómo interactúan las
fuerzas de la naturaleza unas sobre otras, y qué Influencia tiene el
entorno geográfico sobre la vida vegetal y animal. Es decir, tengo
que llegar a conocer la unidad de naturaleza. (Lee, 2001, 29) ![]() Figura 4: Tajinaste azul (Echium), Las Cañadas del Teide, al pie del sendero al Pico del Teide. Créditos: Thomas Heyd, junio 2014.
![]() Figura 5: Vista de la parte Norte de Tenerife, vista desde el Pico Teide, 20 de junio 2014. Créditos: Thomas Heyd, junio 2014.
Por lo tanto, al llegar a la cumbre, Humboldt
llega a su destino, en tanto que no sólo llega a comprender cómo
esta montaña fue generada por la acción volcánica, sino también
porque percibe que éste es el lugar idóneo para demostrar la unidad
de la naturaleza. Esta unidad le parece evidente viendo cómo la
zonificación de la vegetación a sus pies (ya anteriormente propuesta
por Pierre Marie Auguste Broussonet y mejorada posteriormente por
Leopold von Buch) se distribuye exactamente según las circunstancias
geográfico-climáticas condicionantes.
Recientemente se ha sugerido que su contacto
con los grandes de la Weimarer Klassik, tales como Johann Wolfgang
von Goethe y Friedrich Schiller,[8]
conduce a Humboldt a la aplicación de criterios
estéticos en la
ciencia natural. Esta perspectiva le permitirá contribuir al
desarrollo del concepto de ‘paisaje’, tal como lo conocemos hoy en
día, según el cual los paisajes integran las diversas facetas
geológicas, botánicas, y culturales (véase Kwa, 2007). Y es
justamente una aplicación de criterios estéticos la que se
manifiesta en su descripción de “la fisiognomía“ del paisaje (pág.
181) a la que se dedica al final del relato de su visita a la cumbre
del Teide.
Humboldt dice que tiene bien claro el peligro
de aburrir a sus lectores con relatos que simplemente reflejan la
admiración que el autor tiene por lo que ve. Aun así, en sintonía
con el movimiento Romántico contemporáneo, en este momento Humboldt
da rienda suelta a la descripción de su percepción del conjunto de
elementos que a sus pies forman un todo armónico.[9]
Nuestra vista, desde lo alto de estas
solitarias regiones, se extendía sobre un mundo habitado; gozamos
del admirable contraste que ofrecen [de un lado] los flancos áridos
del pico, sus rápidas pendientes cubiertas de escorias, sus llanuras
desprovistas de vegetación con [del otro lado] el aspecto risueño de
los territorios cultivados; vimos plantas divididas por zonas, según
que la temperatura disminuye por la altura del sitio.... Como no
hago sino indicar aquí lo principal de esta descripción botánica,
daré en adelante algunos detalles sobre la geografía de las plantas
de la isla de Tenerife. (Humboldt 1826, 130)
En resumen, éste es el momento en que más
separado del mundo habitado se encuentra Humboldt , y aquí, en este
lugar liminal (van Gennep 1960), tiene algo como una visión nueva,
pues puede vislumbrar (si no con sus ojos, sí con su mente) el
efecto total del volcanismo en Tenerife, y las diversas fito-zonas
de la isla que la verticalidad de ese volcanismo tinerfeño propicia.
7. Tribulaciones del camino, 8. desilusión al volver al mundo
conocido, 9. ayuda milagrosa para volver al mundo normal y 10. paso
por el umbral final ![]() Figura 6: Lámina II "Tableau physique des Îles Canaries. Géographie des Plantes du Pic de Ténériffe”, Humboldt, Alexander von (1814-1834): Atlas géographique et physique des régions équinoxiales du Nouveau Continent. Paris: Schoell.
Congelados sus manos y pies, Humboldt y sus
compañeros toman el camino de retorno a la base del pilón (también
llamado Pan de Azúcar). La bajada por las piedras sueltas que forman
el sendero no resulta mucho más fácil que la subida. Además sienten
desilusión por tener que dejar este lugar que apenas llegaron a
conocer.
En pocos minutos bajamos el Pan de Azúcar, que
tanto trabajo nos costó subir, y esta rapidez era en parte
involuntaria porque muchas veces rodábamos sobre las cenizas.
Dejamos con bastante sentimiento este sitio solitario, en que la
naturaleza parece manifestarse en toda su grandeza y majestad; nos
lisongeabamos de volver a ver algún día las islas Canarias, pero
este proyecto, como tantos otros que formábamos entonces, no fue
ejecutado. (Humboldt 1826, 133-134)
Lo peor fue que Humboldt y los suyos tuvieron
que cruzar el malpaís sin agua, ya que los guías no sólo se habían
tomado el vino que trajeron sino que supuestamente rompieron las
vasijas que contenían el agua (pág 193).[10]
Sólo la brisa con la que eventualmente se encontrarían en el
fayal-brezal les daría tregua. Bashō (1970) nos ofrece un haiku que
capta un sentimiento similar al que experimentan Humboldt y sus
compañeros, desgastados por el camino pero salvados por los parajes
verdes de la isla.
Caminando y caminando
El umbral final de Humboldt lo constituiría su
llegada al Puerto de La Orotava (Puerto de la Cruz actual), donde
las decepciones del mundo ordinario les esperaban, ya que allí
recibieron la desilusionante noticia de que su barco no saldría con
la rapidez prevista. En vez de alegrarle, por tener más tiempo en la
isla, a Humboldt le provoca tristeza ya que, de haberlo sabido
antes, podría haber visitado con más tranquilidad aquellas regiones
en las alturas. Las decepciones se multiplican en el camino a Santa
Cruz ya que, una vez empiezan a bajar de La Laguna, ven que su barco
aparentemente “se había hecho a la vela” sin ellos. Sin embargo les
estaba esperando, pero por poco, ya que el capitán temía no poder
escapar al bloqueo de los ingleses si se demoraban más. ![]() Figura 7: Sombra del Teide que en el amanecer cae sobre parte de la Isla de Gomera, 20 de junio 2014. Créditos: Thomas Heyd, junio 2014.
En fin, de alguna forma Humboldt y los suyos
pudieron hacer el largo trayecto entre el pilón y la siguiente
fuente en algún lugar de la laurisilva sin desfallecer, y, a pesar
del susto, llegaron de vuelta a la corbeta Pizarro, que por el
momento era el centro de su mundo ordinario. Aunque no fueran tanto
como ayudas milagrosas, estos fueron elementos esenciales para que
en su momento pudieran llegar a su destino real, las Américas
hispanas. La llegada a la corbeta Pizarro constituye el umbral
final.
Volviendo al mundo de los libros y a la
tranquilidad de la travesía a las Américas, durante la cual hace
numerosas observaciones astronómicas, puede reflexionar sobre sus
experiencias en Tenerife. No sólo la aventura de la ascensión al
Teide sino también las otras impresiones que traía de la isla le
proporcionan ricas memorias. Poco antes de partir acaba una carta a
su hermano Wilhelm con una
postdata en la
cual le expresa su valoración de la isla.
En la Villa Orotava hay un
Drachenblutbaum
[‘árbol de sangre de dragón’] (Dracaena Draco), de 45 pies de circunferencia. Hace
400 años, en los tiempos de los guanches, ya era tan grueso como
ahora. – Parto casi con lágrimas; quisiera asentarme aquí: aunque
casi no he dejado el suelo europeo. ¡Si pudieras ver estos campos,
estos bosques de laureles milenarios, estas uvas, estas rosas! Aquí
engordan a los cerdos con albaricoques. En todas las calles pululan
los camellos. – Ahora, el 25, zarpamos. (Humboldt 1880)[12] Conclusión
Como ya argumentó Dietland Muller-Schwarze
(2004), Humboldt anticipó nuestras actuales ciencias ecológicas y
medioambientales por su disposición a configurar de forma
integradora los multiples y diversos datos empíricos que
coleccionara en su viaje. En su Introducción al
Viaje, Humboldt describe su intención de hacer tal
configuración.
Como amaba ciegamente la botánica y alguna de
las partes de la zoología, me lisongeaba que nuestras averiguaciones
añadirían nuevas especies e ideas a las ya conocidas; pero
prefiriendo siempre al conocimiento de hechos aislados, bien que
nuevos, el de la dependencia y relación de los observados en tiempos
anteriores, me parecía mucho menos interesante el descubrimiento de
un género desconocido que una observación sobre las relaciones
geográficas de los vegetales, sobre la traslación de las plantas
sociales y sobre el límite a que sus diferentes castas se elevan en
las cimas de las Cordilleras. (Humboldt 1826, iv-v)
Según lo que Humboldt escribe en su
Introducción, los científicos que le habían precedido en las
exploraciones del mundo natural a través del mundo lo habían hecho
limitados por las disciplinas específicas, tales como la botánica,
la zoología, la geología y la meteorología, con las que estaban
comprometidos. Él comenta que en realidad es una pena que no
aplicaran una visión más amplia, que abarcara las relaciones entre
las diversas disciplinas, de modo que respecto a una región o a un
paisaje se puedan descifrar las interacciones entre factores
geográficos, geológicos, botánicos, zoologicos, químicos, etc.
...A medida que los viajes han sido hechos por
personas más ilustradas, cuyos puntos de vista se han orientado
hacia investigaciones sobre la historia natural descriptiva, los
itinerarios en parte han perdido esa unidad de composición y esa
simplicidad que caracterizaba aquellas épocas anteriores. Ahora se
ha vuelto casi imposible conectar tantos materiales diferentes con
la narración de los acontecimientos, y esa parte que podríamos
llamar dramática da paso a las disertaciones meramente descriptivas.
… Con el fin de dar mayor variedad a mi trabajo, a menudo he
interrumpido con descripciones sencillas la narración histórica.
Primero describo los fenómenos en el orden en que aparecen, y
después los considero en el conjunto de sus relaciones individuales.
(xli-xlii)
Humboldt ya demostró en sus recorridos por
Europa su interés por una integración de las ciencias, pero la
visita a Tenerife le ofrece una oportunidad única para observar
interacciones entre fenómenos naturales en un espacio relativamente
reducido y con condiciones extremas. En una distancia horizontal de
menos de 30 km desde la costa, según asciende los 3.718 metros de
altura, el caminante puede apreciar una multiplicidad de ecosistemas
determinados por las diferencias en pluviosidad, incidencia de
radiación solar, proximidad al mar, temperatura, etc. Al observador
perspicaz además le será evidente según avanza que diversas clases
de suelo favorecen diversas clases de vegetación. En fin, Tenerife
le proporciona un espacio idóneo para comprobar la hipótesis de la
unidad de procesos naturales, que se manifiestan en sus diferencias
según las condiciones a las que están expuestas, que Humboldt tiene
en mente.
En el relato del
Viaje
a las regiones equinocciales
esta excursión ante-equinoccial le sirve para preparar al lector
para la avalancha de observaciones y reflexiones teóricas con los
que se va a encontrar de ahí en adelante. En este ensayo he
propuesto que, por medio de la estructuración de su visita a
Tenerife y ascensión al Teide como
relato épico,
que presenta su visión de conjunto como logro al que llega en el
punto más alto y sublime de su ascensión, Humboldt le ayuda al
lector a comprender los fenómenos naturales y humanos que allí va
conociendo como interconectados. Éste será el marco que le servirá
para presentar el resto de sus exploraciones en las Américas. Por lo
tanto, la interrupción de su viaje a las zonas equinocciales al poco
tiempo de dejar Europa adquiere una importancia singular y
justificada más allá de las particulares observaciones
geológico-volcánicas y de vegetación que hiciera en la isla.
En conclusión, aun si como vulcanófilo
empedernido Humboldt ya tendría razones ciéntificas y motivación
personal suficientes para hacer la ascensión al Teide, la
explicación de por qué le da un lugar privilegiado en el relato de
un viaje, que en realidad está dirigido a otra parte del globo
terráqueo, debe relacionarse con su afán de propiciar la
comunicación científica de su nueva perspectiva integradora con sus
lectores. En suma, el relato de su experiencia exploradora en esta
isla se vuelve hilo conductor para unos lectores posiblemente
perplejos por la ampitud de las observaciones empíricas -así como
teóricas- que se hallan en esta gran obra.[13] Bibliografía
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(visto 7 de julio, 2014).
¿Cómo citar? Heyd, Thomas (2015): Ascensión al Teide de Alexander von Humboldt.
In: HiN - Humboldt im Netz. Internationale Zeitschrift für
Humboldt-Studien (Potsdam - Berlin) XVI, 30, S. 68-77. Online
verfügbar unter
<http://www.uni-potsdam.de/romanistik/hin/hin30/heyd.htm> Permanent URL unter
<http://opus.kobv.de/ubp/abfrage_collections.php?coll_id=594&la=de>
[1]
Es notable la caracterización de estadios de las aventuras
épicas propuesta por Joseph Campbell en
The Hero’s Journey (1990),
si bien ha sido criticada por su universalismo y sexismo.
[2]
Las citas se refieren a la traducción de
Voyage aux régions equinoxiales
al inglés (1814-1829), a menos que se
indique otra cosa.
[3]
Traducción basada en el texto citado por Shirane (1998),
230, que proviene del principio de
Oku no hosomichi.
[4]
Véase la descripción del camino que tomara Humboldt según
Kamella (2013).
[5]
La ‘Estancia’ en realidad no es más que una agrupación de
varias rocas del tamaño de chozas, a medio camino entre
Montaña Blanca y el Refugio, de las que Humboldt
–inútilmente– espera alguna protección del frío viento.
[6]
El plutonismo propone que la isla proviene de erupciones
consecutivas a lo largo del tiempo, y no de la acción
erosiva del agua, como propone el neptunismo.
[7]
Ésta es una idea con antecedentes en
La crítica de la razón pura
de Kant, y, en última instancia, en Plotino y en algunos
filósofos presocráticos (por ejemplo, Empédocles). Véase
Guthrie (1952/1993), quien argumenta que los filósofos
presocráticos de Jonia, igual que las tendencias órficas y
pitagóricas, ya afirmaban que es necesario suponer que hay
“una unidad detrás, o debajo, de la pluralidad de fenómenos
de este mundo.” (221)
[8]
Véase Millán (2011) respecto a la relación entre Humboldt y
Goethe.
[9]
Véase Dettelbach (1999) sobre la importancia del
Romanticismo en el método y la sensibilidad de Humboldt.
Véase también Minca (2007).
[10]
Curiosamente este dato no se halla en la versión en
castellano de 1826. Aparentemente el traductor se permitió
‘mejorar’ a su gusto algunas de las partes del texto
original.
[11]
Bashō atribuye este poema de
Oku no hosomichi a su
acompañante Sora.
[12]
La carta está datada 20 de junio, Santa Cruz, pero, por lo
que dice en esta postdata, debe de haber sido concluida el
25 de junio 1799.
[13] Le
estoy muy agradecido a Carmen Rodríguez Cameselle por sus
sugerencias para mejoras sustanciales, en lo que se refiere
a gramática y sentido, de este texto. Las fotos adjuntas a
este texto se hicieron recientemente en una subida
conmemorativa al Teide en el 215 aniversario de la ascensión
de Alexander von Humboldt (HumboldTrace), cuyos
participantes incluyeron a Juan Sánchez, Aurelio Santana
Rodríguez, Toño Mesa, Javier Pérez y Domingo Burgos.
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