Gespiegelte Fassung der elektronischen Zeitschrift auf dem Publikationsserver der Universität Potsdam, Stand: 20. April 2010 |
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HiN XI, 20 (2010)
HUMBOLDT und HISPANO-AMERIKA II
Sobre el autor
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Carlos Sanhueza
„He sentido mucho no haber podido penetrar más lejos hacia el sur.“
Alexander von Humboldt y ChileResumen
A pesar de que Chile no estuvo incluido en el viaje sudamericano de Alejandro de Humboldt, dada la preferencia del naturalista prusiano por escenario tropical, su presencia se hizo evidente durante el siglo XIX.
Aquí, en particular, se analiza lo anterior a partir de dos esferas: la figura de Alejandro de Humboldt y la ciencia humboldtiana en Chile.
Por un lado, se analizan las formas de apropiación que la ciencia hizo de la obra de Humboldt durante el siglo XIX. En otro aspecto, se analiza a Alejandro de Humboldt como esfera de legitimación para la propia intelectualidad chilena decimonónica. Desde esta perspectiva se comentan las formas a partir de las cuales el nombre del autor berlinés fue instalado en las discusiones y circuitos ilustrados chilenos.1. Introducción[1]
El 7 de agosto de 1857 Alejandro de Humboldt, a través de una carta emitida desde Potsdam, agradecía el envío del “Cuadro Estadístico de Chile” al entonces cónsul de Chile en Hamburgo, Vicente Pérez Rosales. Junto a lo anterior, Humboldt recordaba que en su periplo hacia las tierras australes de Sudamérica sólo había alcanzado hasta Lima “ para observar allí el paso de Mercurio sobre el disco solar en 1802 (…) he sentido mucho no haber podido penetrar más lejos hacia el sur”. [2] Sabemos que la última expresión más bien parece una amable nota diplomática: es conocido el interés del autor del “Kosmos” por el trópico, lo que le inhibió de continuar el viaje a lo que en otra parte él mismo denominó las “aburridas tierras australes”. (Podgorny/ Lopes 2008, 73-74).
Alejandro de Humboldt no estuvo en los límites de lo que hoy conocemos con el nombre de Chile: ¿ello significa que su paso por el continente americano fue ignorado en aquella porción del Sur del Mundo?, ¿Es posible afirmar que, a pesar de este viaje inexistente, de alguna manera el naturalista prusiano arribó a Chile? En lo que sigue se aborda la presencia del viajero en Chile a partir de dos esferas. Por un lado, se analizan las formas de apropiación que la ciencia hizo de la obra de Humboldt durante el siglo XIX. En otro aspecto, se analiza a Alejandro de Humboldt como esfera de legitimación para la propia intelectualidad chilena decimonónica. Desde esta perspectiva se comentan las formas a partir de las cuales el nombre del autor berlinés fue instalado en las discusiones y circuitos ilustrados chilenos.
2. ¿Bajo la sombra de Humboldt? Ciencia en el Chile decimonónico
A pesar de que con anterioridad al científico berlinés hubo viajes de investigación científica a América – como el de Alessandro Malaspina en 1789 -, éste, en su sentido moderno, fue inaugurado por Alejandro de Humboldt a partir de su travesía entre 1799 y 1804. Desde tales recorridos Humboldt instaló, así como lo fueron los circuitos del “Bildungsreise” de los siglos XVI y XVII europeos, una verdadera “peregrinatio” académica por el Nuevo Mundo que proyectará su sombra sobre toda la centuria, e incluso más allá.[3]
En un sentido, muchos de los viajeros científicos que arribaron al espacio americano expresaron la senda científica humboldtiana: una fase de preparación previa al periplo; la etapa misma del recorrido exploratorio y colección de especies y una tercera parte en Europa de catalogación, preparación de láminas y exposición de los resultados del trabajo de campo (sea en forma de libro, como de charlas).[4]
En otro aspecto, no sólo fue Humboldt el modelo de exploración científica, sino además el apoyo necesario para solventar los gastos del viaje. Lo anterior permitió que un grupo de naturalistas alemanes pudiera recorrer el Nuevo Mundo, considerando que la inexistencia en Alemania de un estado poderoso, como Francia o Inglaterra, dificultaba el financiamiento de grandes empresas científicas. Estas formas de ayuda a otros viajeros de alguna forma expresaba las dimensiones de la ciencia humboldtiana, en tanto interés por construir redes y hacer circular la producción de saberes.[5]
Ahora bien, dada la lejanía y el difícil acceso, así como el poco interés mostrado por el propio Humboldt que desincentivaba el periplo por la América fría, es posible afirmar que en los inicios de la ciencia en Chile, más que producto de los naturalistas viajeros, fue obra de aquellos que se avecindaron en el país.[6] E incluso, más temprano de lo que se dio en algunos países vecinos, en Chile ya antes de la medianía de la centuria decimonónica encontramos comisiones científicas y exploraciones sobre el territorio financiadas por el Estado. Lo anterior ha sido interpretado por los estudiosos como un impulso conciente del Estado Nacional a fin de construir la nación sobre la base de un conocimiento cabal y científico del país.[7]
Como en otros lugares del Nuevo Mundo, en Chile, el desarrollo de la investigación científica se estructuró sobre la base de los extranjeros mandatados en el país para ejercer una labor docente o dirigir museos de historia natural. Aquí primó un impulso científico más bien vinculado al trabajo de ciertas figuras individuales que, si bien se apoyaron en colaboradores nacionales, no siempre dejaron escuelas, ni buscaron fortalecer las instituciones que los acogían, como la Universidad de Chile o el Museo Nacional de Historia Natural. Por otro lado, el trabajo de estos científicos, en parte por las características del financiamiento, estuvo muy orientado al propio lector nacional, sin llegar a constituir redes con el extranjero, ni publicaciones en un idioma al alcance de la comunidad científica internacional, como el francés.
Desde la primera mitad del siglo XIX, tras la Emancipación de España, un conjunto reducido, y sin embargo muy activo, se hizo presente en la investigación científica en Chile: el polaco Ignacio Domeyko; el francés Claude Gay; el prusiano Rodulf Amandus Philippi; el francés Pedro Pissis. En su gran mayoría éstos arribaron al país a fin de desarrollar labores no propiamente científicas, sin embargo muchos lograron perfilarse como investigadores del territorio nacional. Al respecto quisiera referirme a aquellos que dejaron una huella más perdurable, no tan sólo por sus exploraciones, sino además por la transcendencia de su pensamiento.
Claude Gay (1800-1873) fue el primer científico de la era republicana chilena. Gay arribó a Chile en 1828 como consecuencia de su trabajo como profesor en el Colegio de Santiago.[8]
La llegada de Gay a Chile, tal como se puede ver en otros países, fue el resultado del interés puesto desde el Estado por crear las instituciones educativas y científicas con extranjeros, así como con el impulso de colaboradores externos que, no pocas veces, proponían y contactaban a los futuros profesores y científicos de las jóvenes repúblicas en formación.[9]
En un período tan temprano de la vida republicana chilena, en donde el conocimiento sobre el propio territorio estaba aún por hacerse, Claude Gay vio una oportunidad de desplegar su interés científico, al amparo de un estado nacional que lo financiase. El eje de negociación del naturalista francés se articulaba sobre la base de que el saber llegaría a constituir un dispositivo de poder: las características del país podrían ser conocidas lo que permitiría una explotación y una extensión del dominio estatal sobre bases científicas. Estos argumentos bastaron para convencer a la administración gubernamental a fin de escribir una historia natural del país. Tal trabajo se haría como resultado de una exploración diseñada y organizada por el propio Gay. El plan consistió en una historia natural, general y particular de Chile; una geografía física y descriptiva del país; una geología, así como una estadística de las actividades productivas y la población. El acuerdo al que llega con el gobierno lo obligaba a hacer un viaje científico por el país, en un plazo original de tres años y medio. Al cuarto año debía presentar el texto que resumía su trabajo, texto que prepararía y editaría en su natal Francia.[10]
Ahora bien, al analizar el resultado científico de la labor de Gay en Chile, en particular en sus trabajos sobre zoología, botánica y agricultura chilena: ¿Dónde se observa la figura de Alejandro de Humboldt?
En un sentido, la huella humboldtiana se advierte como un punto de partida. En el prólogo de “Botánica”, Gay comienza con el viaje americano de Humboldt en tanto los “preciosos resultados” de este último fueron un “estímulo” para su propia labor. Lo anterior no sólo fue una inspiración, sino también una delimitación investigativa: allí donde el naturalista prusiano no arribó, Gay encontró su nicho de trabajo. En efecto, Gay sostiene que tras Humboldt, el conocimiento de la América Hispana estuvo concentrado en países como México, Brasil, Colombia, Perú dejando a Chile fuera de tales circuitos. Según Gay, Chile “al exhibir una fisonomía casi europea” no constituía el “aliciente” que buscan los viajeros del Viejo Mundo. Gay sintió “el deseo de llenar semejante vacío”, trasladándose a aquel “delicioso país”.(Gay 1844, 2-3)[11]
En Gay la ciencia humboldtiana se observa, en otro sentido, en la utilización de láminas y mapas, como de atlas, en tanto elementos indispensables del hacer científico. Al igual que en Humboldt, el vínculo con la imagen no sólo constituyó una forma de “ilustrar” un discurso escrito, sino antes bien, un elemento constitutivo de su posición científica y estética. [12]
El uso de instrumentos científicos es otro elemento que ligó a Gay con el científico prusiano. La expedición misma de Gay se realizó sobre la prerrogativa de la adquisición de numerosos aparatos de observación: agujas para medir la declinación magnética, instrumentos para calcular la latitud, telescopios, higrómetros, termómetros y hasta una cámara oscura, tal vez la primera que haya llegado a Chile (Sagredo 2004, 17). Así como en Humboldt, Gay estructuraba su práctica de investigación sobre la base de un conjunto de referencias estandarizadas que hacían posible el diálogo en una comunidad intelectual, así como su validación internacional.
La gran diferencia de Gay con el método humboldtiano radicó en el uso de los llamados Cuadros de la Naturaleza. El interés investigativo de Gay estaba puesto en esferas del saber específico: especies botánicas, geología, clima, minerales, etc. No hay en Gay una praxis científica transdisciplinar como se lo ha interpretado en Humboldt. [13] Gay buscaba desarrollar cada una de las disciplinas en tanto hacían parte de las ciencias de la naturaleza. Si ha de describir un cuadro, lo realiza acotado a dicho ámbito: relaciones entre familias y clases de plantas; vínculos de las especies botánicas con su altura y humedad, etc. El factor humano no aparece en su interdependencia con el mundo natural. Naturaleza y cultura, ciencia y vida, se distanciaban irremediablemente. [14]
Rodulf Amandus Philippi (1808-1904), de origen prusiano, arribó a Chile en 1851 como parte del contingente de alemanes traídos por el gobierno a fin de establecer colonias germanas en los territorios deshabitados de sur del país. Dado sus estudios de botánica y zoología, así como sus experiencias docentes en la ciudad de Kassel, asumió la dirección del Liceo de Valdivia, en plena zona de colonización alemana. La escasez de científicos en el país, como el prestigio que tenían los Reinos Germánicos, influyó para que, a los pocos años de haberse instalado en Valdivia, fuera convocado con el objeto de dirigir el Museo Nacional de Historia Natural.[15]
La tarea más importante que le encomendó el gobierno, junto con sus labores en el Museo, fue la de realizar una expedición al desierto de Atacama en 1853, región que estaba prácticamente inexplorada y que las autoridades observaban con mucho interés. La riqueza minera que ofrecía esta región, riquezas de las cuales sólo se sospechaba, urgían en la administración un reconocimiento científico que permitiera localizarlas. A lo anterior se sumaba la presión por la demarcación territorial, que aconsejaba ejercer un mayor dominio del territorio frente a las pretensiones de Bolivia.[16]
La expedición de Philippi quedó plasmada en su “Viaje al Desierto de Atacama” publicada en 1860 en la ciudad alemana de Halle-Saale. Al igual que Claude Gay, Philippi editó el texto con el auspicio del gobierno chileno y en idioma español. Sin embargo, y a diferencia del científico francés, también se publicó una versión en un idioma distinto, como lo fue el alemán.
En el prólogo al texto, Philippi parte declarando el interés científico que guiaba su trabajo:
El que quiere leer las impresiones que el viaje ha hecho en mi, el que busca descripciones poéticas o aventuras picantes hará mejor en no abrir este libro; no contiene nada más que hechos desnudos, pero confío en que éstos serán de algún interés para el geógrafo y el naturalista al menos. (Philippi 1860, VI)
Los contornos, como el espacio de validación que su trabajo buscaba, iban quedando desde un comienzo preestablecidos.
Ahora bien, esta opción por una validación científica no fue impedimento para dar a conocer sus investigaciones a partir de una narración cronológica que retrataba la travesía a medida que ésta se iba realizando. ¿En qué sentido esta escritura es un elemento que gira en torno a la influencia humboldtiana?
La perspectiva narrativa en Philippi, siguiendo en parte la noción de Cuadros de la Naturaleza, tiende a retratar un conjunto de elementos. Este conjunto se iba armando a partir de lo que el explorador va destacando. En tal cometido, Philippi seguía un verdadero plan de observaciones. Lo anterior queda nítido en una carta enviada por Philippi a otro naturalista en donde le recomendaba que para hacer un catastro “prolijo de esa provincia” [se refiere a la Provincia de Valdivia]:
[lo que] debería llamarle la atención en primer lugar sería la configuración física del suelo (…). En segundo lugar colocaría yo el examen geológico del terreno y respecto de ese punto le suplicaría fijarse en los fósiles vegetales y animales (…). En cuarto lugar pondría yo la botánica, y en el último la zoología. (Philippi 2008, XXXIII)[17]
Interesante resulta advertir, a pesar de lo declarado en la misiva antes citada, como del prólogo del Viaje al Desierto de Atacama, en qué medida Philippi iba instalando no sólo el estudio de la naturaleza en tanto tal, sino también de la sociedad que allí habitaba. En el “Viaje al Desierto de Atacama”, Philippi no sólo mostró un interés por las especies botánicas, sino también por su uso medicinal; no tan sólo respecto de las formaciones geológicas y minerales, sino además sobre su utilización en las construcciones de los poblados que se esparcían en medio del desierto. En este sentido, el estudio de la naturaleza era puesto en una perspectiva social.
Capítulo aparte lo conformó el interés puesto en los habitantes chilenos que poblaban la región, como también por los grupos aborígenes. En relación a estos últimos, Philippi adoptó una posición que podríamos denominar intercultural. En este aspecto, tal y como se lo ha interpretado en Humboldt, la cultura central europea representaba para Philippi las bases a partir de las cuales se aproximaba a lo no occidental, lo que no le impedía establecer lazos con la diferencia. Así a los indios de la zona de Atacama los describe no sólo por sus hábitos y formas de vida (a todas luces lejano a modos de vida europeo), sino que además los valora en sí mismos (“No me olvidaré nunca de su cariño”). Rehúsa una invitación hecha por éstos para cenar, sin embargo afirma haber tomado con ellos “un poco de leche”. Así mismo, no deja de llamarle la atención las formas a partir de las cuales los aborígenes han ido incorporando no sólo el idioma, sino también ciertas formas de sociabilidad europeas:
son tan políticos como si hubieran recibido su educación en la capital y esperan por supuesto ser tratados del mismo modo (…). Un pescador me hizo reír mucho, pues nunca hablaba de sus burros sin añadir: con permiso de ustedes, caballeros. (Philippi 1860, 19)
Ahora bien, la distancia con Alejandro de Humboldt queda en evidencia a partir de la organización desde donde Philippi enlazaba los diferentes elementos que iban conformando el cuadro que describe. En efecto, a diferencia del autor del Kosmos, Philippi no movilizaba el saber; no lo advierte en sus intersecciones vinculantes. No hay en Philippi una mirada dinámica sobre el conocimiento que va generando su viaje: éste más bien lo predispone en estantes uno al lado del otro en una suerte de catálogo del saber. En este sentido, Philippi, al desplazarse entre disciplinas estancas, es interdisciplinar, más no transdisciplinar como se ha visto a la ciencia humboldtiana. Las disciplinas emergen individualmente sin poder dialogar entre sí.[18]
Este diálogo imposible le permite a Philippi encontrar la legitimidad científica allí donde Humboldt se ausenta: la red de diferentes disciplinas atrapando unas experiencias de viaje, es reemplazada por una coreografía de disciplinas entrando en escena una tras otra. De algún modo, la opción por la especificidad se advierte más cercana a lo él percibe representativo de la esfera científica. Lo anterior se refuerza en virtud del privilegio en Philippi por un público que, a su vez, también debía ser especializado: tal y como lo afirma en el prólogo de la “Botánica” antes citado: Philippi escribía “para el geógrafo y el naturalista”. Si Humboldt buscaba salir del restringido espacio científico, Philippi trataba de entrar en él.
3. La otra sombra: la intelectualidad chilena y Humboldt
Se ha afirmado que Andrés Bello fue el que introdujo la obra y la figura de Alexander von Humboldt en la América Hispana. Al parecer Bello habría conocido a Humboldt por 1799 cuando éste pasó por Caracas. A partir de esa fecha no cesará de seguir la obra del naturalista prusiano: ya comentando sus nuevas publicaciones, ya traduciendo al español parte de sus trabajos sobre América.[19]
Ciertos estudiosos han notado el vínculo entre los propios escritos de Bello y los de Humboldt, analizando principalmente la obra poética del primero, escrita en el exilio londinense entre 1810 y 1829. En el exilio el sabio venezolano buscó convertirse en un “intérprete” de lo americano en el Viejo Mundo. Bajo tal propósito fundó una revista editada en idioma español llamada “Repertorio Americano” a partir de la cual intentaba dar a conocer en Europa las nuevas repúblicas hispanoamericanas. La revista debía ser “rigurosamente americana”, admitiendo en sus secciones de ciencias, humanidades y moral, sólo textos que fuesen relativos a América o que tuviesen una aplicación directa en el Nuevo Mundo.
En la sección literaria del “Repertorio”, Bello publicó por 1823 “Alocución a la Poesía”, un himno a la naturaleza americana: sus ciudades, sus habitantes. Según Racine, en “Alocución” intentó anteponer las bondades de la naturaleza americana - su simplicidad, veracidad - ante la falsedad y artificialidad de Europa, así como también construir un panteón de patriotas y héroes americanos que pudiese inspirar a futuras generaciones. El venezolano destaca en dicho texto poético la inmensa fuerza y productividad de América, así como la simplicidad de su gente y la belleza de sus paisajes. Algunos estudiosos han visto en tales descripciones de América la huella de Humboldt, no sólo como una simple estetización de la visión americana del naturalista berlinés, sino también a partir del uso de ciertos conceptos espaciales humboldtianos. Bello no sólo utiliza términos geográficos tales como floresta, llanos, montes, etc, sino que además se apropia de la visión espacial de Humboldt. En “Alocución” es posible advertir en qué sentido el intelectual caraqueño participó de la noción humboldtiana de un continente americano invadido de colores, múltiple, despoblado, sublime.
Pratt afirma que en particular en otro texto poético “La agricultura de la zona tórrida” (1826-1827) es posible observar claramente cómo Bello no sólo incorporó el vocabulario geográfico y los conocimientos de Humboldt sobre América, sino que además reprodujo el propio gesto humboldtiano del re-descubrimiento del Nuevo Mundo como naturaleza: un sitio disponible, abundante, pleno de potencialidades posibles de explotar. Lo interesante, según Pratt, en esta re-apropiación es que el sabio americano no solamente repitió tal descubrimiento como un gesto o celebración, sino también como exhortación. La América que para los europeos esencialmente constituía sueños y encantos, para Bello eran propósitos de cambio y acción. Este incluye una visión social dentro del paisaje vacío de la “disponibilité”. El potencial de América también residía en sus habitantes, tanto como en sus riquezas mineras o agrícolas. De ahí la exhortación: son ellos, los propios americanos, los llamados a emprender la construcción de las nuevas naciones; los que deberán aprovechar las bondades naturales del Nuevo Mundo. [20]
Esta re-instalación de las investigaciones humboldtianas del paisaje y la naturaleza americana no sólo correspondió a una nueva lectura del naturalista berlinés, sino que además conformó una manera de identificarse en tanto americano. De esta forma, tal y como lo han hecho notar ciertos estudiosos, la obra de Humboldt ofrecía una legitimación a las aspiraciones políticas hispanoamericanas fundada en la propia naturaleza: un espacio que era independiente en sus condiciones naturales y que, a partir de ahí, podía igualarse a cualquier otro continente, de cualquier lugar del mundo.[21]
Bello no sólo incorporó elementos humboldtianos en su obra poética, sino también difundió los propios trabajos del naturalista berlinés dentro del “Repertorio Americano”, como también en el “Censor Americano” (ambos aparecidos en Londres).
Por 1827 Bello escribió un comentario de la edición francesa del texto de Humboldt “Relation historique du Voyage aux Régions équinoxiales du Nouveau Continent”. Aquí destaca los nuevos conocimientos que el texto de Humboldt aportaba sobre la geografía y la estadística de América, así como respecto de nuevos aportes y observaciones realizadas por éste en el área de la física y la meteorología. El caraqueño se refiere a diferentes aspectos de la “Relation historique”, acentuando todo lo referente a los informes que Humboldt da respecto de la población, comercio y producción de América. Un año antes y en la misma publicación, Bello había criticado la poco afortunada traducción española de la “Relation historique”, lamentándose “...de que no haya emprendido esta obra algún escritor dotado de las cualidades necesarias para su desempeño...”. Enseguida incluye un listado de errores advertidos en la traducción española, procediendo a una nueva traducción de dichas palabras, siguiendo el sentido original del texto francés. [22]
Entre 1820 y 1827 en Londres, Bello traduce algunos fragmentos de la obra americana de Humboldt, en especial la “Relation historique”, publicándolos en los citados “Repertorio” y “Censor Americano”. Aquí el caraqueño seleccionó fragmentos referidos al primer poblamiento de América, la topografía de la provincia de Cumaná y el Orinoco, orografía americana, así como un resumen del “Ensayo Político sobre la isla de Cuba”, también tomado de la “Relation historique”.
Junto con la traducción de parte de los textos americanos de Humboldt y su utilización como base para su obra poética, Bello incluyó en sus propios estudios sobre América las investigaciones humboldtianas. Así tomó, por ejemplo, al naturalista prusiano al analizar las divisiones políticas de Sudamérica, su raza, lengua y cultos, como también al comentar datos estadísticos, o de minería y agricultura. Como ya se ha destacado, el grueso de tales textos (se han calculado más de 15 artículos de Bello referidos a Humboldt, o basados en él) estaban orientados a una aplicación directa en Hispanoamérica: en el sistema productivo, educativo o gubernamental.[23]
Sin duda, esta vinculación con la obra humboldtiana debió haber tenido repercusiones en Chile de mediados del siglo XIX, una vez que el sabio caraqueño se radicó en el país austral. Sabido es la influencia de Bello ejerció en esferas jurídicas, literarias e historiográficas (por nombrar sólo algunas). Sin embargo, poco se ha investigado acerca de la transferencia del pensamiento del Humboldt, vía Bello, a la intelectualidad chilena. ¿Fue Bello, así como lo hizo en su estadía londinense, un divulgador de la obra del naturalista prusiano? ¿Lo da a conocer a sus discípulos en la Universidad de Chile?
Al seguir la huella de Bello en Chile, Humboldt pierde relevancia en relación a otros científicos que el caraqueño destaca. De esta forma, tanto en los “Anales de la Universidad de Chile”, como en “El Araucano” (ambas publicaciones chilenas donde aparecían artículos sobre ciencia) Humboldt fue reemplazado en los comentarios de Bello por Claude Gay, Ignacio Domeyko o Rodulf Amandus Philippi. De alguna forma, la mirada más nacionalizada le llevaba a destacar las obras que se escribían sobre Chile. Humboldt va quedando relegado frente a aquellos que sí habían residido en el territorio nacional. Ya desde 1846 aparecen artículos de Bello en “El Araucano” sobre viajes científicos a Chile a propósito de la obra de Ignacio Domeyko; respecto de la enseñanza de las ciencias naturales en el país o comentarios sobre la obra de Claude Gay. E incluso, en la correspondencia que Bello enviaba a fin de agradecer envíos de libros científicos adquiridos por la Universidad de Chile, el nombre de Humboldt nunca aparece. Si ha de buscarse un científico no avecindado en Chile que emerge en las publicaciones nacionales éste era James Gillis. El vínculo con Gillis se hizo patente en la medida en que la Universidad de Chile mantuvo un intercambio institucional, patrocinado por Bello, con el Instituto Smithsoniano, así como con el Observatorio Astronómico de Washington que el propio Gilles dirigía.[24]
Tal vez lo que no reflejan las publicaciones si lo evidencian las generaciones de intelectuales chilenos de mediados del siglo XIX, la mayoría formados por el propio Andrés Bello. No pocos chilenos, casi como un peregrinaje intelectual, afirman haber visitado a Humboldt en Europa, en particular en sus últimos años de Potsdam.
Sin duda, de los chilenos que se entrevistaron con Humboldt en Alemania destaca el publicista, historiador y político Benjamín Vicuña Mackenna (1831-1886). Este último logró resumir muchos de los tópicos que se manejaron en el siglo XIX sobre el científico berlinés. En efecto, el intelectual chileno repite el lugar común que sitúa a Humboldt junto a Colón:
Puede decirse que después de Cristóbal Colón ningún europeo ha hecho más positivos bienes al vasto continente que habitamos; aquel lo descubrió primero a la Europa, éste fue también el primero en hacerlo conocer en toda su magnificencia, sus recursos y su porvenir (Vicuña Mackenna 1856, 315)
En la descripción que el chileno hace de Humboldt, destaca el conocimiento que el naturalista prusiano tenía sobre Chile a partir de las lecturas que había hecho del Abate Molina o del viajero Eduard Poeppig y el naturalista Claude Gay. Vicuña Mackenna no deja de conmoverse ante la figura intelectual de Humboldt, lo que se observa en sus comentarios y elogios Sin embargo: ¿hasta que punto lo anterior era tan sólo una forma de sentirse cerca del mundo intelectual europeo? ¿Visitar a Humboldt revela su influencia en América Latina o, más bien, no pasaba de ser nada más que un gesto repetido por otros viajeros en Europa?
4. Conclusiones: Alejandro de Humboldt en Chile
Tal y como se lo ha destacado para otras realidades nacionales, Alejandro de Humboldt fue en Chile una figura que transitó bajo diversas formas de emergencia discursiva.
En un sentido, para ciertos científicos avecindados en el país, Humboldt fue utilizado como punto de partida de sus propios trabajos. De allí que Claude Gay justifique su interés por estudiar Chile en la medida en que dicho país no había sido abordado por el naturalista prusiano. Desde este punto de vista, Gay validaba su labor en Chile como una suerte de continuador de la magna obra americana de Humboldt.
En otro aspecto, Humboldt fue un modelo de investigación casi ineludible, e incluso por aquellos que no lo citaron explícitamente. Sin embargo, de lo anterior no se desprende que se hubiesen copiado o repetido irreflexivamente los postulados del autor del “Kosmos”: antes bien, tal y como lo evidencia Philippi, el naturalista prusiano fue apropiado en la medida en que iba siendo útil a los propósitos de cada investigador. En este punto, asistimos a una inserción de Humboldt que se delimitaba en torno a los límites de las expediciones mismas: a partir de su financiamiento, tipo de público lector, como formato e idioma de publicación.[25]
Por otro lado, la figura de Humboldt, en tanto nombre propio, fue revestida de una suerte de hálito cientificista que, como un Rey Midas, con solo invocarlo otorgaba un aura de validación a quien lo nombraba. Lo anterior explica la razón por la cual la sombra de Humboldt se proyectó sobre esferas que rebasan lo meramente científico. De allí que el escritor chileno Benjamín Vicuña Mackena, como otros intelectuales decimonónicos latinoamericanos, afirme haber ido a visitar al naturalista prusiano. Este interés no revela necesariamente un conocimiento de la obra de Humboldt, ni de sus postulados científicos. Humboldt en tanto figura intelectual, y además directamente vinculada con el Nuevo Mundo, era sin duda una buena fuente de legitimación.
La presencia de Humboldt en Chile demuestra que el naturalista berlinés fue conocido más allá de aquellos países que estuvieron incluidos en su periplo americano. Lo anterior, sin duda, es hace aún más nítido si se analizan a los viajeros que llegaron al país. Humboldt se hacía presente en Chile desde la lejanía: las “aburridas tierras australes”, de una u otra forma, se insertaron en su radio de alcance.
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[1] Agradezco los aportes de Rafael Sagredo. Así mismo, va mi gratitud para Pamela Maturana por el apoyo prestado.
[2] Carta de Alejandro de Humboldt a Vicente Pérez Rosales fechada el 7 de agosto de 1857. En: Biblioteca Nacional de Chile, Fondo José Toribio Medina, documento Nº 10208. La cita original en francés: “J´ai regretté vivement de n´avoir pas pur pénétrer plus boin vers le Sud”. Al parecer el texto que Humboldt cita es el “Ensayo sobre Chile” (Pérez Rosales 1857) publicado en francés por Vicente Pérez Rosales cuando era cónsul en Hamburgo.
[3] La bibliografía sobre Alexander von Humboldt y su travesía americana es muy extensa, sin embargo se pueden incluir aquí los trabajos clásicos de Hanno Beck (Beck 1959 y 1985). Otro biógrafo clásico de Humboldt es Douglas Botting (Botting 1973). Destacable resulta el trabajo de Ottmar Ette sobre el viajero berlinés al abordar sus múltiples facetas y vinculaciones. (Ette, 2002 y 2009). Es destacable aquí también la metabiografía de Humboldt de Nicolaas Rupke (Rupke 2008). En relación a la Expedición de Malaspina en Chile ver Rafael Sagredo y Juan Ignacio González (Sagredo/González 2004). En relación a la influencia de Humboldt sobre otros viajeros científicos alemanes en Sudamérica ver Brigitte Hoppe (Hoppe 2001, 195-218).
[4] Aquí y siguientes sigo en parte a Brigitte Hoppe (Hoppe 2001) y Walter Bernecker (Bernecker 2001, 195-217).
[5] Respecto de las dimensiones de la ciencia humboldtiana ver Ottmar Ette (Ette 2009, 16-22).
[6] Sin duda, muchos naturalistas siguieron la huella tropical de Humboldt de allí que, en comparación con otros países de América del Sur, el número de viajeros científicos a Chile fue reducido. A pesar de lo anterior, arribó un conjunto de científicos viajeros, siendo el más humboldtiano de todos, el profesor de la Universidad de Leipzig, Eduard Poeppig. Ver Brigitte Hoppe (Hoppe 2001) y Carlos Sanhueza (Sanhueza 2006).
[7] Aquí sigo a Rafael Sagredo (Sagredo 2009, IX-LVIII). Para la ciencia en Chile ver Zenobio Saldivia (Saldivia 2004).
[8] Ver Rafael Sagredo (Sagredo 2009, XIII-XIV).
[9] Lo anterior prueba que el estado, en tanto tal, no siempre asumió la empresa del desarrollo de una intelectualidad sino más bien, fue el lugar donde los propios extranjeros negociaban a fin de tener un espacio de investigación y un apoyo económico. Ver para el caso argentino a Irina Podgorny (Podgorny/ Lopes 2008).
[10] Aquí he seguido a Rafael Sagredo (Sagredo 2009).
[11] Ver Claudio Gay (Gay 1844, Tomo I, 2-3).
[12] Ver Ottmar Ette (Ette 2002, 204-224)
[13] Ver Ottmar Ette (Ette 2009).
[14] Ver Claudio Gay (Gay 1844, 12-16).
[15] Respecto a la biografía de Rudolf Amandus Philippi ver Diego Barros Arana (Barros Arana 1904); Andrea Krebs (Krebs 2001) y la publicación del Museo de Historia Natural (1987).
[16] He seguido el prólogo a la edición de 2008 del texto de Rudolf Amandus Philippi (Philippi 2008)
[17] Carta de Philippi a Wenceslao Díaz, Santiago 18 de julio de 1861. Extraído del Prólogo a la edición de 2008. ((Philippi 2008, XXXIII)
[18] Ver Ottmar Ette (Ette 2009, 17)
[19] Respecto del vínculo entre Bello y Humboldt he seguido a Estuardo Núñez (Nüñez 1988, 26-32); Horst Nitschack (Nitschack 1999, 79-81); Karen Racine (Racine 2001, 3-19) e Iván Jaksic (Jaksic 2001)
[20] Ver Mary Louise Pratt (Pratt 1992, 177).
[21] Ver Horst Nitschack (Nitschack 1999, 80).
[22] Esta nota apareció en El Repertorio Americano, III, Londres, abril de 1826, pp. 296-297.
[23] En relación a los textos científicos de Bello ver Horacio Becco (Becco 1989)
[24] De las misivas entre Bello y Gillis se desprende que dicho vínculo no sólo significó un intercambio de libros (tanto de textos científicos enviados desde los EEUU, como de textos editados en Chile y remitidos al país del norte), sino también de instrumentos de medición científica comprados a dicho observatorio por la Universidad.
[25] En relación a la noción de apropiación me he inspirado en la perspectiva metabiográfica de Nicolaas Rupke (Rupke, 2008).
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Letzte Aktualisierung: 21 April 2010 | Kraft
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