Gespiegelte Fassung der elektronischen Zeitschrift auf dem Publikationsserver der Universität Potsdam, Stand: 20. April 2010
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HiN - Internationale Zeitschrift für Humboldt-Studien (ISSN: 1617-5239)

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José Enrique Covarrubias

La recepción de la figura y obra de Humboldt en México 1821-2000

Resumen

Mediante obras como el las Tablas geográfico-políticas sobre la Nueva España, Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, Vistas de las Cordilleras y algunas otras, A. von Humboldt no sólo contribuyó al conocimiento de México por gente de otros países sino también a la reflexión de los propios mexicanos sobre su historia, sociedad, cultura y grado de riqueza. De estos temas de reflexión el más continuo han sido los relacionados con la historia, la sociedad y la riqueza. Sin embargo, un texto como Vistas de las Cordilleras estimuló los estudios culturales, si bien en secuencias distintas que las que muestra la historia de la recepción del Ensayo.

* * * 

1. Introducción

Hablar de la recepción de la obra de Alexander von Humboldt en México implica hablar en gran medida de la recepción del Ensayo político sobre el reino de la Nueva España (1811), aunque otros textos de este mismo autor también han sido conocidos y comentados en forma menos continua. El referido Ensayo ha destacado como aquel escrito que desde su aparición fue objeto de más lecturas, rememoraciones y citas, así como de ediciones diversas o incluso masivas. De cualquier manera, libros como Vistas de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas de América, Cuadros de la naturaleza, Examen crítico de la geografía del Nuevo Continente y Cosmos han sido también motivo de atención y comentario, por lo que ameritarán igualmente varias menciones en este escrito.

Antes de iniciar lo relativo a la recepción de Humboldt, conviene recordar que este famoso viajero estuvo en México, sujeto por entonces al dominio de España, entre marzo de 1803 y marzo de 1804. Fue su última estación de viaje en Hispanoamérica antes de trasladarse a Cuba (por segunda vez a esta isla) y a Estados Unidos, desde donde retornó a Europa, dispuesto a preparar su voluminosa edición de obras de tema americano. Antes de abandonar México, Humboldt dejó, en forma de manuscrito, unas Tablas geográfico políticas del reino de Nueva España (1804) [1] que contenían varias de las noticias estadísticas más interesantes compiladas por él durante su estancia en Nueva España, que es como se denominaba al México colonial. Redactado en español, el breve escrito fue entregado por Humboldt a los funcionarios novohispanos para contribuir al buen gobierno del país mediante informaciones sobre el número de habitantes y la situación de los ramos de riqueza, así como para mostrar su agradecimiento a las autoridades locales por la cordial recepción de que había sido objeto. No era injustificado el gesto, dado que Humboldt había podido consultar los principales expedientes de la administración virreinal, así como tener contacto con el personal, instrumental y colecciones de establecimientos tan improtantes como la Escuela de Minas, el Jardín Botánico, la Casa de Moneda y la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos.

2. La recepción del Humboldt estadista

El Ensayo político sobre el reino de la Nueva España fue publicado originalmente en francés, por F. Schoell, en París, hacia el año de 1811.[2] Como se sabe, esta obra fue una de las más extensas de las publicadas por Humboldt a raíz de su viaje americano. Al publicarla quiso dar a conocer a los gobernantes de España y del mismo México colonial las realidades de este último país desde un punto de vista integral, con énfasis en las principales “causas físicas y morales” que hacían de este país una entidad única y de interés.[3] Dividida en seis partes o libros, la obra vino a incluir una presentación general del medio físico del país (libro I), una sección sobre los tipos, número y situación social y política de sus habitantes (libro II), una descripción topográfica del país (III) y un compendio de información estadística, enriquecida con comentarios y evaluaciones en torno al estado de los distintos ramos de riqueza del mismo y su situación fiscal y militar (libros IV al VI).

Si bien es verdad que Humboldt había tomado su información de documentos de archivo puestos a su disposición por autoridad virreinal, también lo es que la recopilación de datos y el criterio para interpretarlos, así como las comparaciones entre Nueva España y otros territorios o países en busca del “valor político” de esta colonia, fueron aportes propios del viajero:

No hablamos aquí sino del valor político del país, atendido su actual estado de civilización que es muy superior al que se observa en las demás posesiones españolas...considerando la grande población del reino de México, el número de ciudades considerables que están próximas unas de otras, el enorme valor del beneficio de los metales y su influencia en el comercio de Europa y Asia; examinando en fin el estado de poca cultura que se observa en el resto de la América española, se inclina el juicio a tener por bien fundada la preferencia que la corte de Madrid da, mucho tiempo hace, a México sobre todas las demás colonias suyas.[4]

De esta manera, al rastreo de las causas físicas y morales Humboldt añadía ese proceder comparativo que campea en muchas de las demás obras que escribió sobre temas muy diversos.

Durante la primera mitad del siglo XIX, apenas ocurrida la independencia nacional, el Ensayo fue leído por los mexicanos con especial atención a la utilidad de las aportaciones informativas de éste para fines administrativos y legislativos. Se enfrentaba la necesidad de contar con datos respecto de la cantidad de población, las dimensiones del territorio y la situación de los ramos económicos, aspectos que Humboldt había tratado con gran destreza estadística. Desde el punto de vista social, el Ensayo era también un recordatorio de las desigualdades legales y políticas padecidas por un amplio sector de habitantes durante la Colonia, aquellas que debían desaparecer una vez lograda la independencia. El interés despertado por la obra, desde este último punto de vista, sólo fue igualado -y esto de manera sólo circunstancial- por el que hacia esas mismas fechas se concedía a los escritos del abate francés De Pradt en favor de la independencia hispanoamericana.[5] El Ensayo de Humboldt, con sus señalamientos críticos sobre los errores del gobierno español por parte de la metrópoli, así como con sus referencias al potencial de riqueza natural no aprovechado en México, también sugería que en un régimen independiente la situación de México podía ser diferente.[6]

La tónica de la vida pública e intelectual en los primeros quince años de vida independiente en México fue de gran optimismo, lo que se debió en gran medida a las expectativas de prosperidad económica que muchos albergaron tras la lectura del Ensayo. Lucas Alamán, uno de los principales historiadores del siglo XIX en México, resumió bien el impacto de tal lectura en muchos mexicanos al escribir hacia 1849:

[las observaciones de Humboldt en su Ensayo] hicieron conocer esta importante posesión a la España misma, en la que no se tenía idea exacta de ella; ... y a los mexicanos, quienes formaron un concepto extremadamente exagerado de la riqueza de su patria y se figuraron que ésta, siendo independiente, vendría a ser la nación más poderosa del universo.[7]

Acaso el más claro ejemplo de la grandiosidad de las expectativas de grandeza económica de México lo tenemos en las obras de Tadeo Ortiz de Ayala,[8] un autor que ejerció el mismo tipo de tratamiento geográfico, estadístico y económico que Humboldt y que propuso planes de emigración y desarrollo regional en zonas periféricas de México, como el Istmo de Tehuantepec [9] y la por entonces mexicana provincia de Texas. En Ortiz de Ayala apreciamos una esperanza profunda respecto de las posibilidades materiales de México, dadas sus riquezas naturales y su situación geográfica, con énfasis en la notable diversidad de especies cultivables según el variado clima y suelo del país. Ortiz de Ayala supoine que con una buena coordinación de esfuerzos, un mayor conocimiento del territorio y un debido acoplamiento de capitales y colonización, México podría erigirse en el gran país comunicante del comercio asiático con el europeo y por lo mismo en una de los primeras potencias del planeta.

Aunque en el caso de Ortiz de Ayala se verifica la observación del historiador Alamán sobre las expectativas excesivas despertadas por la lectura de Humboldt, lo cierto es que también se ha exagerado la responsabilidad que el viajero pudo haber tenido en estas ilusiones desmedidas. Por mucho que Humboldt haya atribuido en su Ensayo una notable prodigalidad a ciertas zonas fértiles del altiplano y especialmente a las regiones bajas y cálidas de México,[10] ello no le impidió formular comentarios muy críticos sobre la situación social y gubernativa del país, donde veía grandes obstáculos para un desarrollo promisorio. Bajo la atención del Humboldt del Ensayo habían recaído no sólo los factores físicos que podían contar para la prosperidad económica sino también los morales (“las causas morales”, como él las llamaba),[11] y que desde este último punto de vista el perfil de México no ofrecía un espectáculo del todo entusiasmante. A su idea de México como “el país de la desigualdad”, y por lo mismo afectado por una extendida miseria, habrá que añadir su constatación sobre la falta de una sociabilidad ciudadana auténtica y un interés sólido por la Ilustración en gran parte de la población.[12] De hecho, el referido Ortiz de Ayala tampoco deja de señalar, en México considerado como nación independiente y libre, que mientras en el país reinen las discordias facciosas, la miseria generalizada y la desgana de ilustrarse en temas de interés público, ningún proyecto de mejora económica, por plausible que sea, podrá plasmarse en una realidad patente.[13]

Como se puede ver, en esta primera fase de la recepción de Humboldt en México destaca la lectura utilitaria de las Tablas geográfico-políticas del reino de Nueva España y del Ensayo, situación explicable por la urgencia de revitalizar económicamente a un país cuyo potencial agrícola y metalífero parecía prometerle la prosperidad interior y un intercambio muy fructífero con el exterior. Era natural que la mayoría de quienes leyeron y citaron asiduamente a Humboldt durante la primera mitad del siglo XIX fueran políticos o personas muy interesadas en proyectos de infraestructura pública. Referencias o elogios al Ensayo de Humboldt, acompañados a menudo de citas puntuales del mismo, no faltaron de parte de Servando Teresa de Mier, Lorenzo de Zavala, José María Luis Mora, Carlos María de Bustamante, Mariano Otero y varios otros historiadores y ensayistas de esta época, además de los ya mencionados Alamán y Ortiz de Ayala.[14] La lectura del Ensayo de Humboldt, fundamentalmente de su Ensayo, es también constatable en el grupo de extranjeros que se trasladaron a México en busca de una tierra de promisión desde el punto de vista económico y que dejaron una serie de escritos de viaje o de estudio sobre el país.[15]

Si se tuviera, pues, que precisar qué percepción de la persona de Humboldt ganó particular fuerza en esta primera fase de su recepción en México, no parece desatinado el hablar de un Humboldt estadista, con la especificación de que este último término se utiliza aquí según el significado conferido por los mismos hombres de la generación de Humboldt. Por entonces, el término hombre de Estado no forzosamente se aplicó a quien hubiera llevado el timón de un gobierno en momentos particularmente difíciles o dramáticos, como solemos hacer en la actualidad. El hombre de Estado era el individuo cultivado y de mundo cuyos conocimientos y experiencia en los asuntos públicos le permitían identificar los más agudos problemas gubernativos y administrativos, ya fueran pasajeros o duraderos, particulares o generales, de índole política o técnica. Era, pues, el hombre público que se formaba tanto en la práctica como en la lectura de obras como la La riqueza de las naciones de Adam Smith, La administración de las finanzas de Jacques Necker, los escritos sobre economía y demografía de Malthus o los libros de viajeros como Arthur Young y Jean François Bourgoing,[16] que se trasladaban a países extranjeros con el objeto de estudiar la situación económica y gubernativa de estos últimos.

 

3. Héroe científico, atizador de la conciencia histórica, profeta fallido del bienestar económico

Hacia la segunda mitad del siglo XIX se registró un cambio significativo en la recepción de la obra y persona de Humboldt. Dicho cambio ocurrió en dos sentidos: 1) se dio una ampliación del conocimiento de las obras escritas por él, 2) se transformó la apreciación que se tenía del Ensayo.

La ampliación del conocimiento de la producción de Humboldt fue resultado de la lectura de varios escritos del viajero que anteriormente no habían sido familiares a los mexicanos o que simplemente no habían sido publicados. Este último es el caso de Cosmos. Ensayo de una descripción física del mundo, una obra que comenzó a publicarse en alemán en 1845 y de la que pronto se editó una traducción en México (previa a la de España, por cierto) en 1851 y 1852.[17] Esta publicación de Cosmos en edición mexicana fortaleció la percepción de Humboldt como un sabio de erudición prodigiosa y vuelos científicos tales que ameritaba contarse entre las personalidades más grandes del siglo. Consecuentemente, un estudioso de la recepción de Humboldt en México ha afirmado que ésta fue la época en la que se verificó la “positivización” de la imagen de Humboldt,[18] particularmente por parte del sector político más interesado en el desprestigio del pensamiento teológico y de todas las ideas que fueran, según los parámetros del positivismo, claramente metafísicas.

Desde luego se trataba de la opinión liberal, la del partido vencedor en las violentas luchas políticas ocurridas en México en la década de los 50’s y 60’s, aquellas entre las que se cuenta la desatada por el intento de establecer una monarquía encabezada por el archiduque Maximiliano de Habsburgo. Los representantes y simpatizantes de la causa liberal, corporizada por el partido de Benito Juárez, encontraron en Humboldt una figura ejemplar respecto del tipo de intelecto y metas vitales a que debía aspirar la sociedad mexicana, particularmente la juventud, toda vez que las miras conservadoras de preservar el poder moral y social del clero habían sido derrotadas.[19]

El gesto más elocuente de la voluntad de positivizar la figura y obra de Humboldt fue una velada de homenaje a éste organizada en la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística en ocasión del centenario de su nacimiento (1869).[20] La ceremonia fue prácticamente una solemne recordación de un héroe de la humanidad según los criterios y ritos de la religión positivista concebida por Comte. Ya antes se habían visto en México expresiones de reconocimiento similar, con exaltaciones clamorosas de la obra de Humboldt, al grado de ver en Cosmos la máxima fundamentación del espíritu de progreso del siglo. Marcados por la lectura de dicha obra, los exaltadores progresistas de Humboldt manifestaron la idea de que éste había sido un descubridor del Continente Americano comparable a Colón, si bien esta vez de tipo científico, una imagen que habría sido expresada por primera vez en México, según los datos de Ortega y Medina, por el representante de Perú en México en 1863, Nicolás Corpancho.[21]

En su ya citado estudio de la recepción mexicana de Humboldt, Ortega y Medina concede mucho espacio a las exaltaciones surgidas de entre las filas de liberales y pensadores cientificistas, propaladores de la idea de que el alemán habría llevado a suelo americano el germen del conocimiento positivo y civilizado. Ciertamente, fue de este sector de la opinión política en México del que parece haber surgido primeramente el designio de dar a la visita de Humboldt una significación histórica decisiva. Un liberal muy exaltado, Ignacio Ramírez, habló incluso de la humboldtización de México,[22] en cuanto que a raíz de la estancia del sabio el país se habría encaminado cada vez más hacia el progreso marcado por la ciencia y el espíritu liberal.

Los adversarios ideológicos, es decir los conservadores, no dejaron de concebir un tipo de nexo distinto entre Humboldt y México, el cual reflejaba, desde luego, valores y reconocimientos muy distintos -sino es que opuestos- a los de Ramírez. El historiador español radicado en México Niceto de Zamacois, autor de la primera historia general de este país, se refirió con frecuencia en dicha obra tanto a la persona como a las obras de Humboldt. En esa Historia de Méjico, desde sus tiempos más remotos hasta nuestros días (1876-1882),[23] Zamacois exaltó repetidamente a Humboldt como el buen viajero, aquel que se muestra veraz y bien dispuesto hacia México, por lo que contrasta con los extranjeros cuyo cometido es la denigración o el saqueo abierto del país. Parte de esta noble veracidad de Humboldt fue, en opinión de Zamacois, el haber reconocido los méritos de la colonización española en América y el haber aportado elementos para que los mexicanos adviertan el avance científico y cultural fomentado por la Corona en esa era. Muy probablemente sabía Zamacois lo que había constatado el también historiador conservador Joaquín García Icazbalceta: que Humboldt no había sido precisamente un hombre religioso o simpatizante de causas clericales y conservadoras a la manera hispanoamericana.[24] Sin embargo, Zamacois sacó un buen provecho del entusiasmo de Humboldt por los establecimientos útiles y científicos fundados o renovados bajo el gobierno de Carlos III, así como de sus referencias a la rectitud y el espíritu público mostrados por diversos funcionarios coloniales de México. Sobre esta base, Zamacois hizo una comparación entre el sentido de obligación y providencia mostrado por las Coronas de España e Inglaterra frente a sus vasallos americanos, con saldo muy favorable a los monarcas españoles.[25]

Gracias a Zamacois los conservadores pudieron contar con una historia general de México antes que sus adversarios, los liberales, que de cualquier manera no tardaron de proveer al público de un texto similar. Éste fue México a través de los siglos (1884-1889), obra colectiva impulsada por el establishment oficial liberal como no podía serlo la de Zamacois. Al igual que en la Historia de Zamacois, en México a través de los siglos abundaron las citas del Ensayo, aunque también es cierto que la parte dedicada al pasado prehispánico en el primer tomo de esta obra, a cargo de Alfredo Chavero, resultó más satisfactoria que la ofrecida por el historiador conservador, entre otras razones porque Chavero tenía más conocimiento e interés personal en el pasado prehispánico que Zamacois. Para esta obra le fue útil no sólo el Ensayo sino también las Vistas de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas de América,[26] del mismo autor, que también había sido empleada por Zamacois.

No era ciertamente la primera vez que el Ensayo y Vistas de las cordilleras representaban una fuente importante para el estudio de la historia prehispánica de México, a la que por esas fechas se solía considerar la “historia antigua de México”. También José Fernando Ramírez, en sus anotaciones a la edición mexicana de History of the Conquest of Mexico (1843) del norteamericano William H. Prescott,[27] así como Manuel Orozco y Berra en su Historia antigua y de la conquista de México (1880), muestran conocimiento de las obras de Humboldt. Todo indicaría que hacia mediados del siglo XIX Vistas de las cordilleras se había visto un tanto relegada hacia mediados del siglo XIX como fuente y aporte a la comprensión de las culturas indígenas prehispánicas ante la difusión de la clásica obra de Prescott, acaso porque esta última reflejaba más fielmente el tipo de curiosidad histórica propia del espíritu romántico de la época. Con todo, como lo ha señalado el historiador Benjamin Keen, Vistas de las cordilleras resultaría más estimulante para la discusión sobre el posible difusionismo de Humboldt un siglo después.[28]

Puesto que se ha mencionado ya a Orozco y Berra, viene al caso señalar que este autor fue el primero en ocuparse de la historia de los estudios geográficos relacionados con México y por lo mismo el primero en ofrecer una valoración general de las aportaciones de Humboldt en este renglón.[29] Al realizar un estudio en detalle de las aportaciones del viajero alemán a este respecto, Orozco y Berra se refirió al apoyo prestado a Humboldt por los científicos activos en México durante su estancia en este país, los cuales pusieron a disposición del sabio extranjero los resultados de las investigaciones realizadas por ellos en fechas previas. El historiador mexicano de la geografía hizo ver que en el Ensayo traslucía esta labor de investigación científica de origen local, debidamente recogida y valorada por Humboldt, quien había hecho también lo propio en cuanto a investigación y publicación de obras y cartas importantísimas. El resultado había sido, según las propias palabras de Orozco y Berra, “una obra científica... muy superior todo lo que en su línea se había escrito hasta entonces relativo a la colonia, ya en ésta, ya en el extranjero”.[30]

La actitud de equilibrio, realismo y ecuanimidad mostrada por Orozco y Berra en su tratamiento de Humboldt marcó un contraste importante con las exaltaciones hiperbólicas de los autores liberales y positivistas, quienes presentaban a este sabio como una especie de demiurgo que con sólo trasladarse al México colonial había logrado, en medio de un escenario de atraso y falta completa de ciencia, la indagación más veraz y rigurosa posible sobre los diversos aspectos del país.

Además de mostrar esta deuda de Humboldt con la intelectualidad local, Orozco y Berra también fue el primero en señalar un hecho relacionado con la recepción del Ensayo en México y no valorado debidamente hasta ahora. Al mencionar el uso frecuente de esta obra por diversos autores, Orozco y Berra comentó que “...ninguna persona medianamente instruida deja de consultar y de citar el libro, cuando se trata de lo antiguo y cuando se trata de comparaciones con lo nuevo”.[31] Es decir: la lectura de este escrito ha sido un estímulo constante a la conciencia mexicana sobre las transformaciones del propio país, en suma, a la conciencia histórica mexicana. Este último hecho es digno de recalcarse y resulta justificable abundar en él.

La interpelación a la conciencia histórica que el Ensayo de Humboldt ha ejercido a lo largo de la historia entre sus lectores mexicanos tiene su origen en la misma circunstancia de aparición de la obra. Si bien para su versión francesa por entregas se ha tomado como fecha de inicio de edición el año de 1807,[32] su publicación no estuvo completa hasta 1811, año en que el país descrito en ella sufría ya las conmociones desatadas por la rebelión de Miguel Hidalgo, un movimiento que transformaba radicalmente el escenario social y político de México y marcaba la primera estación en un proceso de insurgencia que terminaría por llevar a la independencia nacional. Así, los mismos mexicanos contemporáneos de la primera edición se vieron forzados a constatar que el país retratado en el Ensayo no era ya del todo igual a aquel en que ellos mismos habían vivido un par de años antes, lo cual los estimulaba a discriminar entre las partes aún válidas del escrito y aquellas en que éste resultaba anticuado. En la primera generación de mexicanos lectores del Ensayo surgieron ya reflexiones hechas bajo este signo, con juicios sobre lo que aún daba vigencia a la obra y lo que había caducado. Orozco y Berra parece haber sido el primero en señalar la incidencia continua de este tipo de juicios entre los lectores del Ensayo, con lo que percibió el potenciador efecto del libro en cuanto a la conciencia del cambio histórico.

Si Orozco y Berra mostró una valoración ecuánime de Humboldt al aclarar el contenido y alcance de sus méritos en lo geográfico, sin soslayar el efecto interpelador de su obra en lo histórico, por esa misma época ocurría en México otra evaluación del Ensayo en la que los juicios respecto de su autor resultaban más desfavorables. Esta evaluación se refería a sus consideraciones optimistas sobre el volumen de riqueza de México.

Se ha señalado aquí la proverbial idea de riqueza nacional que la lectura del Ensayo había despertado en muchos mexicanos de la generación de la época de la Independencia, bien resumida por Alamán. Esta idea comenzó a ser criticada por autores de la generación siguiente, los que alcanzaron la madurez hacia el último tercio del siglo XIX, cuando pese a no vivirse ya una situación de conflicto político continuo el país no avanzaba suficientemente en lo económico. Escritores como Carlos Díaz Dufoo, Pablo Macedo, Manuel Fernández Leal y otros participaron en una labor de concientización encaminada a convencer a los mexicanos de que su país no era tan rico o no lo era a la manera como lo habían supuesto muchos tras la lectura del escrito de Humboldt. Ya se han presentado aquí reflexiones que intentan dar la verdadera dimensión de la responsabilidad de Humboldt al respecto. En lo que estos críticos tenían razón era en lo relativo a una cierta mentalidad popular mexicana marcada por la imagen de un país con atributos de cuerno de la abundancia, cuyas riquezas permanecían inertes o habían sido botín de saqueadores nacionales y extranjeros, sin que se cuestionara la certeza misma de la riqueza proverbial.

La crítica de la leyenda de la riqueza mexicana y de la parte que tocaría a Humboldt en su surgimiento fue realizada por economistas y por eso mismo se dirigió a señalar la importancia de factores como la formación de capital y recursos humanos, así como del desarrollo tecnológico que pudiera poner al país en un pie de competencia internacional. Estos eran aspectos que, en opinión de dichos autores, no se consideraban o tomaban en cuenta suficientemente cuando a partir del Ensayo de Humboldt se trazaban cuadros muy promisorios de las posibilidades económicas del país. El historiador norteamericano Richard Weiner ha contribuido en fechas recientes a un mejor conocimiento de esta crítica económica en la recepción del Ensayo en México, [33] empresa que se extiende, por cierto, hasta las primeras décadas del siglo XX. Weiner se ha referido a las diversas posiciones teóricas y de análisis económico que atacaron la creencia ingenua en un potencial de riqueza cuya explotación haría de México uno de los países más prósperos. Algunos de estos críticos afirmaron que aún si México contara con la abundancia de recursos y el potencial productivo sugerido por el Ensayo, esto no representaría ninguna bendición para el país, pues el bienestar auténtico no podía provenir de una abundancia de este tipo sino del trabajo, el saber, la tecnología y demás factores ajenos a la simple dotación natural de un territorio.

4. La recepción de Humboldt en el siglo XX: americanismo, crítica académica y polémica

La recepción de Humboldt en el México del siglo XX se tornó, como es natural, mucho más variada y abundante que como había sido en la centuria anterior. Varias de las modalidades de recepción antes expuestas pervivieron durante este siglo, aunque al paso del tiempo fueron perdiendo relevancia y adeptos. Así ocurrió, por ejemplo, con las discusiones sobre Humboldt y su parte en la consolidación del mito de la gran riqueza de México, así como con las exaltaciones hechas en función de la ejemplaridad científica del viajero, que lo hacían casi inmune a cualquier indagación sobre sus deudas intelectuales con otros, el peso de sus prejuicios en sus puntos de vista sobre la situación de Hispanioamérica o las limitaciones que su juventud o condición extranjera podían haber implicado en cuanto a aceptar valores y conductas ajenas a los propios. Tras algunas décadas aparecieron algunas reacciones críticas al hábito de hacer de Humboldt un objeto de elogios sin profundizar con cierto rigor en sus méritos precisos, tarea esta última que sí había sido emprendida, por ejemplo, por un Manuel Orozco y Berra.

Una de las vetas de la obra de Humboldt poco sondeada con cierto grado de profundidad hasta entonces había sido la relativa al aspecto estético de sus descripciones naturales. Obras como el relato de viaje o Relación histórica, así como sus consideraciones sobre la Geografía de las plantas, y desde luego Cuadros de la naturaleza, aparecidas en las primeras dos décadas del siglo XIX en francés, no habían sido motivo de un interés comparable al del Ensayo o Vistas de las cordilleras.[34] Esto cambiará en el siglo XX, cuando Manuel Moreno Sánchez publicó el breve ensayo Una teoría del paisaje mexicano (1953),[35] que sólo antecedió los numerosos estudios académicos que en medios diversos se publicarían en torno a las aportaciones estéticas de viajeros durante el siglo XIX.[36]

Otras de las vetas relegadas hasta entonces era lo relativo a su contribución al americanismo, esto es, a la conciencia de las implicaciones históricas y geográficas del existir en lo que se ha denominado el Nuevo Mundo o el Orbe Indiano. La lectura de los mexicanos se había concentrado en buena parte en el Ensayo y Vistas de las cordilleras porque eran las obras más enfrascadas con los temas de México. El relato del viaje americano de Humboldt, esto es, su Relación histórica, lo mismo que su Ensayo político sobre la isla de Cuba, parecen haber recibido poca atención, en general, en el México del siglo XIX. Incluso las referencias de Humboldt a la situación de otros países latinoamericanos en el Ensayo sobre México y en Vistas de las cordilleras eran más bien objeto de comentarios generales. No es extraño: el siglo XIX había sido el de la conformación de una historiografía orientada eminentemente a los orígenes y el destino de la nación.

Tocó al historiador Carlos Pereyra provocar un cambio a este respecto. Emigrado a España durante los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, Pereyra estudió a fondo la obra americana de Humboldt y se propuso revelar al público joven de lengua española la importancia del sabio.[37] A Pereyra le interesó ante todo una reivindicación de la América española frente a las incomprensiones continuas de los europeos, de ahí que se enfrascara con la persona y obra americana de Humboldt como medio idóneo para un doble rescate histórico: el del complejo hispanoamericano y el del propio viajero, que Pereyra consideraba injustamente olvidado. No se quiere decir aquí que Pereyra haya instrumentalizado a Humboldt para exaltar la cultura e historia latinoamericanas. Pereyra consideró más bien que el desarrollo moral y científico de Humboldt y el de Hispanoamérica habían quedado muy ligados, al grado de sostener que Humboldt sería el “genial fundador de la filosofía social en los países americanos”.

De atenernos a Pereyra, habría que hablar de una especie de “fenómeno Humboldt” cuyo rasgo más notable fue el enorme grado de empatía y simpatía surgidas del contacto del viajero con los hispanoamericanos, logro no repetido por ningún otro autor o viajero europeo. Nadie habría percibido y transmitido como él la parte entrañable y humana de los pobladores de Hispanoamérica. Ninguno habría puesto como él los elementos de una interpelación permanente a los hispanoamericanos que llevaría a éstos a preguntarse por sus realizaciones, retos, destino, etc. Esta percepción de Humboldt por Pereyra adquirió un claro carácter de revelación, algo natural en quien durante su juventud había sido un historiador positivista y ahora reaccionaba contra ese pasado intelectual para adoptar una línea opuesta.

Con el paso del tiempo fue en el medio académico donde el interés por Humboldt ganó importancia y se tradujo en investigaciones y publicaciones. Profesores e investigadores comenzaron a elucidar cuestiones como las aportaciones de Humboldt al surgimiento de disciplinas o campos científicos concretos, su huella en la auto-percepción de los hispanoamericanos, los méritos y peculiaridades del Ensayo y otros textos del viajero en tanto que fuentes históricas o interesantes para estudios históricos, sociales y humanísticos, etc. Significativamente, la academización de la recepción de Humboldt en México por estos años continuó mostrando hasta cierto punto la contradicción surgida en la segunda mitad del siglo XIX entre valoraciones positivistas, exaltadoras de la eminencia científica y del progresismo del sabio, y otras que, sin negar los aportes científicos de Humboldt, consideraban de más interés el tratar de cuestiones como la peculiar relación entre el viajero y México, los aspectos historiográficos de su obra o la recepción misma de Humboldt por los mexicanos. Esta última modalidad de aproximación a Humboldt empezaba a estar marcada por la influencia del historicismo (en el sentido del Historismus de Friedrich Meinecke), una corriente que por entonces ganaba mucha fuerza entre varios historiadores mexicanos tras el contacto con diversos académicos emigrados de España, seguidores de esta corriente.[38]

La aproximación historicista a Humboldt y su obra permitió interpretaciones más complejas y sofisticadas que las hasta entonces existentes, a un grado que por lo menos habría sido inimaginable para muchos de los comentaristas mexicanos de Humboldt del siglo anterior. Ante todo se buscó la comprensión del viajero y su obra desde la realidad histórica de América, es decir, desde lo que se denominaba la “estructura histórica del Nuevo Mundo” (Edmundo O’Gorman), la “americanidad hispánica” (Juan A. Ortega y Medina), etc. Con el paso del tiempo iban a surgir interpretaciones audaces que animarían la discusión e incluso la polémica. Antes de abordar esto último, sin embargo, parece conveniente abundar más en los principales trabajos académicos aparecidos por entonces en relación con Humboldt.

En el año de 1951 se publicó en México el libro La idea del descubrimiento de América. Historia de esa interpretación y crítica de sus fundamentos, del historiador Edmundo O’Gorman,[39] quien ahí explicaba cómo se había consolidado la idea de un Colón descubridor de América, no obstante los indicios de que grupos de europeos nórdicos y otras posibles procedencias habían estado en el Nuevo Mundo antes que él, para no hablar de que el mismo Colón nunca había sabido que la tierra pisada por él era un continente desconocido. O’Gorman mostró la aportación de Humboldt (el Humboldt del Examen crtítico de la geografía del Nuevo Continente y de Cosmos) para la fundamentación de la idea de un descubrimiento colombino, lo que le exigió exponer la visión de la historia del sabio y la cuidadosa manera en que éste había formulado sus argumentos para sostener que, pese a creer que había desembarcado en Asia, Colón debía quedar como el descubridor de América y su viaje al oeste como un gozne definitivo en la historia de la humanidad.

El estudio de O’Gorman marcó un hito en la historia de la recepción mexicana de Humboldt. Pereyra había hecho ya una aportación importante al alejarse del elogio convencional del hombre de ciencia y ensayar una aproximación más empática e interesada en la sensibilidad de Humboldt frente a lo cultural. Ahora O’Gorman presentaba a un Humboldt interesado en trazar paralelos entre la figura de Colón, supuesto descubridor de un continente en lo físico, y la suya propia como un redescubridor de ese mismo continente en lo científico, por lo que buscaba mostrar a un Humboldt de carne y hueso, movido por intenciones y hasta ambiciones personales en su quehacer científico. Era un Humboldt muy diferente del Humboldt de estatua y conmemoración de tantas versiones decimonónicas.[40]

Otra aportación importante tuvo lugar con las publicaciones universitarias conmemorativas del centenario de su muerte (1959), como los Ensayos sobre Humboldt,[41] escritos por historiadores y especialistas en campos como la arqueología, la geografía, la geología, la historia, etc., concentrados en aspectos muy precisos de la obra de Humboldt, una modalidad que reaparece en muchas de las ediciones conmemorativas del personaje y otras publicaciones similares de fechas recientes. En el caso de la conmemoración mexicana por el centenario de la muerte de Humboldt, ésta se vio seguida de un par de estudios amplios dedicados al viajero.

En 1960 apareció el libro Humboldt desde México,[42] de Juan A. Ortega y Medina, quien ahí presentó una historia de la recepción de Humboldt en México según se podía encontrar tanto en obras de historia, ensayos y estudios especializados, como en memorias conmemorativas o artículos periodísticos y folletinescos. Especialista en el género mismo de la literatura de viajes referida a México, Ortega y Medina no solamente expuso las diversas percepciones y valoraciones contenidas en el material referido. También delineó la dirección general que la recepción de Humboldt en México iba teniendo al momento en que escribía, con atención a los posibles rumbos futuros de la misma. Ortega y Medina constataba un cierto agotamiento de las aproximaciones positivistas y subrayaba la necesidad de profundizar más en los fundamentos filosóficos de Humboldt.[43] Discípulo y seguidor de O’Gorman, este autor transitaba por una senda historicista y prefería los estudios histórico-comprehensivos a los que situaban a Humboldt en el marco de una historia de la ciencia orientada exaltadora del descubrimiento de métodos, leyes, problemas de investigación, etcétera.

En 1962 aparece otra obra cuya importancia es aún patente: Humboldt y México, del también historiador José Miranda.[44] En lo fundamental, Miranda se propuso mostrar las convergencias en cuanto a apertura mutua de miras, fomento de la ciencia y expectativas prácticas que habían marcado el encuentro entre Humboldt y México, así como la profundidad y riqueza de la relación intelectual así surgida, cuya más acabada expresión había sido el Ensayo. El libro de Miranda tuvo gran importancia en cuanto que se encaminó ya a un nuevo tipo de cuestionamiento sobre Humboldt. Miranda resaltó el tino sociológico de Humboldt al identificar aspectos negativos de la convivencia social en México que no tenían trazas de desaparecer, antes bien cabría pensar que estaban en proceso de volverse estructurales. Respecto del estudio económico de México incluido en el Ensayo, Miranda ensanchaba miras y refutaba ya frontalmente, con base en evidencias históricas, la función de señuelo que esa obra podría haber tenido para atraer, en las primeras décadas del siglo XIX, una serie de inversiones extranjeras en minería que no dieron fruto:

...Humboldt puede descansar con la conciencia tranquila: mediante su intervención o sin ella, es decir, de todas maneras hubiera habido inversiones inglesas en las minas de México; y de no haber existido el Ensayo político, otra obra hubiese sido buscada o preparada para realizar la función de señuelo que interesaba a los empresarios mineros de Gran Bretaña.[45]

Por lo que toca a la cuestión del mito de la riqueza creído por los mexicanos, Miranda no formula conclusiones tan tajantes pero hace ver que en el Ensayo la cuestión de la prosperidad supone atender continuamente a la situación social, así como que los mismos contemporáneos mexicanos de Humboldt, como Ortiz y Alamán, tenían conciencia de algunas deficiencias estadísticas en la obra.

Finalmente, un tercer resultado importante de los estudios de historiadores sobre Humboldt, tras la conmemoración del centenario de su muerte, fue la edición en 1966 del Ensayo para la casa Porrúa por el ya mencionado Ortega y Medina, que aún en la actualidad es la más consultada y difundida en el país.[46] Además de proveer al texto con un prólogo amplio, un cuerpo de notas abundante y una serie de mapas y perfiles geológicos transversales, Ortega y Medina ofreció una bibliografía de las fuentes empleadas por Humboldt en su escrito, tanto impresas como manuscritas. Este listado de fuentes ha despertado el aprecio hacia esta edición por parte de muchos estudiosos de la economía y la administración del México de la era borbónica y de los inicios de la independencia. Son innumerables los estudios en que se le cita como fuente, pese a que en el siglo XX aparecieron otras ediciones del Ensayo, según se ha mencionado ya.

Algo de la edición de Ortega y Medina que no puede pasar sin mención, es la actitud crítica mostrada en su prólogo respecto de algunas acciones y rasgos de carácter de Humboldt, lo cual ha sido motivo de polémica. Particularmente conocida y comentada ha sido la desaprobación de Ortega y Medina a la desenvuelta manera en que Humboldt comunicó varias de sus informaciones geográficas sobre México a Thomas Jefferson y otras personas que encontró en Estados Unidos, donde se detuvo brevemente tras residir cosa de un año en México y hacer una escala de viaje en Cuba.[47] Ortega y Medina sostuvo que una información como esa no podía sino alimentar la codicia territorial de los vecinos del norte, cuyas miras expansionistas a costa de México debieron de ser ya del conocimiento de Humboldt, quien así daba prueba de una gran locuacidad y una falta de discreción que traicionaba la confianza con que los novohispanos le habían permitido conocer los datos relativos a la geografía de su país. También formuló Ortega y Medina críticas a expresiones soltadas por Humboldt al mediar hacia 1855 en un conflicto diplomático entre Brasil y Venezuela,[48] a lo que se sumó su afirmación de que la mayoría de los esquemas y logros científicos de Humboldt habían sido superficiales y perecederos, y no despertaban ya la adhesión o seguimiento entre los científicos actuales.[49]

Ortega y Medina marcaba un hito al formular este tipo de críticas y mostrar a Humboldt bajo una luz que no era la prevaleciente en las valoraciones previas, a menudo panegiristas y a veces hasta hagiográficas. Antecedido en este ánimo desmitificador un tanto acre por el también historiador Daniel Cosío Villegas,[50] Ortega y Medina decidió contrabalancear los cúmulos de elogios que habían proliferado en la recepción mexicana de Humboldt durante casi dos siglos. Al redactar su libro Humboldt desde México, Ortega y Medina había constatado que buena parte de lo escrito por Humboldt, incluso en el tan elogiado Ensayo sobre México, simplemente permanecía desconocido o no profundizado por los mexicanos, de ahí que en su país (acaso sucediera lo mismo en otros países latinoamericanos) cierto automatismo hacia el elogio irrestricto imposibilitaba el análisis crítico indispensable para una evaluación más profunda.

La ofensiva crítica de Ortega y Medina respecto del personaje y la obra de Humboldt despertó una réplica, no inmediata pero tampoco muy postrera. El poeta y profesor universitario Jaime Labastida publicó en 1975 un libro sobre Humboldt en que manifestó su desacuerdo con los juicios de Ortega y Medina y otros de los estudiosos universitarios de Humboldt respecto de los méritos y deméritos de este último.[51] Los argumentos expuestos entonces por Labastida pueden ser resumidos así: 1) los logros científicos de Humboldt en ciencia natural no debían ser dados por superficiales y anacrónicos, como lo hacía Ortega y Medina, pues bastaba consultar textos de historia de la ciencia para encontrar reconocimientos generosos a la labor científica de Humboldt, 2) la censura al viajero por haber mostrado sus materiales geográficos a los políticos de la Unión Americana adolecía de exageración y mostraba una tónica nacionalista impertinente, 3) los estudiosos universitarios de Humboldt minimizaban los méritos del viajero para así exaltar el nivel científico de los sabios y científicos mexicanos contemporáneos a él, es decir, de aquellos que éste había conocido y de los que había recibido información y apoyo al encontrarse en México, 4) algunos aspectos importantes de la obra y la persona de Humboldt eran penosamente ignorados o distorsionados: se le atribuía un deísmo que en realidad era ateísmo, se soslayaban sus aportaciones a la ciencia de la antropología, etc.

En gran medida, las críticas enderezadas por Labastida contra Ortega y Medina y otros académicos estudiosos de la obra de Humboldt seguían la senda trazada por el profesor francés Charles Minguet, autor del libro Alejandro de Humboldt: historiador y geógrafo de la América española (1799-1804),[52] quien las había expresado casi íntegramente iguales, si bien de una manera un poco más cordial –o en todo caso menos beligerante. Si se le enmarca en la historia de la recepción de Humboldt en México, la posición de Labastida iba más bien por la línea de recepción positivista, exaltadora en las capacidades científicas de Humboldt y desinteresada en continuar los ensayos hermenéuticos o empáticos que un Pereyra, un O’Gorman o un Ortega y Medina habían ofrecido. Estos estudiosos habían abierto la discusión sobre los presupuestos culturales, filosóficos o simplemente intelectuales que explicarían los alcances y limitaciones de la comprensión de Hispanoamérica por parte de Humboldt, así como los correspondientes alcances y limitaciones en la operación comprensiva contraria, es decir, en el esfuerzo de los mexicanos por entender a Humboldt (lo tratado por Ortega y Medina en Humboldt desde México). Para Labastida, las críticas a la manera de Ortega y Medina respecto de Humboldt traslucían una irreverencia inaceptable, sino es que el franco maltrato a un sabio eminente, algo que seguramente le parecería tanto más irritante en cuanto que un estudioso europeo como Minguet exaltaba a Humboldt, al grado de considerarlo, por ejemplo, el fundador de la antropología moderna.[53]

En una réplica a lo expresado por Labastida, Ortega y Medina se refirió a la posición de éste como “malinchista”, esto es, desdeñosa por principio de lo que sus compatriotas pudieran pensar y publicar sobre Humboldt y exaltadora en cambio de los aportes extranjeros.[54] Aunque no era el único que había sido objeto de las críticas de Labastida (también lo habían sido José Miranda, Rafael Moreno y otros de los autores de Ensayos sobre Humboldt), sí fue él quien decidió responder de manera amplia y directa a tales señalamientos. Concedió la pertinencia de abrir nuevos frentes sobre cómo entender a Humboldt, ya fuera por el lado de la antropología o la perspectiva innovadora que se quisiera. Sin embargo, mantuvo sus puntos de vista sobre el bajo perfil de Humboldt cuando se confrontaba su obra con los parámetros modernos de la ciencia física, al tiempo que insistió en que el Ensayo no habría podido ser escrito sin el apoyo informativo de los científicos locales, lo que hacía legítimo que los mexicanos vieran en este escrito no un logro exclusivo del viajero sino un fruto del intercambio intelectual mantenido entre éste y los sabios del país. También afirmó la legitimidad del enojo mexicano por la exhibición de materiales geográficos en el vecino país del Norte, así como que el calificativo deísta era adecuado para el Humboldt científico y filosófico, cuya indiferencia en asuntos religiosos, por otra parte, no había sido ocultada en su prólogo.

5. Conclusiones

Como se habrá apreciado, el presente ensayo se ha referido fundamentalmente a aquel tipo de recepción en que la obra y figura de Humboldt ha representado una interpelación respecto de lo que México ha sido, es y puede llegar a ser, de acuerdo con la temática del Simposio sobre Humboldt celebrado en Berlín entre el 8 y 10 de junio de 2009. No se ha pasado revista a otras expresiones de la recepción de Humboldt en que la obra de este autor ha importado como una mera fuente de información o como un modelo de investigación científica, ya sea en el campo de las ciencias naturales [55] o bien de las ciencias sociales o humanidades

Algo que llama precisamente la atención es el hecho de que en últimas fechas casi no ha habido publicaciones, conferencias o polémicas que representen una novedad respecto de lo que anteriormente se había expresado respecto del binomio Humboldt y México.[56] La discusión entre Labastida y Ortega y Medina fue el último episodio en que se contrapusieron esos dos grandes modelos comprensivos que se consolidaron hacia la segunda mitad del siglo XIX y que tuvieron repercusión en la forma de valorar y entender la obra de Humboldt en relación con el pasado, presente y futuro de México.[57] ¿Significa esto que la producción de Humboldt sobre México no generará más estudios, reflexiones y expectativas que incidan en la manera en que los mexicanos entienden su pasado, presente y futuro? [58]

Por fortuna, mucho indica que la respuesta a este último interrogante no tiene por qué ser forzosamente negativa. Dado que la perspectiva fundamental de la presente reseña sobre la recepción de Humboldt en México ha sido histórica, en esta misma tónica se ofrecen aquí elementos que mueven a albergar un cierto optimismo.

Desde luego, uno de los factores contextuales que mueven a pensar que la persona y la obra de Humboldt volverán a atraer una atención renovada en México, es la situación de transformación profunda que se ha dado en el mundo durante los últimos 20 años y que ha modificado radicalmente el mapa político, económico y cultural del planeta. Buena parte de los afanes de Humboldt al presentar el reino de Nueva España en su Ensayo se dirigieron a señalar la importancia de esta entidad en una época de cambio profundo, la era en que los ideales políticos se vieron alterados por la Revolución francesa y los esquemas de bienestar por planteamientos como los de Adam Smith, Robert Malthus y los fisiócratas.

Humboldt hizo ver, particularmente en las partes finales del libro III del Ensayo,[59] que en una época de expansión comercial y demográfica la inserción de México en el hemisferio norte de América lo situaba en un punto clave de la expansión en marcha. Como punto intermedio entre dos continentes y como sede de instituciones científicas de importancia, México podía ver incrementados su prosperidad y su rango internacional, de acuerdo con Humboldt, si en él se establecía la comunicación interoceánica, se permitía un comercio más libre y se mantenía en pie el fomento a la ciencia.

De alguna manera, el tema de Humboldt respecto de México se ha replanteado en la actualidad, toda vez que los ya mencionados procesos de cambio económico y político que han reformulado las relaciones entre los países y los continentes. Al mismo tiempo, México sigue afrontando el reto de conseguir una prosperidad generalizada y duradera, con base en progresos y recursos propios, sobre todo de tipo político y moral, más allá de los cambios exteriores que le sean favorables o desfavorables. Dado que el Ensayo de Humboldt atiende continuamente al punto de la prosperidad adoptando perspectivas comparativas y de integración geográfica, su interés y relevancia para las generaciones jóvenes de mexicanos está garantizado. Algo parecido puede decirse de Vistas de las cordilleras y las demás obras con referencia al pasado prehispánico de México en cuanto que, como Humboldt lo previo, los avances materiales que este país pueda ir experimentando no parecen disociables de los que ocurran a nivel de su cultura y civilización en general, la cual supone un conocimiento e interés por el propio pasado y el conglomerado cultural del que se forma parte, en este caso el hispanoamericano. Desde este punto de vista, el Ensayo y las Vistas de las cordilleras convergen cada vez más en el interés e importancia que pueden merecer en el México de estos días y de los que vendrán.


 

[1] Publicadas de manera incompleta por el escritor y publicista Carlos María de Bustamante en el Diario de México en 1807 y por Ontiveros a manera de folleto en 1822. Tras ediciones igualmente fragmentarias e imprecisas por la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística en su Boletín (1869) y en el periódico La Voz de México (1886), apareció una primera edición más completa y rigurosa a cargo de Miguel S. Wionczek, costeada por la Dirección General de Estadística de México (1970), intitulada Tablas geográficas políticas del reino de Nueva España y correspondencia mexicana. Recientemente se publicó, en edición de José Moreno de Alba, un facsímil de lo que dicho editor juzga ser una copia del manuscrito que Humboldt entregó al virrey José de Iturrigaray en 1804.

[2] Hubo una edición en gran formato en 2 volúmenes, por entregas, que consigna como fechas de publicación 1807-1811, acompañada de un Atlas aparte, de folios, con 20 mapas, que es la correspondiente a la gran edición del Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente (vols. XXV y XXVI). Simultáneamente (1811) apareció una edición de menor tamaño, en 5 volúmenes, también por cuenta de Schoell en París. Una segunda edición, con algunos añadidos, se publicó por Renouard, en París, entre 1825-1827, en 4 volúmenes. Una edición completa en español apareció pronto (1822), como se especificará más adelante.

[3] De manera ostensible el Ensayo es ante todo un estudio estadístico, geográfico y económico del México de las postrimerías de la era colonial. Sin embargo, las constantes observaciones de Humboldt respecto de la historia, la sociedad, la etnografía y otros aspectos del país hacen de ésta una obra de carácter marcadamente integral.

[4] Alejandro de Humboldt, Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, ed. Juan A. Ortega y Medina, México, Porrúa, 1978 (Sepan cuántos,...39), p. 4.

[5] Estela Guadalupe Jiménez Codinach, México en 1821: Dominique de Pradt y el Plan de Iguala, México, Caballito: Universidad Iberoamericana, Departamento de Historia, s.a.;Edmundo O’Gorman se refiere al importante caso de la influencia de De Pradt en las ideas del independentista Servando Teresa de Mier en su prólogo a la compilación de obras de este último: Servando Teresa de Mier, El heterodoxo guadalupano, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1978, p. XXII.

[6] El político e historiador Lucas Alamán escribió en 1824 que los conocimientos difundidos por Humboldt “hacen formar un cabal concepto de lo que podrá ser México bajo una buena y liberal constitución, por tener en su seno los elementos todos de prosperidad...[y así han contribuido] no poco a avivar el espíritu de independencia que germinaba en muchos de sus habitantes y a despertar a otros del letargo en que los tenía una dominación extraña”, apud. José Miranda, Humboldt y México, México, Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, 1995, p. 203.

[7] Lucas Alamán, Historia de México, México, Jus, 1986, I, p. 96 (el original es de 1849).

[8] Publicó Resumen de la estadística del Imperio Mexicano, México, Imprenta de Doña Herculana del Villar, 1822, y posteriormente México considerado como nación independiente y libre, o sea algunas indicaciones sobre los deberes más esenciales de los mexicano, Burdeos, Imprenta de Carlos Lawalle Sobrino, 1832.

[9] La estrecha zona del sureste de México por la que se podía hacer la comunicación interoceánica que desde bastante tiempo atrás se venía procurando para incrementar el comercio con Europa y Asia.

[10] Muy significativo es el pasaje del Ensayo en que Humboldt compara la capacidad de producción de substancia alimenticia del suelo de México y el de otras partes, Humboldt, Ensayo, p. 243. 

[11] Véase, por ejemplo, cómo en el Ensayo, libro II, capítulo 6, dedicado a las diferencias de castas y a las peculiaridades de los indígenas americanos, Humboldt atiende alternativamente a los aspectos físicos y morales que explican la situación de los naturales del continente, en ibidem, p. 51-76. Los aspectos morales ahí tratados respecto de los indios son las capacidades intelectuales, la situación anímica y el tipo de talante político de estos últimos.

[12] Así, en ibidem, p. 95: “Un gobierno ilustrado en los verdaderos intereses de la humanidad podrá propagar las luces y la instrucción, y conseguirá aumentar el bienestar físico de los colonos, haciendo desaparecer poco a poco aquella monstruosa desigualdad de derechos y fortunas; pero tendrá que vencer inmensas dificultades cuando quiera hacer sociables a los habitantes y enseñarlos a tratarse mutuamente como conciudadanos.”

[13] Advertencia particularmente clara en el discurso inaugural de su ya mencionado libro México considerado como nación independiente y libre.

[14] María del Carmen Ruiz Castañeda, “El pensamiento social de Humboldt y su repercusión en México”, en Ensayos sobre Humboldt, México, Universidad Nacional Autónoma de Mëxico, 1962, p. 175-200, trata de la influencia de las ideas de Humboldt entre varios pensadores y políticos mexicanos de la primera mitad del siglo XIX.

[15] Particularmente entre los viajeros anglosajones trasladados a México poco después de la Independencia surgió un gran interés por el potencial económico de México. Véase Juan A. Ortega y Medina, México en la conciencia anglosajona, México, Antigua Librería Robredo, 1955. Sin embargo, también hubo relaciones de viaje alemanas que reflejaron este interés, como lo muestra Brígida Margarita von Mentz de Boege en México en el siglo XIX visto por los alemanes, México, Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, 1982. Para el caso de los franceses, puede verse Nancy Nichols Baxter, The French Experience in Mexico, 1821-1861: A History of Constant Misunderstanding, Chapel Hill, The University of North Carolina Press, 1979, p. 15-20.

[16] Estos viajeros fueron contemporáneos de Humboldt. Arthur Young, inglés, viajó por Francia, en tanto que el francés Bourgoing lo hizo por España, y ambos publicaron los resultados de sus observaciones en dichos países.

[17] El editor fue Vicente García Torres.

[18] Juan A. Ortega y Medina, Humboldt desde México, México, UNAM, 1960, p. 65-73.

[19] La actitud de homenaje a Humboldt incluyó la promulgación de un decreto por el gobierno liberal de Juárez que lo declaraba Benemérito de la Patria el 29 de junio de 1859, poco después de la muerte del sabio.

[20] Ibidem, p. 60-84

[21] Ibidem, p. 58.

[22] Ramírez afirmó que “desde aquella época [de la visita de Humboldt en México] la nación entera humboldtiza”, ibidem, p. 82.

[23] Editada en Barcelona y México por F. J. Parrés y Cía., en 18 volúmenes en 20 tomos.

[24] Ortega y Medina, Humboldt desde México, p. 59.

[25] La comparación en cuestión tiene lugar en la parte final del tomo XIII de la Historia de Zamacois, donde éste hace una recapitulación general y extensa de los aspectos positivos del dominio colonial de España en México. Las citas del Ensayo de Humboldt abundan en este segmento de la obra.

[26] Obra que se publicó originalmente en dos volúmenes en París por Schoell en 1810, con ediciones subsecuentes por la Librerie Grecque-Latine Allemande, también en París, en 1812 y 1816. La obra se editó en español como Sitios de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas de América, traducida por Bernardo Giner, en Madrid por la Imprenta Gaspar, en 1878. En México, la obra no aparece hasta la edición hecha por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, bajo el título de Vistas de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas de América, en 1974, con traducción e introducción de Jaime Labastida, versión reeditada por la editorial Siglo XXI en 1980 y 1995.

[27] En México hubo dos ediciones en español de esta obra en el año de 1844, de las cuales una, la de las prensas de Vicente García Torres, incluyó notas de Lucas Alamán y José Fernando Ramírez, junto con la traducción de José María González de la Vega.

[28] Benjamin Keen, The Aztec Image in Western Thought, New Brunswick y New Jersey, Rutgers University Press, 1971, p. 334-336. La discusión sobre este punto involucraría, ya en el siglo XX, a Ignacio Bernal, Miguel León Portilla, Justino Fernández y Paul Kirchhoff, todos ellos (salvo Fernández) colaboradores en los ya citados Ensayos sobre Humboldt. La opinión de Fernández, en su prólogo a Carlos Nebel, Viaje pintoresco y arqueológico sobre la parte más interesante de la República Mexicana en los años transcurridos desde 1829 hasta 1834, México, M. Porrúa, 1963. Es interesante señalar que Chavero mostró ya interés por esta cuestión, la cual, sin embargo, le importó más en función de los obstáculos que el difusionismo podía oponer a la reivindicación de una autonomía cultural nacional que de la interpretación científica neutral, como lo muestra Ortega y Medina en Humboldt desde México, p. 96-97.

[29] En sus Apuntes para la historia de la geografía en México, México, Imprenta de Francisco Díaz de León, 1881, p. 334-343, en un breve capítulo dedicado especialmente a Humboldt

[30] Ibidem, p. 339.

[31] Ibidem.

[32] En realidad, los especialistas piensan que la edición referida empezó a aparecer efectivamente en 1808. Hanno Beck, en su comentario a la reciente edición alemana del Ensayo por la Wissenschaftliche Buchgesellschaft de Darmstadt (Alexander von Humboldt, Mexico-Werk. Politische Ideen zu Mexiko. Mexikanische Landeskunde, 1991, p. 536), explica que la historia de la recensión de la obra, así como las entregas de la misma, permiten deducir esta última fecha.

[33] Richard Weiner, “El declive económico de México en el siglo XIX: una perspectiva cultural”, en Signos históricos (2004) No. 12, p. 69-92; y “Carlos Díaz Dufoo’s Critique of the Humboldtian Narrative of Mexico’s Legendary Wealth”, ponencia presentada en el Congreso Internacional de Historia Económica organizado por la Asociación Mexicana de Historia Económica, en la ciudad de México en 2004 (se le puede consultar en línea: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=34401203&iCveNum=1327).

[34] Aunque Ignacio Ramírez sí había hecho mención y elogio del efecto pictórico de las descripciones de Humboldt cuando éste se proponía transmitir sus “cuadros de la naturaleza”, Ortega y Medina, Humboldt desde México, p. 184-185.

[35] Apareció en Filosofía y Letras (1953), No. 51-52, p. 191-202.

[36] Ejemplos de estos estudios, en el Catálogo de la exposición mostrada en la ciudad de México en 1996 sobre Viajeros europeos del siglo XIX en México, México, Fomento Cultural Banamex, 1996.

[37] Carlos Pereyra, Humboldt en México, Madrid, Editorial América, s.a.

[38] Sobre los representantes españoles y mexicanos del historicismo en México, Álvaro Matute, El historicismo en México. Historia y antología, México, Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, 2002, p. 33-62.

[39] Editado por el Centro de Estudios Filosóficos de la Universidad Nacional Autónoma de México.

[40] Observó O’Gorman en ese libro, por ejemplo, que “...para Humboldt solamente es verdadero descubridor quien sepa llevar a cabo la apertura del campo de observación científica, sabiendo a su vez anunciar a la humanidad la buena nueva de la existencia de un ignorado girón cósmico, pero ignorado como objeto nuevo de la contemplación beata y desinteresada del mundo exterior…” (op. cit., p. 299-300), y dejó así ver cómo Humboldt proyectó en Colón atributos de descubridor que él mismo tenía en grado sumo y por los que podía difundir un paralelo entre el navegante genovés y su persona.

[41] Éstos aparecieron tres años después del centenario, en 1962, editados también por la UNAM.

[42] Vide supra nota 18.

[43] “Todo parece indicar que el abordaje futuro de Humboldt tiene que hacerse por la banda filosófica; que hay que partir de la concepción del mundo que saturaba el espíritu de Humboldt, que correspondía perfectamente a la de su mundo en torno; y que hay que verlo a la luz de la filosofía de su tiempo. Humboldt, sabido es, aborrecía a la filosofía; pero su Cosmos es la síntesis más genial del pensamiento científico y humanístico gracias a la concepción filosófica que informa y rige a la obra”, Ortega y Medina, Humboldt desde México., p. 288.

[44] Editado por la UNAM. Reeditado en 1995 por el Instituto de Investigaciones Históricas de esa misma universidad.

[45] Miranda, Humboldt y México, p. 201.

[46] Reproduce la traducción del español Vicente González Arnao, publicada originalmente en París, por Casa de Rosa, en 1822, la edición que con el tiempo se impuso como la más citada y valorada en el medio de habla hispana en el siglo XIX. No incluye la “Introducción geográfica” o “Análisis razonado del Atlas de la Nueva España”, que Humboldt había añadido a la edición original francesa en 8o. En México y París se reprodujo esta versión en la edición de la Viuda de Bouret, con estudio preliminar de Luis González Obregón, de 1918. También fue importante la edición del Ensayo por Vito Alessio Robles para la casa de P. Robredo, en 1941 (la que más se usaba y citaba antes de la de Ortega y Medina). Previa a todas estas ediciones mexicanas fue la de Jalapa, por Ediciones Ruiz, 1869-1870, en 3 volúmenes. Una reedición facsimilar reciente de la edición en español de 1822, con prólogo actual de Horacio Labastida, fue publicada por Miguel Ángel Porrúa y el Instituto Cultura Helénico en 1985.

[47] “Prólogo” de Ortega y Medina a Ensayo de Humboldt, p. XV-XXII.

[48] Ibidem, p. XXIV. Humboldt habría confesado alguna vez el haber decidido a favor de Brasil por su deseo de obtener la condecoración que este país podía darle en ocasión de un fallo de ese tipo. Ortega y Medina toma esta información del libro de Victor Wolfgang von Hagen, Grandes naturalistas en América. Sudamérica los llamaba, México, Grijalvo, 1957, p. 196.

[49] Ortega y Medina, Prólogo a Humboldt, Ensayo, p. X-XII.

[50] En Extremos de América, México, Fondo de Cultura Económica, 1949, p. 95-98, Cosío Villegas había señalado las limitaciones de Humboldt en su estudio económico de México. La línea de la crítica de este autor iba en el sentido de los desmitificadores de la gran riqueza mexicana.

[51] Se trata de Humboldt, ese desconocido, México, sep-setentas, 1975 (sepsetentas, 197).

[52] Original francés de 1969. Hay edición en español por la UNAM en 1985.

[53] Charles Minguet, Alejandro de Humboldt, historiador y geógrafo de la América española (1799-1804), trad. Jorge Padín Videla, México, UNAM, 1985, II, p. 37-47.

[54] La respuesta de Ortega y Medina a Labastida en Historia mexicana (1976), Vol. XXV, p. 423-454.

[55] En este campo hubiera sido preciso hablar del importante libro de Rayfred Lionel Stevens-Middleton, La obra de Alexander von Humboldt en México, fundamento de la geografía moderna, México, Instituto Panamericano de Geografía y Estadística, 1956. Si bien el autor es norteamericano, la obra fue publicada en México y alcanzó importante difusión en este último país.

[56] Hay que mencionar, sin embargo, esfuerzos en el sentido de difundir la obra e ideas de Humboldt entre el público general, como los de Claudia Canales, El barón trashumante: Alexander von Humboldt, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/PANGEA, 1994, y Jaime Labastida, Humboldt, ciudadano universal, México, Siglo XXI, 1999 (recopilación de artículos ya antes publicados).

[57] Por ofrecer una perspectiva un tanto diferente, resulta de interés el prólogo de Miguel S. Wionczek en la edición citada en la primera nota de este texto, intitulado “El Humboldt universal y el Humboldt mexicano”.

[58] En las compilaciones de estudios o ensayos sobre Humboldt compilados por Leopoldo Zea y Mario Magallón para la colección “Latinoamérica. Fin del milenio”, editada en México en 1999 por el Fondo de Cultura Económica y el Instituto Panamericano de Geografía e Historia, se han reproducido varios escritos ya publicados con anterioridad, añadiéndose algunos pocos nuevos o no muy conocidos en fechas previas. Los títulos en cuestión son De Colón a Humboldt (11),El mundo que encontró Humboldt (12) y Humboldt en México (13).

[59] Humboldt, Ensayo, p. 202-224.

 

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