Gespiegelte Fassung der elektronischen Zeitschrift auf dem Publikationsserver der Universität Potsdam, Stand: 20. April 2010
Originalfassung zugänglich unter http://www.hin-online.de

HiN - Internationale Zeitschrift für Humboldt-Studien (ISSN: 1617-5239)

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Ottmar Ette

Entre mundos
vías de Alexander von Humboldt hacia la conciencia universal

Zusammenfassung

Alexander von Humboldt (1769-1859), der es in einem spektakulären Brief aus Sibirien an seinen Bruder Wilhelm im Juli 1829 ablehnte, die Leitung des heute so genannten Alten Museums auf der Berliner Museumsinsel zu übernehmen, ließ sich zeit seines Lebens von keiner Institution fesseln. Sein Denken wie sein Schreiben, das sich über sieben Jahrzehnte und damit drei Generationen von Wissenschaftlern entwickelte, lebte von seinen Reisen, die ihm eine Wissenschaft aus der Bewegung, in stetiger Mobilität, ermöglichten. Auch in der Geschichte ging es ihm nicht um das Geschichtete, sondern um das Gerichtete. Die ebenso empirisch wie ethisch fundierte Humboldtsche Wissenschaft entfaltete ein neues Verständnis des Systems Erde auf der Grundlage einer relationalen Logik: Alles ist Wechselwirkung. Der Beitrag beleuchtet die geschichtliche Genese von Humboldts Denken, stellt seine Lesewelten, seine Kartenwelten und seine Sprachwelten im Kontext beschleunigter Globalisierung dar, fragt aber auch nach den Herausforderungen der Humboldtschen Lebenswissenschaft für das 21. Jahrhundert.

Resumen

Alexander von Humboldt (1769-1859), quien en su espectacular carta escrita en junio de 1829 desde Siberia y dirigida a su hermano Wilhelm rechazara contundentemente el cargo de director del hoy llamado Altes Museum en la isla de los Museos, nunca permitió que le encadenaran a institución alguna. Tanto su pensamiento como su escritura que se desarrollaron a lo largo de tres décadas y acompañaron el quehacer de tres generaciones de científicos, se alimentaban de sus viajes que le permitieron crear una ciencia desde el movimiento y en constante movilidad. En cuanto a la historia, no le interesaba lo acumulado, sino lo acomodado. La ciencia humboldtiana, fundada tanto empírica- como éticamente, desenvolvió una nueva forma de comprender el sistema “tierra” sobre la base de una lógica relacional: todo es acción recíproca. La presente contribución dilucida el devenir histórico del pensamiento de Humboldt, pone de relieve sus mundos de lectura, sus mundos cartográficos y sus mundos de la lengua en el contexto de la globalización acelerada y asimismo plantea los retos y desafíos de una ciencia de la vida humboldtiana en el siglo XXI.

* * * 

Entremundos

Aquellos siglos, en los que sale a la luz la vivacidad del movimiento espiritual, le ofrecen al observador la oportunidad de percatarse de esa ineludible aspiración por alcanzar una meta determinada. Es la energía ejecutora de esta aspiración la que le confiere la sensación de grandeza y resplandor. Poco a poco han acaparado la atención de los espíritus la sucesión ininterrumpida de descubrimientos geográficos, los efectos de noble entrega y empeño comunitarios de las naciones portuguesas y castellanas, una continua lucha sangrienta a causa de grandes divergencias religiosas; movimientos políticos, cuyo objetivo final es la transformación de las condiciones sociales, y les ha impuesto una fisionomía individual a ciertos períodos temporales específicos.

El siglo XV, al que le dedicaré mi atención en esta obra, es importante, pero apenas logra abarcar un punto culminante en la escala del progreso cronológico de la razón humana. En medio de dos especies de civilización, diferentes entre sí, vemos asimismo un entremundo, que a la vez pertenece a la Edad Media y a la época moderna. El siglo XV es la era de los descubrimientos sobresalientes en el espacio, de vías nuevas, que servían para la vinculación entre los pueblos, de las percepciones muy tempranas de una geografía física que abarcaba todas las latitudes y longitudes. Si este siglo ha «duplicado las obras de la creación» para los habitantes de nuestra vieja Europa, por otro lado no se puede negar, que la proximidad a una masa tan enorme de objetos nuevos ha ofrecido poderosos resortes a las fuerzas racionales y sometió casi imperceptiblemente las opiniones, las leyes y las condiciones del derecho público de los pueblos a radicales cambios. [1]

Con estas escogidas palabras, Alexander von Humboldt comienza el «Proemio» a su obra fechada en noviembre de 1833; íncipit que reúne las diversas versiones y aspectos de su pensamiento e introduce aquella pieza final con la que culmina su Opus Americanum. El gran erudito, que naciera en Berlín en 1769, no se ocupa solamente de la geografía de la vegetación, iniciada por él y de los más diversos cuadros de la naturaleza, de los aspectos botánicos, zoológicos, geológicos y geomorfológicos, climatológicos y (en el sentido moderno) geoecológicos. En sus cuadros de la cultura, tampoco se limita al estudio de las culturas y los pueblos indígenas tan diferentes entre sí o a los desafíos políticos y económicos nacionales de los incipientes estados de aquella porción de tierra que hoy día denominamos América Latina. Corresponde más bien a un apremio interior del pensamiento y de la escritura humboldtianos, que el autor de Ansichten der Natur y de Ansichten der Kordilleren und Monumente der eingeborenen Völker Amerikas se dedicara, tal y como lo demuestra la cita que introduce nuestro texto, con tal vehemencia a aquel período histórico que podemos considerar la primera fase de la globalización acelerada. No solamente tenía en mente el espacio, sino también las nuevas vías, no únicamente los descubrimientos, sino asimismo las transformaciones que resultaban de ellos: en la escala planetaria todo está vinculado con todo y se encuentra en movimiento.

El Examen critique es una clave, quizá la clave más adecuada para poder comprender la obra completa. Lo que en un inicio sólo se había concebido y creado como una parte explicativa de la lujosa obra cartográfica del Atlas géographique et physique des régions équinoxiales du Nouveau Continent, bajo el cuidado del propio Humboldt creció con cada una de las entregas entre abril de 1834 y agosto de 1838 hasta convertirse en la parte más fascinante de su gigantesca obra de viaje, que el menor de los hermanos Humboldt pudo editar en – según se les cuente – 30 grandes folios, numerosas ediciones de menor tamaño y traducciones y asimismo en incontables escritos y tratados entre 1805 y 1838. Después de tres décadas de investigación y escritura, Alexander von Humboldt tenía tal dominio de la materia que la pudo conjuntar históricamente en su colosal Voyage aux régions équinoxiales du Nouveau Continent. No se le olvidaron tampoco sus propios senderos y más aún los propios movimientos. Alexander von Humboldt, quien había compilado Examen critique se encontraba, a los 65 años de edad, en el cenit de su saber, de su pensamiento y del arte de su escritura.

Las palabras programáticas apostadas en el umbral de su obra Examen critique de l’histoire de la géographie du Nouveau Continent et des progrès de l’astronomie nautique aux quinzième et seizième siècles, redactada en francés y publicada en París, desde el principio describen su objeto histórico como un entremundo. Y de hecho, a Cristóbal Colón se le había «atravesado» algo en su intento por llegar a la India navegando siempre con rumbo a Occidente: América. Y no sólo eso: entre la Edad Media y los tiempos modernos, una época más nueva en el sentido de nuestra modernidad, el siglo XV y XVI inauguran para Humboldt aquel espacio histórico, geográfico y espiritual, dentro del que la vivacidad y el movimiento intelectual iban a crear el ámbito del saber, que iría a ser fundamental para el mundo de la modernidad.

Humboldt desarrolla con ello el espacio de movimientos de una historia, que se nos revela tanto en los menesteres históricos como en las sobrecogedoras posibilidades surgidas muchas veces por el azar, no sólo entre dos siglos y dos épocas históricas, sino desde el punto de vista trasatlántico entre la Europa «vieja» y un mundo, en los ojos de los europeos «nuevo», por serle desconocido al pensamiento occidental. Si el viaje que realizara conjuntamente con Aimé Bonpland de 1799 a 1804 se sitúa precisamente en este espacio de movimientos, su vida después del retorno del equipo de investigadores alemano-francés oscilará entre París y Berlín. También su escritura seguirá este movimiento pendular entre el uso del alemán y del francés, lengua en la que mayoritariamente está escrita su Opus Americanum. El Examen critique incluye por ende las reflexiones sobre su propio quehacer.

Sin embargo, van más allá. Una y otra vez, Alexander von Humboldt trata de advertirle a su público lector sobre una distancia histórica, que inevitablemente pone de relieve una diferencia histórico-filosófica. Es ella la que permite repensar el punto de vista histórico del observador y del lector. Por eso, ya en el primer tomo del Examen crítico dice:

En medio de las ideas que rigen el siglo XIX, en el maravilloso auge de una civilización que incesantemente marcha hacia adelante y en cierta medida sólo vive para el presente y el cercano futuro, cuesta trabajo comprender una época digna de gloria para la humanidad, en la que la gente se complacía en tornar los ojos hacia atrás e investigar con toda paciencia, si todas estas grandes cosas no eran cumplimientos de presagios antiguos. Es la obligación del historiador descubrir el carácter peculiar de cada uno de los siglos y las características diferenciadoras de su desarrollo intelectual y no voy a lamentar ni un momento los sacrificios que me costaron mis aspiraciones por rastrear la dirección de los pensamientos de Colón y sus coetáneos, aunque esta investigación fue acogida con cierto desdén por aquellos que se empecinan por defender un sistema antitético.[2]

En su papel de historiador de una historia universal que estaba por descubrirse y se estaba inventando a sí misma, Alexander von Humboldt señala la diferencia que existe entre una forma cíclica de interpretar la historia (en la tradición de la historia como magistra vitae) en el plano del objeto que se quiere investigar y una concepción de la historia abierta hacia el futuro, como aquella que desarrollara la modernidad en el horizonte de experiencias de la revolución francesa en tiempos del investigador. Se crea la imagen de una histoire de la mondialisation irreversible, que con sus revoluciones marca todo el futuro, en un amor por la síntesis muchas veces obsesionada por el detalle pero no perdida en el detalle.

Cual rompientes, Humboldt hace aparecer aquellos pasajes en su Examen crítico que develan que la investigación no se detiene después de haber verificado la historicidad de una época bastante lejana. Más bien, trata de poner de relieve la historicidad del propio momento histórico y de la propia mirada sobre el futuro recientemente pasado. La historia de Humboldt no trata lo acumulado sino lo vectorizado, y esto sin falsa teleología.

Humboldt, quien a lo largo de su obra se considera más de una vez «el historiador de América», en el devenir de su Examen crítico pone de relieve – concordando aquí con la designación de la «época velocífera» acuñada por Goethe en 1825 – precisamente aquel elemento de la aceleración que no sólo caracteriza su propia época de una segunda fase de la globlización acelerada, sino que también la pone en una relación fundamental con la primera fase de la globalización acelerada. No se puede comprender la propia época sin la época investigada, no se entiende el propio espacio europeo si no se toma en consideración el espacio planetario.

El haberse adentrado a la auto-lógica, a la fisonomía específica del entremundo de los siglos XV y XVI, le abre a Humboldt la posibilidad de incluir la aceleración de la propia época en la continuidad del proceso histórico de la expansión europea y de allí poder lanzar una mirada diferente, determinada por una conciencia universal global y globalizada, al propio momento temporal que es el tiempo de un entremundo, un entre-tiempo. El párrafo citado algunas líneas más arriba pone en evidencia qué tan dispuesto estaba este científico del siglo XIX, sin duda más famoso y admirado ya en vida en muchos países, lenguas y continentes – quien se viera confrontado con no pocas reseñas negativas – de aceptar que sus ideas fueran criticadas por sus coetáneos. Por tanto, no es casualidad que este hombre, que tanta experiencia tenía en este terreno hablara, con un guiño de ojo, en su primer tomo del Examen crítico de “aquella amabilidad, que siempre había acompañado y caracterizado las disputas científicas”[3]. Humboldt sabía muy bien que su nueva historia basada en movimientos iba a ser una provocación para los que defendían un pensamiento sistemático en el sentido de la géographie systématique.

El Examen crítico de Alexander von Humboldt desarrolla por tanto entremundos en diversos planos y el erudito berlinés no sólo los demuestra y caracteriza, sino que también los pone en escena en el plano lingüístico y discursivo. El fin provisional de su obra del viaje americano que nunca llevara a término – un rasgo muy común en Humboldt – no solamente nos presenta al viajero prusiano como escritor más allá de su propia lengua materna, como un escritor francés muy consciente de sus tradiciones lingüísticas y literarias. El Examen crítico es asimismo la culminación del arte tanto historiográfico como filológico de un autor, que erróneamente había sido reducido a lo largo del tiempo al «investigador naturista» y «circunnavegador». Pero la historia y la filología recorren toda la ciencia humboldtiana; un hecho que no es notorio apenas en el Cosmos, – aquel «Esbozo de una descripción física del mundo», que no se reduce a lo que hoy día se considera una «descripción física del mundo»,– sino que ya es incipiente en la obra temprana del joven científico y que podemos contemplar en su perfecto acabado en el remate de su obra Voyage aux régions équinoxiales du Nouveau Continent. Va siendo tiempo que redescubramos el Examen crítico de la llamada «etapa de los descubrimientos», que en el ámbito alemán ha sido ignorado por tanto tiempo.

Mundos cartográficos

Al principio del «Proemio», al que se pueden adjudicar todas las cualidades de un íncipit, Alexander von Humboldt sostenía, cuánto tiempo le había acompañado e incluso perseguido la temática desarrollada en el Examen crítico:

Los análisis históricos que entrego en este momento al público, son sólo extractos de trabajos a los que dediqué con preferencia todas las horas de ocio que tenía disponibles en treinta años de mi vida.[4]

El trabajo de Humboldt como historiador de América, por lo tanto, no sólo acompaña el desarrollo del Opus Americanum a lo largo del tiempo que transcurre desde su retorno de América, sino que además – y en esto hace hincapié el autor de Vistas de las cordilleras – es una de las actividades predilectas del investigador prusiano. ¿De dónde surgen estas preferencias? ¿Qué fue lo que estimuló esta pasión que naciera ya en la década antes de salir de viaje a América y perdurara tanto tiempo?

Una de las predilecciones de Alexander von Humboldt desde muy temprano serán las representaciones cartográficas del mundo o de algunos continentes o países. Son dilucidadores aquellos momentos, en los que el investigador se acordara posteriormente de esta fuerza motriz que, junto con la curiosidad que sintiera por la vegetación, despertara en él su interés por las regiones del mundo que se encontraban allende de las fronteras de Europa. En el gabinete de trabajo de este erudito viajero jamás faltarían los mapamundi, ni tampoco en muchos cuadros del trotamundos – por ejemplo en aquellos que pintara Eduard Hildebrandt –; y son los mapas, los que marcan el inicio de su incansable actividad viajera a lo largo de las décadas.

La obra cartográfica de Alexander von Humboldt proyecta algo así como un psicograma secreto de él: no se pudo sustraer nunca a esa fuerza de atracción que emanara de ella. El joven Humboldt, que nunca se imaginó la cantidad de veces que su nombre iría a designar montañas, ciudades, regiones, ríos, lagos y corrientes marítimas en futuros mapamundis e incluso en mapas de la luna, comenzó a la edad de 14 años a dibujar mapas y mapamundis – entre otros también el hemisferio del Nuevo Mundo; una actividad a la que se dedicará aún en su ancianidad, donde junto con su amigo, el cartógrafo Heinrich Berghaus, trabajará incansablemente en el diseño y la corrección de su obra cartográfica. Los mapamundis le permiten aquella “visión total de la fisonomía y división de los continentes” que develan “la circunscripción de lo rígido por lo líquido, la relación areal entre uno y otro”[5]. Sin embargo, los mapas siempre eran para él las topografías de la nostalgia por viajar, diseño de sus propios sitios de añoranza, cuadros del mundo de una red cartográfica lanzada sobre el mundo, cuya malla no le soltará nunca más.

Si quisiéramos representar la vida de Alexander von Humboldt en un espacio muy restringido y densificar hasta convertirle en una «impresión total», podríamos estar tentados de reflejarle con un mapamundi al fondo. Pareciera entonces como el intento del mismo Humboldt de captar la complejidad multidimensional de Sudamérica en un corte de los Andes, en aquel «cuadro natural de los países tropicales» que se volviera tan famoso. Logra su cometido en tanto imbrica artísticamente el cuadro con la letra, la estética con el empirismo, la pintura con la ciencia.

Esto nos lleva a considerar, que la vida de Alexander von Humboldt desde su nacimiento en el año 1769 hasta su muerte hace ahora 150 años, el 6 de mayo de 1859 y debido a sus dos viajes de exploración, en 1799 a América y entre abril y diciembre de 1829 a Rusia y Siberia, puede dividirse en tres fases temporales más o menos iguales. Los primeros tres decenios se encuentran bajo el signo de su niñez y juventud en Berlín, de su estudio en las universidades de Frankfurt/Oder y Göttingen, su formación en la academia de comercio en Hamburg y la academia de minería en Freiberg, su carrera relámpago en la minería prusiana en Ansbach y Bayreuth y también sus primeros éxitos científicos en el antaño tan distante París. El joven Humboldt incursiona en las más diversas disciplinas científicas y presenta libros y escritos entre otros en los campos de la geología y botánica, química, medicina o matemáticas. Los viajes que realiza a Böhmen y Austria, a Suiza, los Países Bajos e Inglaterra, a Francia, Italia y España cubren este lapso de tiempo de la formación con un mapa de rutas que describe los extensos viajes por Europa.

Las segundas tres décadas se desarrollan bajo el signo de París, hacia donde se dirige Humboldt después de su vuelta del viaje americano y es allí donde publica gran parte de su obra de viaje, impulsa la interrelación de las más diversas ciencias, desarrolla formas de escritura multiperpectívica (que puede desplegar en sus Cuadros de la Naturaleza escritos en alemán y en sus Vue des Cordillères, redactadas en francés) y además dispone del tiempo suficiente para viajar no solamente a Alemania, sino también a Austria, a Italia del Sur y más de una vez a Inglaterra. Con las llamadas «Conferencias y lecturas sobre el Kosmos» y el retorno de Humboldt a Berlín en mayo de 1827 se inaugura una fase de intenso compromiso en favor de una democratización, desprovincialización y renovación estructural de la ciencia en el ámbito alemán. Los títulos de las obras aparecidas en esta fase de realización científico-literaria se caracterizan por sus designaciones en plural.

Las últimas tres décadas se añaden directamente al retorno del viaje al reino zarista y se desenvuelven en Berlín y Potsdam bajo el signo de la conclusión del Opus Americanum, de la obra de viaje ruso-siberiano y los múltiples vínculos que guarda con la anterior y sobre todo la incansable producción del Kosmos, con el que Humboldt se cumple su sueño que ya le acompañaba a partir de los años noventa del siglo XVIII, a decir, la conjunción del proyecto de vida con el proyecto científico. Hasta 1848, Humboldt sigue efectuando viajes de misión diplomática o científica a París, pero ya en la última década tiene que limitar sus movimientos al vaivén entre la ciudad capital y la ciudad residencial prusiana, a paseos diurnos regulares y «escaladas» a su «Chimborazo de Potsdam». Los títulos en singular como Kosmos, Asie centrale o asimismo Examen critique indican, que su interés radica en la convergencia de sus teorías y los ámbitos de la ciencia. Estas tres décadas después de su retorno del segundo y último viaje transcontinental además conforman el lapso de tiempo de la expansión científica y filosófica de cada vez mayor complejidad, en la que Humboldt más que nunca se concentra en el todo.

Por eso, es posible concebir la vida en movimiento de Humboldt desde el punto de vista cartográfico, simplemente por medio de un mapamundi dinámico, «vivo». Debería documentar, al lado de la densa red de viajes europeos, la expedición de Humboldt por los países que hoy día conforman Venezuela, Cuba, Colombia, Ecuador, Perú, México y los EEUU y asimismo el viaje financiado y observado por el Zar durante el que cruzó el enorme imperio ruso y llegó hasta la frontera con China. El mundo de Humboldt está determinado por mapas; un mundo de mapas que crea el campo vectorial de su pensamiento. En ninguna de sus obras pudo delimitar mejor este campo y por tanto también el mapa de sus conocimientos y sus deseos que en su Examen critique, que se abre, como coronamiento monumental de su obra de viaje, hacia el universo complejo del Kosmos, desarrollado ya en Berlín y Potsdam.

Ninguno de sus grandes escritos prescinde de la discusión más o menos pormenorizada de mapas y atlas, y en miles y miles de cartas de Humboldt se encuentran referencias a bocetos, cartografías o globos terráqueos dibujados por él o por otros. En el campo vectorial de los constantes viajes aparece aquella “vivacidad del movimiento espiritual”, que subraya en la frase introductoria del «Proemio» a Examen crítico aquella indisoluble constelación de una “vida muy movida”, – palabras que se asemejan a las utilizadas en el preámbulo al Kosmos –, y caracterizan el mental mapping y los horizontes espirituales de Humboldt. No en balde este hombre nacido bajo el signo de un cometa se consideraba un nómada entre las ciencias. Por eso, el viaje es fundamento y condición del saber y medir humboldtiano, de su pensamiento y su escritura, de su lectura y su vida.

Ante este telón de fondo es más que comprensible que al lado y después de las Vues des Cordillères, cuyo contenido es más que un «Atlas pintoresco» de todo el viaje, concluidas en 1813, aparezca una segunda obra cartográfica que acompañaría el «Viaje Americano» y ponga de relieve la dimensión cartográfico-geográfica de la empresa de Humboldt. Sin embargo, la realización de esta obra cartográfica resulta ser un desafío tanto cartográfico como editorial y se extenderá desde la primera entrega en noviembre de 1814 hasta la última entrega en agosto de 1838 a lo largo de casi un cuarto de siglo.

Cada uno de los folios del Atlas géographique et physique des régions équinoxiales du Nouveau Continent contiene las mediciones, los bocetos y los dibujos que Alexander von Humboldt estuviera realizando a lo largo de su viaje expedicional por América. Si en una reunión en la Academia Parisina en enero de 1808 ya podía remitir a las primeras pruebas extraídas del Atlas «pintoresco» y «geográfico», en 1817 anunciaba, que a los folios de los mapas se les tenía que agregar un texto explicativo. Aunque el aludido Examen critique, cuya primera remesa aparece apenas 17 años después de haber sido anunciado, nunca hubiera podido cumplir la función asignada de simple explicación cartográfica y que además iría a rebasar en mucho las dimensiones previstas, Humboldt quería que el Atlas y el Examen formaran una unidad. Esta vinculación entre el análisis histórico y el diseño cartográfico sale a relucir aquí, porque tal y como sucediera ya en Ansichten der Kordilleren, las tablas no ilustran los textos, ni el texto explica las tablas. En la estética de Humboldt y también en su epistemología siempre se trata de una productividad que emana de la interacción. Lo cual tambien vale para la paulatina y a veces tan tardada elaboración de sus mundos de libros y de lectura cada vez más densamente imbricados.

La escritura proliferante de Alexander von Humboldt, además de la publicación por separado y el alto costo de las tablas, tuvo como consecuencia que no apareciera en la forma concebida y por lo tanto se fuera perdiendo la unidad entre texto e imagen pretendida en los tomos de Ansichten der Kordilleren y se borrara de la conciencia del público lector. Ya no se tenía presente que el Atlas y el Examen habían sido editados en 1838 como una sola obra publicada en dos tomos. Como si fueran piedras de cantera se utilizaron más tarde las tablas del Atlas «pintoresco» y también las del Atlas «geográfico» en los más diversos proyectos editoriales. El lazo que Humboldt había tejido con tanto esmero entre la imagen y el texto o, como demostraremos posteriormente, entre texto e imagen – visible e invisible –, se rompió.

Sin embargo, Humboldt nunca perdió de vista el todo: el famoso grabado del Atlas geographique et physique fue realizado por Barthélemy Roger según un dibujo hecho por François Gérard, amigo de Humboldt y originalmente había sido concebido como frontispicio para la obra de viaje completa o por lo menos para el relato de viaje en sí, la Relation historique. También aquí se pone de relieve, de qué manera en las entregas de Atlas y del Examen critique, cuya creación acompaña toda la obra de viaje, confluyen los hilos de la obra de investigación americana en toda su multiformidad. En el anexo al primer tomo de su relato de viaje, Humboldt escribió el siguiente comentario sobre la representación alegórica, para la que Gérard había elegido el título «L’Amérique relevée de sa ruine par le commerce et par l’industrie»:

El frontispicio, grabado según un dibujo de Gérard, representa América; Minerva y Mercurio la consuelan después de las atrocidades sufridas en la conquista. Debajo del grabado se encuentran inscritas las palabras humanitas, litterae, fruges. Plinius el Menor le escribe a Maximus, el cuestor de Bitinia, cuando fue nombrado gobernador de la provincia de Achaia: «Tome en consideración que los griegos les regalaron a los demás pueblos la cultura, la ciencia y el alimento. Y son estos bienes los que América le debe al Viejo Continente. Las armas, los atuendos, las alhajas, las edificaciones y las estatuas han sido reproducidas con gran precisión y fidelidad.[6]

Aunque en esta representación de tendencia anticuada se perciba un tono eurocéntrico, en este frontispicio, con el Chimborazo como telón de fondo, que es la montaña humboldtiana por excelencia, salta a la vista el vínculo entre las mitologías del Viejo y del Nuevo Mundo, de las que el filólogo y trotamundos prusiano se ocupara una y otra vez en sus obras. En esta conjunción de la cita de Plinio y la creación artística de la alegoresis citada, se nombran además las tres grandes metas de Alexander von Humboldt: el fomento del humanismo y la educación, de la ciencia y la literatura, y además de la economía y la fortuna. Según Humboldt, estos valores y estas metas tienen su validez también y precisamente para aquel mundo, que Europa antaño sometiera bajo el yugo colonial.

Las relaciones entre el Viejo y el Nuevo Mundo asimismo están presentes en las tablas del Atlas géographique et physique. Con la naturalidad con la que Humboldt integrara en sus Ansichten der Kordilleren las representaciones artísticas del árbol del drago canario, incluye las tablas sobre las islas canarias o la península ibérica en su atlas del Nuevo Mundo. La sobrecogedora precisión y claridad de la obra cartográfica humboldtina, que mostrara en sus representaciones de la isla de Cuba o del llano del Orinoco verdaderas obras maestras, también en el sentido estético impuso nuevas normas, porque estos trabajos gráficos y cartográficos rebasaban en mucho todas aquellas representaciones que años antes habían acompañado los grandes tratados europeos sobre el mundo extra-europeo – como por ejemplo La Historia de las dos Indias de Guillaume-Thomas Raynal. Los mapas ahora revelan una «impresión total», y como tal dan a entender que las numerosas mediciones no son más, pero tampoco menos, que el fundamento empírico de una concepción y una praxis de la ciencia que desarrollan estéticamente (también en calidad de imagen cartográfica) una imagen compleja del mundo. Así en el Atlas géographique et physique confluyen las líneas de fuerza de toda la obra del viaje a América – desde los mapas históricos hasta los cuadros de la naturaleza, desde las representaciones bi- y tridimensionales de ciertas fases del viaje (como por ejemplo la famosa escalada al Chimborazo) hasta la vista de conjunto de enormes extensiones de tierra en el Nuevo Mundo. La estética contenida en la ciencia de Humboldt gana pregnancia en la cartografía, sin que por eso se le deba reducir a ella.

Una joya especial del Atlas es el mapamundi de Juan de la Cosa del año 1500, que Alexander von Humboldt y el barón de Walckenaer encontraran casi 3 siglos después de su hechura. El mapa del piloto de Cristóbal Colón, del navegante y cartógrafo que efectuara tantos viajes y a quien le esperaría un trágico final en América, fue impreso por primera vez en el Atlas de Humboldt con las técnicas de representación de su tiempo. Este mapa no solamente es el primero en el que se precisa la línea equinoccial y el Trópico de Cáncer, sino que también especifica con gran acierto el desconcertante archipiélago caribeño en toda su importancia geo-estratética, y eso apenas unos años después del arribo de Cristóbal Colón a aquel Nuevo Mundo que hoy día denominamos el continente americano. Además, lo trasciende, en tanto incluye con exactitud cartográfica los seres fabulosos y los mitos proyectados desde Europa hacia el mundo extra-europeo que, como la tierra de Gog y Magog o de los hombres sin cabeza, estarán presentes en las imágenes cartográficas y el imaginario colectivo de la expansión europea. Humboldt quiere demostrar en el Examen critique que el conocimiento y el saber sobre las experiencias retransmitido y repetido corría paralelo a la empresa de usurpación europea.

Humboldt no sólo estaba fascinado por este mapa, el más antiguo que se conoce del Nuevo Mundo, porque era un tesoro cartográfico e historiográfico que develaba, en cierto modo arqueológicamente, las capas históricas del devenir del descubrimiento o porque el prusiano, junto con su erudito amigo, lo habían puesto a la disposición de la ciencia. La carta de Juan de la Cosa que hoy se puede admirar en el Museo Naval de Madrid, cumple además una función de gozne entre el Atlas géographique et physique, el documento más moderno que se conoce en cuanto a la ciencia y a la técnica de representación y una larga sucesión de representaciones del mundo. Asimismo cumple una función de bisagra entre el registro minucioso tanto de países como de continentes y la representación de mitos geográficos y mundos de ensueño. Humboldt pudo demostrar por ejemplo en una serie de representaciones cartográficas de El Dorado o del lago de Parime, que incluyó en el Atlas, en qué medida estos dos ámbitos se dejaban rastrear en el devenir histórico de la cartografía que tenían su origen en los diversos estados europeos y que eran de perspectivas múltiples. Esta ficción espacial es quizá la más famosa que se proyectara hacia el Nuevo Mundo y fue una de las metas más perseguidas por los europeos.

Ante este telón de fondo se pone de relieve que la Kritische Untersuchung zur historischen Entwicklung der geographischen Kenntnisse von der Neuen Welt und den Fortschritten der nautischen Astronomie im 15. und 16. Jahrhundert de Alexander von Humboldt se enlaza de múltiples maneras no sólo con el Geographischen y physischen Atlas der Äquinoktial-Gegenden des Neuen Kontinents, sino también con otro, con un atlas invisible. Se trata de aquel atlas nunca antes recopilado y publicado del centenar de mapamundi y representaciones que mencionara el historiador Humboldt en sus explicaciones. El enorme caudal de representaciones cartográficas, de las que se ocupara y analizara científicamente Alexander von Humboldt a lo largo de 3 décadas, aún hoy día es impresionante y digno de admiración. Es el sello de la cartofilia de Humboldt.

La presente edición nos desvela por primera vez en todo su esplendor este mundo oculto de las imágenes cartográficas y de imágenes del mundo, a las que se refieren los cinco tomos editados del Examen critique. Humboldt sentía gran predilección por los mapas. Lo que no se pudo lograr con la lujosa edición del Examen crítico, que era tan cara que ni siquiera el científico prusiano se veía en posibilidades de adquirir una, por fin podía hacerse realidad: la visualización de aquel atlas invisible escondido entre las líneas del Examen critique del que Humboldt, quien llevó a la ruina a varias editoriales y gastó toda su fortuna en el Opus Americanum, en otro momento sólo había soñado. Es apenas la conjunción del atlas visible y el invisible la que da oportunidad de reconocer la cantidad de energía que el autor del Examen critique invirtió en sus investigaciones, la profundidad de sus conocimientos en este terreno y la complejidad de aquellos mundos cartográficos en cuyos laberintos se había movido Alexander von Humboldt a lo largo de toda su vida con tanto amor y paciencia, con ciencia y paciencia. No es posible imaginarse el sendero de la vida de Humboldt sin estos mundos cartográficos, en más de un sentido, directrices.

Mundos de lectura

En otro pasaje, que le sigue al «Proemio» de su Examen crítico, Humboldt remite a la cantidad de viajes que efectuó en el Trópico americano y declaraba:

Siempre encontré un peculiar encanto al leer aquellas obras que nos ofrecen los conquistadores. Las averiguaciones que realicé en algunos archivos de documentos en América y en las bibliotecas de diversos lugares en Europa me facilitaron considerablemente la investigación que estuve realizando sobre una rama de la literatura española descuidada.[7]

Una mirada somera a los libros, los escritos, los tratados, manuscritos y documentos citados en Examen crítico nos revela la fenomenal cantidad de libros que tuvo que haber leído el autor de Ansichten der Natur y del Kosmos para poner los cimientos, filológicos en el mejor de los sentidos, para sus investigaciones históricas. Mucho antes de comenzar el viaje exploratorio, Humboldt se había familiarizado con la historia del Nuevo Mundo y su colonización y continuó esta lectura durante su viaje tanto en bibliotecas y archivos de las instituciones y autoridades hispanoamericanas en las Colonias, de iglesias y conventos, de científicos y personas privadas. La investigación de campo de Humboldt se realizaba asimismo en el campo y en la cordillera como también en las colecciones y archivos de las Américas: las lecturas del libro de la naturaleza se completaban con la lectura del libro de la cultura. El Nuevo Mundo también era para el investigador de formación occidental un nuevo mundo de lectura.

Era realmente impresionante el volumen de su lectura, tal y como lo atestiguan muchas de sus cartas y apuntes de sus diarios. Como ya pudimos apreciar, el mismo Humboldt nos hizo la observación en su «Proemio» al Examen crítico, de que se ocupó durante 30 años de esta materia históricamente muy complicada hasta el momento de la publicación y la primera entrega del mismo. El erudito, que contaba con una enorme experiencia viajera, también pudo ampliar sus conocimientos sobre el hemisferio americano en las bibliotecas y colecciones que le ponía al alcance el Viejo Mundo en Berlín y Dresden, en Roma y Viena, en Londres y París; un saber que en cuanto a la complejidad y densidad no pudo ser rebasado por otros historiadores coetáneos – incluso los españoles Muñoz y Fernández de Navarrete no se pueden medir con él.

Humboldt conocía los escritos y documentos impresos y no impresos de Cristóbal Colón y de sus sucesores, incluyendo las transcripciones del Diario de a bordo que en ese momento era accesible de nuevo, además se ocupó con ahínco de una larga sucesión de traducciones y ediciones de los informes de Amerigo Vespucci, leyó tanto la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, que había convertido a Fray Bartolomé de las Casas en uno de los autores más citados fuera de España como también la voluminosa e inédita Historia de las Indias, no sólo extraía citas de los informes y cartas de los grandes conquistadores como Hernán Cortés, Francisco Pizarro y Ximénez de Quesada, sino que también conocía la Historia verdadera de un soldado como Bernal Díaz del Castillo o las actas procesuales de juicios contra los grandes descubridores y conquistadores. En “esta rama tan descuidada de la literatura española” conocía muchos escritos inéditos de testigos de segundo orden de la expansión española, se apoyó en los cronistas e historiadores oficiales de los siglos XVI, XVII y XVIII, como por ejemplo Acosta, Alzate, León y Gama, López de Gómara, Sahagún, Sigüenza y Góngora y Torquemada, estudió asimismo las enciclopedias coloniales de Raynal, de Robertson, de Muñoz y los escritos de los ilustradores europeos, que como Voltaire, reflexionaban acerca de los motivos cómo y de qué manera el «descubrimiento» de un «Nuevo» Mundo “doblaba las obras de la creación”. Humboldt estaba empapado, como ningún otro testigo coetáneo, del «Debate berlinés» que comenzara en 1768 a raíz de las Recherches philosophiques sur les Américains de Cornelius de Pauw y su pensée systématique; un debate, que causó revuelo en todo el mundo y que lamentablemente encontrara cabida en el pensamiento filosófico de Hegel, pero que desde hace mucho ha caído en el olvido.

Sin embargo, Alexander von Humboldt no solamente dominaba los discursos y debates de Occidente, aunque aquí debía de encontrarse el núcleo de su mundo de lectura. Ya desde aquella parte del texto explicativo de su Atlas «pintoresco», de sus Ansichten der Kordilleren und Monumente der eingeborenen Völker Amerikas, cuyo preámbulo tiene como fecha el mes de abril de 1813 y está firmado en París, Humboldt había desarrollado una incomparable biblioteca de lecturas propias. Al lado de los libros de bitácora, las crónicas y los informes de los siglos XVI y XVII, mencionados anteriormente, se encuentran obviamente todos los autores europeos, que se ocuparon en el siglo XVII y sobre todo en el XVIII de la historia de la expansión de la nación ibérica y demás naciones de Europa Occidental.

Ya en 1813 Humboldt no sólo intercala los autores de su época, sino también numerosos pensadores de la Antigüedad europea, de la grecorromana, tal y como lo hará posteriormente en Examen critique. Por ello encontramos ya en las Ansichten der Kordilleren referencias a la anatomía, aritmética, astronomía, botánica, geología, historiografía, mineralogía, matemáticas, filología, filosofía, historia de la lengua o zoología extraídos de la Antigüedad, de los que Humboldt saca provecho para sus reflexiones historiográficas del Examen crítico.

El mundo de lectura y la biblioteca de Humboldt incluían, ya mucho antes de la aparición del Examen crítico, la obra de la Ilustración de la Nueva España (en especial la de Francisco Javier Clavijero) y también los ya famosos escritos del mestizo Garcilaso de la Vega, el Inca, los más diversos códices indígenas y documentos pictóricos, las obras de autores indígenas como Alva Ixtlixóchitl, Chimalpain o Nezahualcóyotl que había hallado y le habían llamado la atención a Humboldt en los archivos de la Nueva España, esto es, del actual México. Si comparamos el horizonte de lectura de Humboldt con el de sus coetáneos se puede reconocer qué tan amplio y diferente era su mundo de lectura (y con ello también su horizonte reflexivo).

Naturalmente no cesan estas experiencias de lectura intensas y de tan amplio espectro en el año 1834, el momento de la aparición del primer tomo del Examen crítico. Una lectura de los cinco tomos publicados pone de relieve, que Humboldt comprendía su trabajo como un work in progress y que al final no pudo terminar, tal y como sucedió también con el relato de viaje de su Relation historique de tres tomos y su Asie Centrale, igualmente de tres tomos – sin olvidar el Kosmos, que abarca cinco tomos y también es un fragmento. Es precisamente en su obra sobre Asia Central, publicada en 1843 y escrita en francés, en la que es omnipresente la historia del descubrimiento y de la conquista del Nuevo Mundo; un hecho que sólo se puede explicar a partir del concepto transareal de ciencia que propagaba Humboldt y asimismo de su preferencia por los estudios filológicos e historiográficos sobre el Nuevo Mundo. La sed de lectura de Humboldt, o mejor, su furor de lectura se mantuvieron incólumes a lo largo de toda su vida y no le limitaron sólo al ámbito de la historia americana. ¿No era la lectura otra forma de viajar?

Lo anterior nos explica, por qué la edición del Examen crítico descubre en cada uno de sus tomos nuevos frutos de su lectura. Ante el telón de fondo de estos nuevos conocimientos Humboldt relativiza y por momentos incluso corrige de manera ciertamente autocrítica las valoraciones y los juicios que aparecieran en tomos publicados con anterioridad. Nunca faltaron las correcciones autocríticas de niveles de conocimiento anteriores en la obra de Humboldt. El escribir en Humboldt está entretejido en un proceso continuo de insaciables lecturas y demuestra ser una escritura dialógica que se encuentra en diálogo con las más recientes publicaciones de otros científicos y autores con los que Humboldt mantenía una relación epistolar. Todos los escritos de Alexander von Humboldt – y el Examen crítico no es ninguna excepción – muestran este rasgo característico de su ciencia: sus mundos de lectura no son solamente amplios, sino que se encuentran en constante movimiento. La felicidad para Alexander von Humboldt no radicaba en la llegada sino en la partida y en el estar-en-camino.

Mundos paralelos

No sorprende por lo tanto, que en los escritos de Alexander von Humboldt se encuentren un sinnúmero de referencias a lecturas que este trotamundos cosmopolita efectuara durante sus viajes. Se ha vuelto famoso aquel momento en el segundo tomo del Kosmos, en el que la lectura y la cercanía a la naturaleza – la lectura de literatura y la lectura en el libro de la naturaleza – se potencian mutuamente. Así nos enteramos allí, que la famosa novela de Bernardin de Saint-Pierre, Paul et Virginie, que se publicara por primera vez por separado en 1789, había acompañado a Humboldt y a Bonpland al Trópico, donde se había mostrado perspectivada y potenciada literariamente la “poderosa naturaleza tropical en toda su peculiaridad”. Era como si la literatura apenas podía descargar toda su fuerza explosiva “cuando el rayo reventaba iluminando el bosque a orillas del Orinoco en temporada de lluvias”[8]. Una lectura de la obra de Humboldt remite siempre de forma contundente a las lecturas efectuadas por Humboldt.

Con miras a los siglos XV y XVI hay un pasaje menos famoso que nos llama la atención acerca de la constante presencia de la lectura durante los viajes. En el primer tomo de su relato del Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente podemos leer el siguiente pasaje, en el que describe el instante, en el que los viajeros logran percibir las primeras luces en las Canarias durante su travesía a América a bordo de su fragata, la Pizarro:

Durante el viaje habíamos leído incesantemente las viejas relaciones de viaje españolas y estas luces en su vaivén nos recordaban aquellas, que Pedro Gutiérrez, un paje de la reina Isabel vio en la isla de Guanahani esa memorable noche, en la que se descubrió el Nuevo Mundo.[9]

No sólo en esta parte de la Relation historique, la lectura de viaje convierte la travesía en un viaje de lectura y la polisemia de todo el texto aumenta por el intercalamiento de viajes anteriores. En el movimiento de viaje de Humboldt y Bonpland intencionadamente se entreteje el viaje de descubrimiento de Cristóbal Colón, un procedimiento intertextual que por medio de la escenificación de la lectura pone en relación la figura del descubridor por excelencia con la de Alexander von Humboldt, quien – como bien sabía – en el ámbito hispano y gracias a su madre, de ascendencia hugonote y de apellido Colomb, se habría llamado Alejandro de Humboldt y Colomb. De pronto aparece la referencia intertextual explícita y una alusión, que en un principio formaba parte del horizonte de lectura. ¿Se tratará de una pista del autor de la Relation historique para su público lector?

Sin lugar a dudas, porque son numerosas las indicaciones al genovés en toda la obra de viaje americano. No obstante, no hay proyecto de libro alguno en el que el escritor e investigador berlinés se haya ocupado con mayor intensidad del autor del Libro de las Profecías que en el Examen crítico. Por eso no asombra que para una traducción al español del año 1892 se eligiera el título Cristóbal Colón y el descubrimiento de América. Alexander von Humboldt seguía en su presentación del navegante el principio directriz de la historia y asimismo aquella exigencia que había sostenido su hermano Wilhelm en un discurso de 1821 en relación a la historiografía: “El historiador, que es digno de llevar este nombre, tiene que ver cada acontecimiento como parte de un todo o, lo que es lo mismo, en cada uno representar la forma de la historia en sí.” ¿Qué forma, sin embargo, le correspondía a una historia del desarrollo histórico de los conocimientos geográficos del Nuevo Mundo que se encontraban bajo el signo de dos fases de la globalización acelerada?

También Alexander von Humboldt siempre buscaba, como su hermano Wilhelm, “la impresión del conjunto total”, el todo. Este enfoque momentáneo, aunque no dominante, a esta gran figura europea del descubrimiento debía abrir la posibilidad de reflexionar alrededor de esta personalidad, la prehistoria y sus condiciones así como la historia posterior con sus efectos a largo plazo y con ello asimismo las condiciones que generaron la primera fase de globalización acelerada y las consecuencias para la segunda fase. Alexander von Humboldt, en su papel de pensador de la globalidad, reconoció muy temprano el significado de esta doble orientación de sus investigaciones y la delineó de tal forma que se puede leer a la vez como una respuesta a la segunda fase de la globalización acelerada. Descubridor sobre descubridor, globalización bajo globalización.

Lo anterior de ninguna manera desprestigia la posición sobresaliente que Humboldt le asignara al genovés dentro de una historia de los adelantos, no sólo de la astronomía náutica. La reconstrucción histórico-crítica de las fuentes disponibles y en parte mencionadas por primera vez, sin lugar a dudas le confería una base nueva a la investigación sobre Colón. Sin embargo, la importancia que Humboldt le da a la época del almirante y que intercala una y otra vez en el Examen crítico, no significa que el investigador prusiano renunciara con ello a advertencias escépticas y por momentos demoledoras, en especial en cuanto a la sed de oro y el maltrato de los indios por parte del genovés y lograra con ello un verdadero examen crítico de un mito europeo del descubrimiento. Humboldt supo presentar a «su hombre» con una gran riqueza de facetas y asimismo incluirle en los discursos a largo plazo de su tiempo. ¿No era su obligación poner de relieve un desarrollo histórico complejo que ni siquiera encuentra mención en el título y menos un individuo destacado?

Si Alexander von Humboldt caracteriza a Cristóbal Colón, pese a toda la crítica, como el prototipo del descubridor y del investigador, no debemos pasar por alto, que en aquel entonces él ya sabía que se le apostrofaba como el «segundo descubridor» y con ello se vinculara el hijo de Elisabeth Colomb directamente con aquel Christoph Colomb, cuyo apellido francés cruza como ningún otro las páginas del Examen crítico. Al hacer que el término «descubrimiento» trascienda su significado de «hallazgo» meramente geográfico de países e islas antes desconocidas y al vincular los grandes logros individuales que muchas veces habían sido obra del azar, con las condiciones básicas de la historia – que por ejemplo no eran dadas cuando los «hombres del Norte», los escandinavos, habían «hallado» América –, en el Examen crítico es el requisito para que se pueda entablar una relación entre los dos «descubridores» en un plano latente y un poco recóndito del mismo texto. Para Humboldt, lo que importaba era la dimensión intelectual, planeada de un descubrimiento. Por eso dice en una de las primeras páginas del tercer tomo:

Colón buscaba, mientras surcaba un mar completamente desconocido y leía la dirección de su camino de las estrellas con ayuda del astrolabio que hace poco había sido inventado, llegar a Asia en su trayecto hacia el Oeste según un plan firmemente decidido y no como un aventurero, quien todo se lo deja al arbitrio del azar. El triunfo que logró fue una conquista gracias a la reflexión.[10]

El descubridor aparece aquí como un investigador, que utiliza los inventos y nuevos conocimientos, para convertir en hecho su conquista de la reflexión (conquête de la réflexion). En la imagen lejana del navegante, que Humboldt separa de la del aventurero, se reflejan claramente los perfiles de un científico que prepara sus descubrimientos según un plan, casi como se solía hacer en el siglo XIX. Así destaca tanto en el Examen crítico como también en el Kosmos una dimensión transhistórica, que cruza la historia de Occidente, donde en el segundo tomo se pone de relieve la “fantasía adivinada, la actividad vivificadora del espíritu” que había “obrado en Platón, en Colón, en Kepler”.

Desde este doble posicionamiento, empero, es sólo un pequeño paso para aquel amalgamiento de ambos viajes, que ya se perfilaba en la lectura de viaje al principio de la Relation historique. Así, en el segundo tomo del Kosmos Humboldt hace referencia al viaje de Colón “a lo largo de las costas de Cuba, entre las islas Lucayas y las de Jardinillos, que también yo visité” y menciona las observaciones de Colón en el “inextricable espesura” de los bosques, “en el que casi no se puede diferenciar, qué flor y qué hoja pertenece a qué palo.” Pero, ¿de qué viaje se trata aquí?

En una espesura textual de tal índole es casi imposible diferenciar la voz de Humboldt de la de Colón, la travesía del genovés del viaje del berlinés. Las condiciones para la fusión de los dos viajes y de ambas figuras descubridoras fueron impuestas en el Examen crítico aunque – tal y como lo demuestra la lectura a bordo de la fragata Pizarro – se refieren a un momento histórico anterior. Sin embargo, el mundo de la lectura conlleva, gracias a sus relaciones intertextuales, a una redefinición de lo que en términos científicos modernos se puede denominar un «descubrimiento». Al hacer converger ambos mundos paralelos, el del «primer» y del «segundo» descubridor de América, de la primera y la segunda fase de la globalización acelerada, se crean aquellos vínculos recíprocos que en el marco de una comprensión de la historia orientada hacia la totalidad permiten una reflexión novedosa sobre la expansión europea y la dinámica global.

Gracias a los mundos de lectura y los mundos cartográficos del Examen crítico, los entremundos de Alexander von Humboldt se convierten en mundos paralelos, entrecruzados por procesos transhistóricos, pero no despojados de sus contextos históricos específicos (y sus fisonomías particulares). A la vez se logra reconocer, que aquí está inscrito el sujeto del explorador en el objeto de exploración; la dimensión autobiográfica delineada se convierte en condición de una comprensión compleja de lo que desde el punto de vista humboldtiano se puede entender bajo «descubrimiento» e «invento» en el contexto del pensamiento occidental. Es apenas este carácter duplicado de la experiencia y del invento el que, según Humboldt, acciona los «resortes», las fuerzas motrices de la globalización que parte desde Europa. El Examen crítico devela ya en la primera mitad del siglo XIX con todo detalle que América fue inventada mucho antes de que se le descubriera.

Mundos de ensueño

Un ánimo joven, que fue maltratado 18 años en su casa paterna y encarcelado en una precaria naturaleza arenosa, brilla y arde cuando de pronto es dueño de su libertad y absorbe un mundo de cosas. Mi cuarto en la Plumtreestreet estaba adornado con grabados de un barco de las Indias Orientales que se hundía en una tormenta. Candentes lágrimas corrían muchas veces por mis mejillas, cuando, al despertar, pegaba la vista a estos objetos. Ansiaba cosas, que en aquel entonces ni soñaba alcanzar. Me imaginaba, que iba a ser sólo una invitación de algún gobierno me iba a llevar a aquellas regiones de la tierra, semejante al viaje de Cook, pero mi vida berlinesa, las obligaciones a las que estaba acostumbrado, me hacían creer imposible lo que estoy haciendo ya desde hace años. Al estar cerca de las costas inglesas, vislumbramos primero las torres de Oldsborough y mi fantasía me dibujaba en sueños el Tafelberg y el Drakenstein.[11]

En este pasaje, que Alexander von Humboldt redactara el 4 de agosto de 1801 en Santa Fe de Bogotá, esto es, durante su viaje de exploración por América, se superponen los más diversos viajes. Logramos diferenciar el viaje de Humboldt y del tantas veces olvidado Aimé Bonpland por el mundo tropical americano; el viaje que realizara Humboldt con Georg Forster al Bajo Rhin, a Inglaterra y al París revolucionario, el viaje del mismo Forster, quien acompañara a James Cook en su segunda circunnavegación, el viaje real o inventado de un barco de las Indias Orientales que termina con un naufragio y los viajes y senderos del joven Humboldt por la magra naturaleza terrosa de Berlín y Brandeburgo; asimismo distinguimos el sueño de un viaje al Cabo de la Buena Esperanza, desencadenado en mayo de 1790 por las torres de Oldborough, casi como lo hiciera Proust – avant la lettre. Viajes sobre viajes: movimientos bajo movimientos – y todo bajo el signo de una buena esperanza que está por cumplirse.

Aunque este “dulce sueño”, este “deseo”, que “me acompañaba eternamente” pareciera ser “borrado” una y otra vez por la luz de los hechos, él es el resorte, el movens por excelencia de una nostalgia por un mundo lejano, un mundo tropical, que en la vida de Humboldt encarnaba siempre el mundo de ensueño. Para Humboldt, vida e invento van de la mano: los inventos transforman lo hallado.

En los escritos autobiográficos de Humboldt es fascinante ver, cómo se incendian los mundos de ensueño de regiones lejanas en los contornos de las representaciones cartográficas, en plantas disecadas de países lejanos o en la imagen de aquellos medios de transporte, que eran los únicos que permitían transformar el mar separador de países en el elemento movible en el sentido humboldtiano. Sin deseo, sueño y mundo de ensueño no se habría transformado la estrechez de su propia proveniencia en la vastedad del futuro añorado. Humboldt siempre tuvo delante de sus ojos un Cabo de la Buena Esperanza, ya sea vivido o experimentado a través de la lectura.

No sorprende por lo tanto, que en su Examen crítico no sólo se dedicara a auscultar las condiciones materiales, los requisitos técnicos o los inventos científicos que habían espoleado los progresos de los siglos XV y XVI. Un considerable espacio les concede a los mundos de ensueño que habían estimulado a los navegantes portugueses, mallorquiés, españoles, franceses, italianos o ingleses y los transportaron a las lejanías. Humboldt estaba impresionado por la increíble capacidad de atracción que emanaba de textos antiguos o de cuentos medievales, de mitos geográficos y cartográficos y de los errores fundamentales en el sistema que provocaban estas percepciones, por ejemplo en el pensamiento de Colón. Todo el proyecto de Colón descansaba en cálculos y convicciones totalmente equivocados. Si no se le hubiera cruzado todo un continente, habría desaparecido sin dejar rastros en la vastedad del mar entre España e India.

Sin embargo, sin estos cálculos plagados de errores – y esto Humboldt lo sabía muy bien – ningún Colón, ningún Vespucci, ningún Magallanes se habría hecho a la mar rumbo a Occidente para llegar a Oriente. El Examen crítico ejemplifica la inmensa productividad que emana de los errores en el sistema. Colón nunca pudo imaginarse que se iría a convertir en el descubridor de aquello que ni siquiera él mismo pudo comprender a lo largo de su vida y tampoco de que en cualquier momento pudiera arribar a su mundo de ensueño, fruto de su mundo de lectura. Y si su pequeña flota no hubiera abandonado el curso «calculado» y seguido la ruta de los pájaros, ¿de qué forma se habrían desarrollado América, Europa, el mundo entero?

Alexander von Humboldt siempre se sintió atraído por los naufragios, los errores en el sistema, los equívocos productivos que iban a poner en movimiento una historia y apenas la irían a liberar en el momento de haber alcanzado una meta, aunque ésta no fuera siempre la aspirada. Le pasmaba la idea de que de las ficciones más alejadas procedían, no sin exigencia histórica, los mayores efectos para la reorganización de nuestra realidad. ¿No iban a ser arrojados él y Bonpland, quienes en un principio querían participar en la circunnavegación de Baudin y más tarde en la expedición científica de Napoleón a Egipto, hacia América, en parte con cálculo, en parte por el azar?

En el Examen crítico, Humboldt una y otra vez se ocupa de los mundos de ensueño de los grandes navegantes; por momentos con mucha erudición y por momentos con un guiño de ojo. No es casualidad, que sus investigaciones históricas le hayan mostrado a él primero que a otros, los trasfondos de aquella sucesión desconcertante de equivocaciones, gracias a los que cierto Waldseemüller (grecolatinizado como «Hyalocomylus»), ex-estudiante de la universidad de Friburgo y habitante de la pequeña ciudad Saint-Dié, en los Vosgos, traspasara el nombre del aparente descubridor Amerigo Vespucci a su invento de América y más tarde a los diseños cartográficos del Nuevo Mundo. De hecho, hay errores sobre errores en el sistema. ¡Pero qué fuerza histórica emanó de ellos! Por eso, la historia de la expansión europea se lee como una sucesión inacabable de equívocos y desgracias, de cálculos erróneos y naufragios, de confusiones y extravíos. Y a pesar de eso, esta historia demostró ser una historia (europea) de triunfos. ¿Por qué?

La respuesta quizá más importante y acertada que diera Humboldt en su Examen crítico, se podría formular de la siguiente manera: porque la historia una y otra vez es invadida por la invención, por la ficción; una fuerza modificadora de la realidad y de la vida que se busca sus propios cauces. Tanto Cristóbal Colón como Américo Vespucci son observadores muy meticulosos, Humboldt no se cansa de repetir esto. Además son hombres de ciencia, cuyo saber se encuentra a la altura de su tiempo y sin embargo, se dejan llevar por los mundos de ensueño de cuño literario y mítico. Humboldt le dedica buena parte del libro a los análisis de las Lettera rarísima, del Libro de las profecías u otros escritos del almirante y logra rastrear el impacto que tuvieron las ficciones como fuerza motriz incluso en un hombre como Colón, que no solamente ha sido un diestro observador de los fenómenos de la naturaleza y un navegante pragmático con gran experiencia, sino que se había preparado a conciencia en lo que a conocimientos geográficos se refería.

Humboldt no solamente comprende los sueños y los mundos de ensueño como fuerzas motrices que sirven para impulsar los logros individuales, sino que logra poner de relieve el poder de irradiación centenaria que emana por ejemplo de los mitos geográficos de islas inexistentes. Gracias a este fenómeno, los mundos cartográficos se convierten en mundos de ensueño, tal y como lo subraya Humboldt al principio de una detallada investigación sobre las islas imaginarias:

Es por demás conocido, que el nivel de los conocimientos geográficos en el Medioevo, el empeño por dar a conocer con gran precisión las posiciones de países que en la Antigüedad habían sido descritos de manera muy vaga, llevó a los cartógrafos a rellenar los vacíos del océano con islas, cuya posición estaba sujeta a más cambios que el propio nombramiento. No se puede negar que los dibujantes contribuyeron en mucho a multiplicar el número de construcciones de la fantasía. Entretanto, ahora tenemos que aceptar que el pleno convencimiento de la existencia de masas terrestres dispersas por las lejanías desconocidas del mar es mucho más antiguo que la hechura de mapamundis. La naturaleza misma del hombre hace que se imagine aquello que se encuentra más allá del perímetro de su rostro y de aceptar otras islas y otras tierras firmes que son similares a las que él mismo habita.[12]

Estos países e islas que se han venido «soñando» desde la Antigüedad y que desde el Medioevo han sido cartografiados una y otra vez con modificaciones, los explora Humboldt con la mayor precisión y exactitud en un sinfín de mapas que posteriormente formarán parte de su atlas invisible. También analiza los más diversos escritos de la cultura occidental y asimismo del mundo árabe. Humboldt le sigue la pista con todo el amor al detalle a la isla de San Borondón, a la isla Antilia y a la de las Siete Ciudades desde su «invención», sin perder de vista sus movimientos a través de los tiempos y termina su análisis en los libros de bitácora de los navegantes de la modernidad. “En cada mito hay que tomar en cuenta el momento en el que la historia le impuso su sello y además la época de su origen.”[13]

Acudiendo a la crítica de fuentes historiográficas y con astucia filológica, Humboldt logra descubrir varias veces que los errores de traducción fungían como bisagras en los cambios de localidad y del contenido de tales mitos geográficos y nos pone al corriente sobre los efectos que surten en el mundo de la imaginación y en las acciones concretas de las grandes figuras del descubrimiento. Humboldt hace especial hincapié en la manera en que se mezclan las transmisiones de la Antigüedad con las concepciones medievales de una isla de Antilia y de qué forma se proyectan hacia el occidente, donde se vinculaban con numerosos malentendidos, errores de traducción y falsas etimologías para así seguir presentes en los mapamundi de la modernidad:

López de Gómara, quien no tuviera ninguna duda acerca de la identidad de América y la Atlántida, deriva simplemente el nombre de esta última de la palabra mexicana atl (agua); un sueño etimológico, que ha sido renovado más de una vez en nuestra época, donde se remite al nombre tártaro del Wolga, atel, la gran agua. Dicho sea de paso, con el nombre de las islas Antillas sucedió algo similar como con América; el primero fue, como hemos visto, recomendado por Anghiera; América en 1507 por Hylacomylus, y ambos nombres requirieron más de un siglo para que la mayoría los aceptara.[14]

El Examen critique nos invita a un paseo muy ameno por la historia de los inventos occidentales que lograron entrar en los anales de la historia o, mejor dicho, que han cambiado la historia universal. De forma enigmática, Humboldt nos muestra de qué manera las ficciones han acuñado la realidad y cómo ha encontrado cabida la realidad extra-lingüística en las ficciones. Alexander von Humboldt se niega a aceptar una división simplista entre «ficción» y «realidad».

Su Examen crítico cruza con precisión filológica los textos y las denominaciones en las más diversas lenguas, que no se limitan sólo al griego, al latín, al francés, al alemán, al italiano, al español, al portugués, al inglés o al catalán, sino que abarcan igualmente el árabe, el sánscrito, el náhuatl, el taíno, el chino, el tártaro, diversas lenguas africanas etc. Los mundos lingüísticos en el Examen crítico son tan diversificados como los mundos que hemos perfilado ya en este fascinante análisis del filólogo e historiador, del escritor y naturalista, que fue más que un simple geógrafo y más que un contador de la ciencia que midiera todo. Sin embargo, todos los mundos «ensoñados» siempre remiten a un proceso histórico que Alexander von Humboldt coloca en el centro de su Examen crítico después de haber finalizado su obra de viaje americano y después de las experiencias que tuvo durante el gran viaje al Asia y sin los cuales nunca hubiera podido redondear ni escribir el Cosmos: el invento y la realización de un solo mundo.

Un solo mundo

Humboldt no pretendía de ninguna manera representar el proceso histórico universal analizado por él como un canto épico europeo. Al principio del cuarto tomo de su Examen crítico sostiene lo siguiente con respecto a los «pueblos del Occidente»:

La influencia que estos pueblos han tenido sobre todos los puntos de la superficie de la tierra, donde se hizo ostensible al mismo tiempo su presencia, el sobrepeso general, que es una consecuencia del mismo, sale a relucir apenas en tiempos del descubrimiento y del viaje de Vasco da Gama. Los sucesos, que corresponden a un lapso corto de 6 años (1492-1498), condicionaron en cierta medida la repartición del poder sobre la superficie de la tierra.[15]

Aunque Alexander von Humboldt aceptaba este proceso de la expansión europea en el sentido de que posteriormente iba a cristalizarse de él una sociedad universal, era consciente de las asimetrías radicales del poder y de la violencia a escala planetaria. No es casualidad que en el segundo tomo del Cosmos declare: “Los procesos del saber cósmicos fueron adquiridos a cambio de violencias y terrores que los conquistadores extendieron con afán civilizador por el mundo.”[16] (II, 337) La colosal aceleración, – en palabras de Goethe, velocífera – que Humboldt constata entre 1492 y 1498, había desatado un proceso irremediable, que debía modificarse de forma constructiva para desembocar en una convivencia de la humanidad. La historiografía humboldtiana, consciente de su responsabilidad social, no sólo se orientaba en el pasado sino que obviamente iba dirigida hacia el futuro.

La asimetría de las relaciones entre Europa y el mundo controlado por Occidente, así como también las contradicciones y destrucciones del proceso de globalización que nace con el descubrimiento de América por parte de Colón, son los fundamentos del discurso de Humboldt sobre el Nuevo Mundo. Con ello se diferencia de los de Cornelius de Pauw y Guillaume-Thomas Raynal, porque ya no parte de la premisa de la inferioridad de América. El mundo trasatlántico ya no representaba, en los ojos de Humboldt, lo radicalmente diferente, el reino de la barbarie, sino que era signo de la diversidad tanto de espacios naturales y culturales como también lingüísticos. Lo que pretendía, era vincular ambos lados del Atlántico más allá de las asimetrías coloniales y lograr así una situación, que tuviera como fin el combate a la barbarie en la civilización, para poder dar un paso fundamental y alcanzar un futuro realmente humano en la historia de la humanidad. Humboldt sabía que la primera y la segunda fase de la globalización acelerada estaban unidas trágicamente por las continuidades que ya no debían aceptarse más. Así podemos leer en su tercer tomo del Examen crítico:

Es maravilloso el enredo en los destinos del género humano, porque son estas crueldades, que en tiempos de la conquista han abonado el suelo de ambas mitades de América, las que se cometieron de nuevo bajo nuestros ojos, en un momento, del cual suponíamos, que se caracteriza por el inconmensurable progreso de la Ilustración y la humanización general de las costumbres. Sin embargo, un hombre, que se encontraba apenas a la mitad de su vida, fue testigo de las atrocidades cometidas por un gobierno de terror en Francia, de las inhumanas empresas contra Santo Domingo, de las retroacciones de los cambios del estado y de las guerras civiles en tierra firme americana y europea, de los baños de sangre en Chios e Ipsara,de los actos de violencia que han surgido en los estados del sur de EEUU en contra de aquellos que combaten las crueles leyes de la esclavitud. [17]

A pesar de las expediciones represivas contra la revolución haitiana o las persecuciones de los adversarios de la esclavitud en los estados del sur de los EEUU, las masacres y las guerras civiles en ambos lados del Atlántico, Alexander von Humboldt no pierde la esperanza de poder impulsar un movimiento por medio de la circulación universal de los conocimientos, por medio del acceso de todos a la cultura, por medio de la evaluación crítica de la propia historia y la apertura hacia otros mundos. Este movimiento debía, si no terminar con las violencias y los horrores de los sucedáneos de los llamados conquistadores civilizadores, por lo menos oponerle resistencia y modificar así la trayectoria del camino. ¿No era necesaria una conciencia universal basada en otra concepción de la historia; la conciencia de un solo mundo, para transformar el paso de la historia y dejar atrás la sucesión siempre igual de masacres?

Es apenas desde este punto y este remate desde los que la obra de viaje de Humboldt adquiere un sentido adicional, fundamental. El autor del Examen crítico sabe que se encuentra en un entremundo entre el Viejo y el Nuevo Mundo, entre un momento temporal antiguo y moderno, entre el progreso y la barbarie de una civilización, que no está dispuesta a aprender de la historia. Con su minucioso análisis de la prehistoria y la(s) historia(s) de la globalización en el umbral del siglo XVI, así como también con el conocimiento detallado sobre los más diversos temas que Humboldt nos pone a la disposición, ha logrado crear una obra incomparable.

Su Examen crítico aguza la mirada plena de conciencia universal hacia un espejo de una historia aparentemente distante, en la que no sólo se logran reconocer las características y los trazos de la segunda fase de globalización acelerada, sino también los de la fase actual en un ambiente histórico, social, económico, político y cultural radicalmente transformado. Las concepciones y los descubrimientos no únicamente se limitan al análisis crítico de la carta de Juan de la Cosa, a la reconstrucción de la designación de América o a la nueva lectura de los escritos de Pedro Mártir de Anglería, sino que contienen sobre todo una nueva forma de ver los efectos recíprocos del mundo y este nivel de conocimientos, de discusión y reflexión no ha podido ser rebasado por casi ningún investigador del siglo XX. Con Humboldt logra perfilarse, en el horizonte del saber de la modernidad, una forma de pensar sin ataduras a determinadas disciplinas. ¿No será hora ya de aceptar los desafíos de un discurso transdisciplinario de tal índole?

Es cierto que hay partes de los análisis de Humboldt que han sido relativizados por las investigaciones contemporáneas, pero a veces también han sido falsificados. Humboldt sin lugar a dudas habría sido el primero en aceptar este hecho en el contexto de una ciencia universal en calidad de work in progress. Sin embargo, en aquel oscilar entre dos niveles temporales, que recorre todo el Examen crítico, se crea una nueva imagen (también) de la historia de Europa que no se habría podido concebir de esta manera sin la inclusión del Nuevo Mundo. En Humboldt, la historia de Europa gana una multidimensionalidad en el contexto global gracias al descubrimiento de la referencialidad recíproca; una visión, que aún no es muy común encontrar en la historiografía europea.

Bajo la pluma de Humboldt, el lugar que antes ocupara la historia espacial lo tiene ahora la historia del movimiento, cuya médula ya no es lo territorial, sino lo relacional-dinámico y móvil. Bajo los movimientos de las historias actuales traslucen los movimientos de historias pasadas que Humboldt analiza críticamente. El autor del Examen crítico siguió con valentía el camino encauzado en Vues des Cordillères en dirección a una comprensión transareal de la historia de nuestro planeta y de su diversidad cultural. El hecho de que su obra haya quedado inconclusa, no le resta nada, ni tampoco a su proyecto, que persiguiera con tanta pasión a lo largo de 30 años y le sacrificara todas sus “horas de ocio”. Alexander von Humboldt no dejó trunco su Examen crítico – tal y como lo hiciera también con tantas otras obras salidas de su pluma – porque sintiera que no lo podía terminar, sino porque sabía que debía de dársele continuidad.

Traducción: Rosa María S. de Maihold


 

[1] Humboldt, Alexander von: Kritische Untersuchung zur historischen Entwicklung der geographischen Kenntnisse von der Neuen Welt und den Fortschritten der nautischen Astronomie im 15. und 16. Jahrhundert. Mit dem geographischen und physischen Atlas der Äquinoktial-Gegenden des Neuen Kontinents Alexander von Humboldts sowie dem Unsichtbaren Atlas der von ihm untersuchten Kartenwerke. Übersetzung aus dem Französischen: Julius Ludwig Ideler. Nachwort: Ottmar Ette. Frankfurt am Main – Leipzig: Insel Verlag 2009. 2 tomos, tomo I, p. 13. Para facilitar el acceso a las citas en alemán, éstas han sido traducidas literalmente (R.S.M.) [Diejenigen Jahrhunderte, in denen sich die Lebendigkeit geistiger Bewegung offenbart, bieten dem Beobachter den unterscheidenden Charakter eines unabänderlichen Strebens nach einem vorgesteckten Ziel dar. Es ist die handelnde Tatkraft dieses Strebens, die ihnen einen Eindruck von Großartigkeit und Glanz verleiht. Eine ununterbrochene Folge geographischer Entdeckungen, die Wirkungen edler gemeinschaftlicher Hingebungen und Bestrebungen der portugiesischen und kastilischen Nationen, ein fortgesetzter blutiger Kampf, den religiöse Zwistigkeiten veranlaßten, politische Bewegungen, deren Endziel eine Umschmelzung der gesellschaftlichen Verhältnisse ist, haben nach und nach die Beschäftigung der Geister in Anspruch genommen und einzelnen Zeitabschnitten eine individuelle Physiognomie verliehen.

Das fünfzehnte Jahrhundert, mit dem ich mich vorzugsweise in diesem Werk beschäftigen werde, bietet ein Interesse dar, das nur ein Höhepunkt in der Skala des Zeitenfortschrittes der menschlichen Vernunft in Anspruch zu nehmen imstande ist. In der Mitte zwischen zwei voneinander verschiedenen Arten der Zivilisation sehen wir in ihm gleichsam eine Zwischenwelt, die zugleich dem Mittelalter und der neueren Zeit angehört. Das fünfzehnte Jahrhundert ist das Zeitalter hervorstechender Entdeckungen im Raum, neuer Wege, die den Verbindungen der Völker dargeboten wurden, der frühesten Wahrnehmungen einer physischen Geographie, welche alle Breiten und Höhengrade umfaßte. Wenn für die Bewohner unseres alten Europa dieses Jahrhundert einerseits »die Werke der Schöpfung verdoppelt hat«, so läßt sich auf der anderen Seite nicht leugnen, daß die nähere Berührung mit einer so großen Masse von neuen Gegenständen mächtige Triebfedern den Verstandeskräften darbot und fast unmerklich Meinungen, Gesetze und staatsrechtliche Verhältnisse der Völker durchgreifenden Veränderungen unterwarf.]

[2] Humboldt, Alexander von: Kritische Untersuchung, op.cit., tomo I, p. 74. [Mitten unter den Ideen, die das neunzehnte Jahrhundert beherrschen, bei dem wunderbaren Aufschwunge einer Zivilisation, welche unaufhaltsam vorwärts schreitet, und gewissermaßen nur in der Gegenwart und für die nahe und nächste Zukunft lebt, hat man Mühe, eine für das Menschengeschlecht ruhmwürdige Epoche zu begreifen, in der man sich, nachdem man große Dinge geleistet hatte, gefiel, die Augen rückwärts zu wenden und geduldig nachzuforschen, ob alle diese großen Dinge nicht Erfüllungen alter Vorhersagungen wären. Es gehört zur Pflicht des Geschichtsforschers, ein jedes Jahrhundert nach dem eigentümlichen Charakter und den unterscheidenden Merkmalen seiner intellektuellen Entwicklung zu erforschen, und ich werde keinen Augenblick die Anstrengungen bedauern, welche mir meine mühsamen Bestrebungen verursacht haben, die Richtung der Gedanken des Columbus und seiner Zeitgenossen zu verfolgen, selbst wenn diese Forschungen mit einiger Geringschätzung von denjenigen aufgenommen werden sollten, welche auf einem entgegengesetzten Systeme beharren.]

[3] Humboldt, Alexander von: Kritische Untersuchung, op.cit., p. 42.

[4] Ídem, p. 13. [Die geschichtlichen Untersuchungen, welche ich in diesem Augenblick der Öffentlichkeit übergebe, sind nur Auszüge aus Arbeiten, denen ich während dreißig Jahren meines Lebens alle Stunden der Muße, die ich erübrigen konnte, mit besonderer Vorliebe widmete.]

[5] Humboldt, Alexander von: Kosmos. Entwurf einer physischen Weltbeschreibung. Ediert und mit einem Nachwort versehen von Ottmar Ette und Oliver Lubrich. Frankfurt am Main: Eichborn Verlag (Die Andere Bibliothek) 2004, tomo I, p. 301. [Totalbetrachtung der Gestalt und Gliederung der Continente" [...] "Umgrenzung des Starren durch das Flüssige, das ArealVerhältniß des einen zum anderen".]

[6] Humboldt, Alexander von: Reise in die Äquinoktialgegenden des Neuen Kontinents. Herausgegeben von Ottmar Ette. Mit Anmerkungen zum Text, einem Nachwort und zahlreichen zeitgenössischen Abbildungen sowie einem farbigen Bildteil. Frankfurt am Main – Leipzig: Insel Verlag 2. Auflage 1999, 2 tomos, aquí tomo II, p. 1609. [Das Titelblatt, nach einer Zeichnung von Gérard gestochen, stellt Amerika dar; angesichts der Schrecken der Eroberung spenden Minerva und Merkur Trost. Darunter stehen die Worte humanitas, litterae, fruges. Plinius der Jüngere schreibt Maximus, dem Quästor von Bithynien, als dieser zum Statthalter der Provinz Achaia ernannt wurde: »Bedenkt, daß die Griechen den anderen Völkern Kultur, Wissenschaft und Nahrung schenkten.« Eben diese Güter verdankt Amerika dem alten Kontinent. Waffen, Gewänder, Schmuck, Bauten und Statuen sind mit großer Genauigkeit und Treue wiedergegeben.]

[7] Humboldt, Alexander von: Kritische Untersuchung, op.cit., p. 13. [Und stets fand ich einen eigentümlichen Reiz bei der Lektüre derjenigen Werke, welche uns Erzählungen von den Conquistadores darbieten. Nachforschungen, die ich in einigen Urkundensammlungen Amerikas und in Bibliotheken verschiedener Orte Europas anstellte, haben mir bedeutend die Untersuchungen erleichtert, welche ich über einen gänzlich vernachlässigten Zweig der spanischen Literatur angestellt habe.]

[8] Humboldt, Alexander von: Kosmos, op.cit., tomo II, p. 68. [...die mächtige Tropennatur in ihrer ganzen Eigenthümlichkeit [...] wenn in der Regenzeit, am Ufer des Orinoco, der Blitz krachend den Wald erleuchtete.]

[9] Humboldt, Alexander von: Reise in die Äquinoktialgegenden, op.cit., tomo I, p. 88. [Wir hatten auf der Reise fortwährend in den alten spanischen Reisebeschreibungen gelesen, und diese sich hin und her bewegenden Lichter erinnerten uns an jene, welche Pedro Gutiérrez, ein Page der Königin Isabella, in der denkwürdigen Nacht, da die neue Welt entdeckt wurde, auf der Insel Guanahani sah.]

[10] Humboldt, Alexander von: Kritische Untersuchung, op.cit., p. 190. [Columbus suchte, indem er ein durchaus unbekanntes Meer durchlief und die Richtung seines Weges aus den Sternen mit Hilfe jenes Astrolabiums erforschte, das erst kurz zuvor erfunden worden war, Asien auf dem Weg gen Westen nach einem fest beschlossenen Plan, nicht als ein Abenteurer, welcher sich nach Gutdünken dem Zufall überläßt. Der Erfolg, den er erlangte, war eine Eroberung durch Nachdenken.]

[11] Humboldt, Alexander von: Aus meinem Leben. München: Beck 1987, p. 38. [In einem jungen Gemüte, das 18 Jahre lang im väterlichen Hause gemißhandelt und in einer dürftigen Sandnatur eingezwängt worden ist, glimmt und glüht es wunderbar auf, wenn es seiner eigenen Freiheit überlassen auf einmal eine Welt von Dingen in sich aufnimmt. Mein Zimmer in Plumtree-street war mit den Kupfern eines ostindischen Schiffes ausgeziert, das in einem Sturme unterging. Heiße Tränen strömten mir oft über die Wangen, wenn ich beim Erwachen die Augen auf diese Gegenstände heftete. Ich strebte nach Dingen, die ich damals nie zu erlangen hoffte. Ich bildete mir ein, daß nur die Aufforderung eines Gouvernements, eine Reise gleich der Cookschen mich in jene Weltteile führen könne, und meine Berliner Verhältnisse, der Zwang, an den ich gewöhnt war, stellten mir als unmöglich vor, was ich nun seit Jahren ausgeführt. Als wir der engl[ischen] Küste nahe zuerst die Türme von Oldborough sahen, malte mir meine Einbildungskraft im Traume den Tafelberg und Drakenstein vor.]

[12] Humboldt, Alexander von: Kritische Untersuchung, op.cit., p. 156. [Es ist bekannt, daß der Zustand der geographischen Kenntnisse im Mittelalter, das Bestreben, die Lage von Ländern, welche die Alten nur auf eine ganz unbestimmte Weise beschrieben hatten, genauer anzugeben, die Kartenzeichner veranlaßten, die Leere des Ozeans mit Inseln anzufüllen, deren Lage noch größeren Veränderungen unterworfen war, als ihre Benennung. Es läßt sich nicht leugnen, daß diese Zeichner viel dazu beigetragen haben, die Anzahl der Phantasiegebilde zu vermehren. Indessen muß man doch auch andererseits zugestehen, daß die innige Überzeugung vom Bestehen zerstreuter Ländermassen in den unbekannten Weiten der Meere um vieles älter ist als die Anfertigung von Weltkarten. Es ist dem Menschen von Natur so nahe gelegt, ein Etwas jenseits seines Gesichtskreises zu träumen und andere Inseln, selbst andere Festländer anzunehmen, denen ähnlich, welche er selbst bewohnt.]

[13] Ídem, p. 161. [Bei jedem Mythos muß man sorgfältig den Zeitpunkt unterscheiden, welchen ihm der Stempel der Geschichte aufgedrückt hat, und die Epoche seines Ursprungs.]

[14] Humboldt, Alexander von: Kritische Untersuchung, op.cit., p. 167. [López de Gómara, der keine Zweifel über die Identität von Amerika und Atlantis hegt, leitet ganz einfach den letzteren Namen vom mexikanischen Wort (Wasser) her, eine etymologische Träumerei, welche man zu verschiedenen Malen in unseren Tagen erneuert hat, indem man überdies noch an den tartarischen Namen der Wolga, atel, das große Wasser, erinnerte. Übrigens ist es mit dem Namen der AntillenInseln gegangen wie mit dem von Amerika; der erstere wurde, wie wir gesehen haben, im Jahre 1493 von Anghiera vorgeschlagen, der letztere 1507 von Hylacomylus, und bei beiden war mehr als ein Jahrhundert erforderlich, ehe der Gebrauch allgemein verbreitet war.]

[15] Ídem, p. 296 s. [Der Einfluß, den diese Völker auf alle Punkte der Erdoberfläche ausüben, wo ihre Gegenwart sich zu gleicher Zeit bemerkbar macht, das allgemeine Übergewicht, das eine Folge desselben ist, schreiben sich erst aus den Zeiten der Entdeckung von Amerika und der Reise des Vasco da Gama her. Die Ereignisse, welche einem kurzen Zeitraum von sechs Jahren (1492 bis 1498) angehören, haben gewissermaßen die Verteilung der Gewalt über die Erdoberfläche bedingt. ]

[16] Humboldt, Alexander von: Kosmos, op. cit., tomo II, p. 337. [Die Fortschritte des kosmischen Wissens wurden durch alle Gewaltthätigkeiten und Gräuel erkauft, welche die sogenannten civilisirenden Eroberer über den Erdball verbreiten.]

[17] Humboldt, Alexander von: Kritische Untersuchung, op.cit., p. 266. [Wunderbar ist die Verwicklung in den Geschicken des Menschengeschlechtes: Denn eben dieselben Grausamkeiten, welche in den Zeiten der Eroberung den Boden beider Hälften von Amerika mit Blut gedüngt haben, sind unter unseren Augen von Neuem begangen worden, in einer Zeit, von der wir annehmen, daß sie durch einen unermeßlichen Fortschritt zur Aufklärung, durch eine allgemeine Vermenschlichung in den Sitten charakterisiert werden. Und doch konnte wohl ein Mann, der kaum auf der Mitte seiner Lebensbahn steht, Zeuge sein von den Greueln der Schreckensherrschaft in Frankreich, der unmenschlichen Unternehmung gegen Santo Domingo, von der Rückwirkung der Staatsumwälzungen und den Bürgerkriegen auf dem Festland von Amerika und Europa, den Blutbädern auf Chios und Ipsara, den Gewalttaten, die ganz neuerdings in den südlichen Staaten der nordamerikanischen Union eine grausame Gesetzgebung über die Verhältnisse der Sklaven und der Haß gegen diejenigen hervorgerufen hat, welche sie abändern wollten.]

 

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Letzte Aktualisierung: 13 November 2009 | Kraft
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