Gespiegelte Fassung der elektronischen Zeitschrift auf dem Publikationsserver der Universität Potsdam, Stand: 18. August 2009
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HiN - Humboldt im Netz

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Oliver Lubrich

"Como antiguas estatuas de bronce"
Sobre la disolución del clasicismo en la Relación histórica de un viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, de Alejandro de Humboldt

    

1. Un viaje en el tiempo

 

“Nous vîmes danser les Indiens” ("Vimos bailar a los indios"), apunta Alejandro de Humboldt en la relación de su viaje por América al describir un ritual indígena en las selvas de la región venezolana del río Orinoco. Y para referirse a los instrumentos empleados en la ceremonia, fabricados con cañas, piensa en una singular referencia cultural: “Ces roseaux rangés sur une même ligne, et liés les uns aux autres, ressemblent à la flûte de Pan telle que nous la trouvons représentée dans des processions bachiques sur les vases de la Grande-Grèce.”[1] [II.557] ("Estas cañas colocadas sobre la misma línea, y unidas unas a otras se parecen a la flauta de Pan, tal como la vemos representada en las procesiones báquicas sobre los jarrones de la Magna Grecia") En la selva tropical, al explorador se le vienen en mientes otras asociaciones: cuando habla, por ejemplo, de serpientes, Humboldt alude al episodio de Laocoonte en La Eneida (II. 364).[2] Y sobre los caribes escribe el barón con una claridad realmente paradigmática: “[L]eurs grandes figures d'un rouge cuivré et pittoresquement drapées ressemblent de loin, en se projetant dans la steppe contre le ciel, à des statues antiques de bronze.” [III.6] ("[S]us grandes figuras de un rojo de cobre, y pintorescamente vestidas, parecen de lejos, al proyectarse sobre la estepa contra el cielo, antiguas estatuas de bronce".) ¿Qué importancia tienen tales evocaciones de la Antigüedad Clásica? ¿Qué función cumplen éstas en la relación de viaje de Alejandro de Humboldt, la obra en tres tomos titulada Relation historique du Voyage aux Régions équinoxiales du Nouveau Continent? ¿Qué papel juegan los motivos griegos y romanos en la manera en que el viajero europeo percibe y describe países lejanos y culturas desconocidas?

 

Es posible diferenciar desde el punto de vista formal la multitud de referencias a la Antigüedad a partir de algunos tipos básicos: Humboldt emplea lo mismo asociaciones aparentemente no sistemáticas y espontáneas que citas y referencias literarias bien calculadas, comparaciones en diferentes disciplinas y hasta referencias de índole científica, a través de las cuales la "realidad" americana que la obra de viaje construye es relacionada en distintos sentidos con la Antigüedad grecolatina. Humboldt, por ejemplo, traza analogías relativas a la historia del arte. La Antigüedad Clásica pasa a ser entonces un principio estético, concretamente un arquetipo de la ornamentación. Sobre la pintura en los jarrones indígenas se dice: “Ce sont de véritables grecques [...] semblables à celles que nous trouvons sur les vases de la Grande-Grèce, sur les édifices mexicains de Mitla, et dans les ouvrages de tant de peuples” [II.371] ("Son auténticos patrones griegos [...] semejantes a los que hallamos en los vasos de la Gran Grecia, en los edificios mexicanos de Mitla, y en las obras de tantos pueblos"). El mismo principio estilístico Humboldt lo identifica en las urnas de la caverna funeraria de Ataruipe, que él saquea bajo la protesta de sus guías nativos: “de vraies grecques” [II.598] ("verdaderos modelos griegos"). 

 

La percepción humboldtiana de América[3] se orienta en distintos sentidos según antecedentes de la Antigüedad. Incluso las vías de comunicación en tierras venezolanas parecen ser comparables con aquellas conocidas de la edad antigua: “Dans ces pays, comme chez les anciens...” [II.61] ("En estos países, como entre los antiguos..."). Diversas reminiscencias de la mitología griega han sido recogidas en la relación de viaje: un pueblo de guerreros en la selva tomó incluso su nombre, según comprueba Humboldt, a partir de un paralelismo mitológico: “ces femmes belliqueuses que les voyageurs du seizième siècle ont nommées les Amazones du Nouveau-Monde.” [II.484] ("las mujeres belicosas que los viajeros del siglo XVI han denominado 'las amazonas del nuevo mundo'"). Al penetrar en el hasta entonces inexplorado curso del Orinoco, Humboldt piensa en la mitología antigua sobre el fin del mundo conocido: “ce sont les colonnes d'Hercule” [II.569][4] ("son las Columnas de Hércules"), con lo cual, por un lado, da continuidad al mito del nec plus ultra al desplazar las columnas de Hércules hacia el oeste, mientras, por otra parte, desmiente el propio mito cuando traspasa el presunto fin del mundo en una simple piragua.

 

"Involuntariamente", los sacerdotes de los incas le recuerdan al viajero un culto de la isla de Rodas: “ces prêtres-rois du Pérou qui se disoient fils du Soleil, et [...] ces Rois-Soleils chez les Natchez qui rappellent involontairement les Héliades de la première colonie orientale de Rhodes.” [III.21-22] ("estos sacerdotes-reyes del Perú que se decían hijos del Sol, y [...] esos Reyes-Soles de los Natchez que recuerdan involuntariamente a los Helíades de la primera colonia oriental de Rodas"). Esta referencia a los Helíades, los siete hijos del dios Sol Helios y de la ninfa Rodas, considerados los fundadores de Rodas y de los cuales uno, Kerkafos, engendró los epónimos de las ciudades rodias Kameiros, lalysos y Lindos, no es solo significativa porque aquí, detrás de la mera analogía de la religión comparada, se sugiera explícitamente el proceso de transferencia de valores religiosos y prácticas culturales a una "colonia" --con lo cual se aborda de forma implícita el procedimiento de denominación colonial--, sino también en tanto que el mito mismo crea una ambigüedad de esta relación colonial al desembocar en una situación en la cual resulta imposible decidir por uno u otro elemento en la lucha por la prioridad que se establece entre una colonia y su metrópoli: A sus siete hijos rodios, el dios Sol les había presagiado para el camino que por ser los primeros hombres que ofrecían sacrificio a la recién nacida diosa Atenea, asegurarían el eterno favor de la diosa. Cuando luego los Helíades realizaron la ofrenda sin el fuego prescrito, el ateniense Kekrops repitió el ritual íntegramente... con fuego. Desde entonces, ambas ciudades, Atenas y Rodas, podían basarse en haber ganado la bendición de la diosa, y ambas siguieron celebrando regularmente las ofrendas en su honor... en Rodas, sin embargo, se hacían sin fuego.[5]

 

La Antigüedad sirve a Humboldt como rasero y modelo de comprensión, como punto de partida y apoyo de la percepción.[6] En eso ella tiene la función clara de actuar como referencia absoluta, como autoridad cultural y fuente de un conocimiento incuestionable: “Nous savons”, escribe Humboldt, “par le témoignage de l'antiquité...” [II.664] ("Sabemos, por el testimonio de la Antigüedad...") Los elementos antiguos en la realidad americana, tal y como Humboldt los percibe, se mantienen sin embargo en un nivel estrictamente literario. Una relación real entre la Antigüedad y América, como podría ser la influencia mediante expediciones o migraciones de los pueblos, o a través de una comunicación transcontinental, como lo han afirmado algunos autores en relación con supuestas coincidencias mitológicas o arqueológicas (“des monnoies phéniciennes et romaines que l'on assure avoir trouvées aux États-Unis” [III.163]) ("monedas fenicias y romanas que, según se asegura, han sido encontradas en los Estados Unidos"), es claramente rechazada como absurda (“de si absurdes hypothèses!” [III.163]) ("¡esas absurdas hipótesis!"). “Ce qui n'étoit alors qu'un ornement de style et un plaisir de l'esprit est devenu de nos jours le sujet de graves discussions. [...] [O]n a expliqué toute la fable grecque, sans en exclure les Amazones, par la connoissance des localités du lac de Nicaragua et de quelques autres sites américains!” [II.485-486] ("Lo que no era entonces más que un ornato del estilo y un placer del espíritu, se ha convertido en nuestros días en tema de graves discusiones [...] se ha explicado toda la mitología griega, sin excluir las amazonas, por el conocimiento de la geografía del lago de Nicaragua y de algunos otros parajes americanos"). El parecido estructural de formas artísticas en las pinturas de jarrones antiguos e indígenas, Humboldt lo interpreta, en el contexto de la teoría de una gramática antropológica, no como una analogía directamente causal: “Ces peintures se retrouvent sous toutes les zones, chez les peuples les plus éloignés les uns des autres [...]. Des analogies, fondées sur la nature intime de nos sentimens, sur les dispositions naturelles de notre intelligence, ne sont pas propres à jeter du jour sur la filiation et les relations anciennes des peuples.” [II.598] ("Esas pinturas se encuentran en todas las zonas, entre los pueblos más alejados unos de otros [...] Las analogías, fundadas sobre la naturaleza íntima de nuestros sentimientos, sobre las inclinaciones naturales de nuestra inteligencia, no son en absoluto propias para arrojar luz sobre la filiación y las relaciones antiguas de los pueblos"). Humboldt desestima asimismo el procedimiento igualmente metonímico de poner lo ajeno en contacto directo con lo propio --en este caso, en un contacto filiatorio--, y en su lugar lleva a cabo una serie de transferencias metafóricas. En un nivel más elevado, sin embargo, él mismo practica lo que critica como operación demasiado simple. También las referencias grecolatinas de Alejandro de Humboldt son en definitiva intentos por dominar la "otredad", conectando ésta con aquello que le resulta conocido.[7]

 

Humboldt descubre similitudes religiosas, mitológicas, culturales y estéticas, y traza las correspondientes analogías, estableciendo incluso a veces referencias con las ciencias naturales. Compara, por ejemplo, la metodología científica y el nivel de conocimientos "de los indios" ("des Indiens") con los de "la Antigüedad": “Comme les botanistes de l'antiquité, ils nioient ce qu'ils ne s'étoient pas donné la peine d'observer.” [II.421] ("Como los botánicos de la Antigüedad, ellos negaban todo cuanto no se habían tomado el trabajo de observar") Más adelante surgen paralelismos con científicos concretos: “[L]es naturels [...] savent [...] ce que savoient jadis Eudoxe et Eratosthène” [II.660] ("[L]os naturales [...] saben [...] lo que antaño sabían [el matemático y astrónomo] Eudoxio y [el filólogo] Eratóstenes") El científico compara además determinados fenómenos de la naturaleza que él observa en América con aquellos que conoce de los lugares clásicos de la Antigüedad europea. Sobre las bifurcaciones de los ríos, leemos: “Le sol classique de l'Italie renfermoit donc, parmi tant de prodiges de la nature et des arts, une de ces bifurcations dont les forêts du Nouveau-Monde nous offrent un autre exemple, sur une échelle beaucoup plus grande.” [II.524] ("El suelo clásico de Italia encerraba pues, entre tantos prodigios de la naturaleza y de las artes, una de esas bifurcaciones de las cuales las selvas del Nuevo Mundo nos ofrecen otro ejemplo en escala muchísimo más amplia") Y sobre la cantidad de desembocaduras del Orinoco, Humboldt escribe, recurriendo incluso a una cita en latín: “Une tradition vulgaire en donne sept à l'Orénoque, et nous rappelle les septem ostia Nili, si célèbres dans l'antiquité.” [II.651] ("Una tradición popular atribuye siete al Orinoco, y nos recuerda las "siete bocas del Nilo", tan célebres en la Antigüedad"). Tales comparaciones, cuya motivación científica es tan sólo aparente, no dejan de poseer connotaciones históricas e ideológicas, por ejemplo, cuando Humboldt compara el río Sipapo nada menos que con el Tíber: “Le Rio Sipapo [...] deux fois plus large que le Tibre” [II.381] ("El río Sipapo [...] es dos veces más ancho que el Tíber [...]"). Esta comparación puramente cuantitativa no se nos impone de manera forzosa. De lo que aquí se trata, al parecer, no es tanto la sobria ilustración de una proporción natural como la asociación de un elemento de la realidad americana con un río que ha de ser comprendido como metonimia de la civilización romana.

 

En una palabra: Alejandro de Humboldt "antiquiza" a América, la "grecolatiniza". Los paisajes americanos pasan a ser el espacio de una Antigüedad presente: una nueva Ática, un nuevo Lacio. Esta estilización de las regiones visitadas como una Antigüedad contemporánea, hace de la expedición a América un imaginario viaje en el tiempo.

 

También el río Casiquiare Humboldt lo literariza mediante una cita en latín: “[L]e Cassiquiare, dans son état actuel, n'est pas, comme disent les poètes du Latium, placidus et mitissimus amnis: il ne ressemble guère à cet errans languido flumine Cocytus” [II.525] ("[E]l Casiquiare, en su estado actual, no es, como dicen los poetas del Lacio, un plácido arroyo extremadamente manso; no se parece nada a ese Cocytos de fluir lánguido") Mientras la primera expresión, "placidus et mitissimus amnis", atribuido como un lugar común a varios "poetas" a la vez, fue creada evidentemente por el propio Humboldt,[8] la segunda mención, que el naturalista, excepcionalmente, no identifica --y que tal vez se cita de memoria, ligeramente modificada --, proviene de una oda de Horacio.[9] Humboldt compara el río Casiquiare con un río no especificado del Lacio, así como con el río del infierno, el Cocytos. Se combinan aquí connotaciones positivas ("placidus et mitissimus") y negativas ("errans languido"). Las citas abren desde el punto de vista intertextual dos espacios de la connotación. En el continente sudamericano, Humboldt incluye en su texto bucólica y chtónica a un tiempo: paz y muerte, la idílica Arcadia y el Reino de los Muertos. Sin embargo, en este caso se trata de una comparación singular, negativa, no basada en similitudes, sino una que constata justamente la ausencia de éstas. El Casiquiare no es ("n'est pas") como el apacible arroyo de los poetas del Lacio, ni ("guère", que literalmente significa "apenas") tampoco como el antiguo río del infierno.[10] Por tanto, las referencias clásicas surgen incluso allí donde no es posible distinguir ninguna coincidencia. La Antigüedad sigue siendo un rasero de la percepción, y no parece jugar en ello sólo un papel ornamental: En el extrañamiento grecolatino Alejandro de Humboldt revisa esos dos mitos del Nuevo Mundo tan diametralmente opuestos, y que desde Colón han venido siendo reiterados una y otra vez: el viaje por el río Casiquiare no es ni un viaje al paraíso ni una catabasis.[11]



[1] En lo adelante se citará a partir de la edición original francesa: Alexander von Humboldt, Relation historique du Voyage aux Régions équinoxiales du Nouveau Continent. Fait en 1799, 1800, 1801, 1802 et 1804 par Al. de Humboldt et A. Bonpland, rédigé par Alexandre de Humboldt. Reimpresión íntegra del original publicado en París entre 1814 y 1825. Edición al cuidado de Hanno Beck, con una introducción de Hanno Beck y aumentada con un registro, 3 tomos, Stuttgart: Brockhaus 1970.-- Los números romanos indican el tomo; los arábigos, la página correspondiente. Para las citas en castellano el traductor consultó las traducciones disponibles de las obras de Humboldt, pero para los efectos de este trabajo fue preciso corregir errores e imprecisiones.

 

[2] Precisamente el mito de Laocoonte jugó desde el Renacimiento --y en especial en el llamado Grupo Laocoonte, redescubierto en 1506--, un papel central en la recepción de la Antigüedad, hasta llegar a Lessing, con su obra Laocoonte o sobre los límites de la pintura y la poesía, Berlín 1766.

 

[3] El uso aquí de la denominación castellana "América" tiene en cuenta el hecho de que Alejandro de Humboldt recorrió y describió principalmente regiones hispanas del llamado "Nuevo Mundo". El término alemán "Amerika" se entiende hoy por lo general (erróneamente) como sinónimo de los Estados Unidos.

 

[4] Humboldt prefiere la versión romana y latinizada del nombre.

 

[5] Ver este pasaje citado por Humboldt en Diodoro, V. 56, y en Píndaro, Oda Olímpica VII.

 

[6] Sobre la función contemporánea de la Antigüedad griega como modelo, ver, por ejemplo, en relación con Guillermo de Humboldt: Jean Quillien, G. de Humboldt et la Grèce. Modèle et histoire, Lille: Presses Universitaires de Lille, 1983.

 

[7] Desde el punto de vista político-identitario podría generalizarse lo siguiente: La relación de viaje de Alejandro de Humboldt traza una "triangulación" entre lo "propio" (la Europa contemporánea), lo "ajeno" (la América española) y la "Antigüedad" (referencia histórica).

 

[8] Puede hallarse un "placidus amnis" en Ovidio, Metamorfosis I. 702; un "fluvius mitis" puede encontrase en Virgilio, Eneida VIII. 86 ff. Desde el punto de vista estilístico, la expresión recuerda en cierto sentido las "laudes Italiae", en Virgilio, Geórgicas, V. 136-176. Agradezco a Yahya A. Elsaghe, Berna, por sus indicaciones y su estímulo.

 

[9] Horacio, Carminum liber alter, 14, 17-20: “visendus ater flumine languido / Cocytos errans et Danai genus / infame damnatusque longi / Sisyphus Aeolides laboris...” Humboldt, por tanto, cambia el orden de las palabras y latiniza la terminación del nombre "Cocytos". La oda invoca el carácter ineluctable de la muerte y rememora el reino de los muertos; asimismo, menciona particularmente a los pecadores condenados con tormentos eternos: Sísifo (condenado a subir rodando una piedra por la misma pendiente) y las danaides (que vierten agua en un barril agujereado).

 

[10] Sobre el Cocytos, ver también Eneida, VI. 132, VI. 296-297, VI. 322.

 

[11] Sobre las mitologías complementarias de "El Dorado" y sobre la "Leyenda Negra" y sus relativizaciones por parte de Alejandro de Humboldt, ver: Charles Minguet: Alexander von Humboldt und die Erneuerung des Lateinamerika-Bildes, en: Gustav Siebenmann/Hans-Joachim König (Ed.), Das Bild Lateinamerikas im deutschen Sprachraum. Ein Arbeitsgespräch an der Herzog August Bibliothek Wolfenbüttel, 15. - 17. März 1989 (Tubinga 1992) = Beihefte zur Iberomania 8, 1992, pág. 107-125; ver además, Ernst Bloch, Eldorado und Eden, die geographischen Utopien, en: [del mismo autor]: Das Prinzip Hoffnung, 3 t., Francfort del Meno: Suhrkamp (stw), tomo 2, pág. 873-929.

  

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