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Stand: 12. August 2005
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Ursula Thiemer-Sachse

El “Museo histórico indiano” de Lorenzo Boturini Benaduci y los esfuerzos del erudito alemán Alejandro de Humboldt para preservar sus restos para una interpretación científica

Lateinamerika-Institut der Freien Universität Berlin

  

  1. El valor de las obras de Boturini para la historia de la ciencia

Esta “Idea” fue el resultado de las gestiones que Boturini realizó en España para reivindicar su inocencia y lograr que se le devolvieran los papeles de su “museo”. En el primer aspecto triunfó, fue absuelto de las acusaciones; pero en relación a lo segundo, fracasó como ya se ha mencionado. Dedicó este bosquejo al rey (fig. 10) para demostrarle la importancia de su “museo”. 

 

 

Fig. 10

Frontispicio de la “Idea” de Boturini con la dibujada dedicación al rey español.

 

Debido al éxito de sus esfuerzos, una real cédula lo nombró “Cronista en las Indias”[1] en diciembre de 1746; y desde julio de 1747 tuvo el cargo de escribir la “Historia” cuya “Idea” hubiera publicado el año anterior (véase Ballesteros Gaibrois en Boturini 1990: XV). Es muy interesante el retrato de Boturini que encontramos en su “Idea” (fig. 11 a y b). Pues allí se manifiesta todo su ideal: escribir combinando la veneración de la Virgen de Guadalupe con la interpretación del calendario mexicano, ambos temas dibujados como símbolos de su razón de ser.

 

 

 

 

Fig. 11 a y b

Retrato de Boturini como coleccionista y autor.

 

 

 

Aunque se ha explicado: “sus escritos sobre la América Septentrional son de escaso interés” (Diccionario Enciclopédico UTEHA, 1951, 2: 497), la obra de Boturini es interesante para el desarrollo de la ciencia. A pesar de que el padre jesuita Francisco Javier Clavijero (1731-1787) explicara en las partes introductorias de su “Historia antigua de México” que Boturini cometió errores, tuvo que constatar al mismo tiempo que ”Boturini afirme que‚ en la urbanidad, elegancia y sublimidad de las expresiones, no hay ninguna lengua que pueda compararse con la mexicana.‘ Este autor no era español sino milanés; no era hombre vulgar sino erudito y crítico; sabía muy bien, por lo menos, el latín, el italiano, el francés y el español, y del mexicano supo cuanto bastaba para haber un juicio comparativo.” (Clavijero 1964: 547).

 

La obra de Boturini nos da una impresión de su actitud muy progresista a mediados del siglo XVIII, no solamente como coleccionista, sino también como historiador: “ La orientación fue, dentro de la historiografía de su tiempo, la más moderna y podemos decir que la ‚moderna‘ por antonomasia, ya que buscó, en los materiales que le servían como fuente, no la mera estructuración de los hechos históricos, sino su filosofía, su razón de ser, su enlace con el curso general de la historia.” (Ballesteros Gaibrois en Boturini 1990: XLVII). Quiso escribir una verdadera historia cultural, incluyendo las costumbres, lengua, ritos, derecho etc. Declaró su admiración al filósofo italiano Giovanni Battista [Giambattista] Vico (1668-1744) cuyas ideas siguió, comprendiendo así la historia cultural antigua de los indígenas de América como parte integrante de una historia general del mundo. Boturini señaló a Vico como un ejemplo, pues “meditó en la común naturaleza de las naciones gentilicias, labrando un nuevo sistema del derecho natural de las gentes” (Boturini 1990: 18). Flores Salinas (1964/1967, 2: 25) tiene la impresión de que Boturini adoptara la idea sobre “corsi e recorsi” y los principios filosóficos y sociales de Vico para ‚estar a la moda‘. Claro que trasmitir esto a los autóctonos de México llevó a Boturini también a cometer errores [como, por ejemplo, quiriendo enlazar la dispersión de los toltecas con la confusión de las lenguas de la construcción de la Torre de Babel (Clavijero 1964: 50; véase Ballesteros Gaibrois en Boturini 1990: LI); “El caballero Boturini creyó que los toltecas fabricaron la pirámide de Cholula por remedar la torre de Babel” (Clavijero 1964: 51)]. Además, glorificando las costumbres antiguas mexicanas - salvo lo sangriento, seguramente (véase Boturini 1990: 116) – cayó, si bien un poco con anticipación, en el futuro mito del “buen salvaje”, elaborado por el representante de la ilustración Jean Jacques Rousseau (1712-1778), en los años sesenta del mismo siglo. La forma de escribir para Boturini era como él mismo explicó: “siguiendo la idèa de la celebre division de los tiempos, que enseñaron los Egipcios, he repartido la Historia Indiana en tres Edades: La primera, la de los Dioses: La segunda, la de los Heroes: la tercera, la de los Hombres, para baxar por grados succesivos hasta quando nuestros Indios se hallaron constituìdos en sus Goviernos Humanos, y dilataron en la America sus Imperios, Reynos, y Señorìos, y por fin conquistados por las Armas Españolas se apartaron de sus antiguas Idolatrias, abrazando la Fè catolica, en la que viven constantes, baxo el justo, y suave dominio de V. Mag. y desta suerte determinè tratar de sus cosas en dichos tres tiempos, Divino, Heroyco, y Humano, que es lo mismo, que el doctissimo varron [Vico, U.T.-S.] explica en otros tres, Oscuro, Fabuloso, è Historico.” (Boturini 1990 [1746]: 7). Lo mismo explicó otra vez en el capítulo sobre el año ritual de su “Historia” (véase Boturini 1990: 115). En esto se puede ver la originalidad del trabajo de Boturini que hizo uso de la tesis de Vico sobre la sucesión de etapas o edades en un sistema, para ordenar la historia de los pueblos indígenas de la Nueva España.

 

La siguiente observación de Boturini trata sobre el desarrollo autóctono de las sociedades prehispánicas y su diferenciación. Es muy importante si se piensa en el tiempo en el cual Boturini llegó a esta conclusión: “[...] que cayò el Govierno o Aristocratico de los Heroes, y entrò el Monarquico, aun en este tiempo, y en todo el que se continuó hasta la Conquista, no tienen las costumbres de los Indios connexion alguna con las de otras Naciones, y no se puede de ellas arguir en punto de Origen cosa de fundamento, pues cada Reyno estableciò sus leyes, costumbres, sus Ritos, y Ceremonias, y assi entre los mismos Indios se halla gran diferencia de costumbre [...]” (Boturini 1746: 109). El americanista alemán Walter Lehmann (1878-1939) hizo la glosa “muy razonable” en su ejemplar del libro “Idea” de Boturini, que se guarda hoy día en el Instituto Iberoamericano de Berlín (Inv.-No.: Y 284), comentando así con respeto y razón lo que Boturini había dicho.

 

Todo esto es importante, pues “Boturini no era un historiador sino que fue a la historia inclinado por su afán de salvar las joyas del pasado que iban llegando a sus manos [...] Si no tenía formación de cronista ni de historiador de oficio, lógico es que cuando se lanzara a una tarea en los historiadores contemporáneos el modus operandi tanto como la orientación. Y ésta la halló en la ‚ciencia nueva‘ de Juan Bautista Vico.” (Ballesteros Gaibrois en Boturini 1990: XLVII). A pesar de que mencionara muchas veces su “museo”, no se basó consecuentemente en los informes que contenía, puede ser porque no pudiera ver los dibujos. Seguramente Boturini aprovechó los libros de los cronistas españoles publicados y también algunos manuscritos guardados en España. Conoció y criticó entre otros las obras de Fernando de Alva Ixtlilxochitl (1575-1650?), “cuya obra conoció manuscrito” (Ballesteros Gaibrois en Boturini 1990: XLIV), Domingo Francisco de San Antón Muñón Chimalpahin Quautlehuanitzin ( 1579-1660), Juan de Torquemada (1557?-1624), cuya Monarchia indiana era la base de toda su obra, y Sigüenza y Góngora. De la misma forma criticó a su compatriota, el viajero Giovanni Franceso Gemelli Carreri (1651-1725), que había escrito un diario de su viaje a la Nueva España en 1697, y así a muchos más. “Boturini va guiado por el deseo de corregir los errrores en que incurrieron los autores que, con anterioridad a él, habían tratado los temas precortesianos.” (Ballesteros Gaibrois en Boturini 1990: L). Así se puede observar que Boturini por último no usó las obras indígenas como fuentes, pero consultó la mayoría de las obras contemporáneas y de los primeros tiempos de la colonia, “e incluso va guiado por el magnífico deseo científico de deshacer los errores contenidos en obras conocidas y aceptadas como buenas por la mayoría de los autores” (Ballesteros Gaibrois en Boturini 1990: XLV). Su obra y metodología eran un punto culminante dentro del desarrollo de la historiografía mexicana durante el tiempo colonial cuyos resultados son hoy en día primordialmente de interés para la historia de la ciencia. Se puede caracterizar a Boturini como “el primer viajero erudito, de carácter humanista que intenta y logra hacer una historia de nuestro pasado (mexicano U.T.-S.). Obra que con el tiempo se convierte en una fuente de consulta dentro de nuestra rica historiografía. En eso radica su interés e importancia” (Flores Salinas 1964/1967, 2: 27). Pero dentro de todo fue más relevante como coleccionista de documentos antiguos mexicanos que como historiador.



[1] Como el mismo Boturini se llamó “Historiador de las Indias” se lo nombran muchos informes, véase Diccionario Porrúa 1967: 1: 286. “Ya fuera porque Boturini no diferenciara el valor de las preposiciones en y de, o porque voluntariamente quisiera aparecer como Cronista de Indias, lo cierto es que siempre se cita a si mismo de este modo. [...] su nombramiento fue de cronista en las Indias, que era precisamente el significado y espíritu del nombramiento, ya que con él se reconocía su labor de búsqueda e investigación en Indias, para donde debiera de haber salido Boturini, de habérselo permitido sus modestos emolumentos, que tampoco llegó a cobrar.” (Ballesteros Gaibrois en Boturini 1990: 5). No era lo mismo como ser “cronista de las Indias”, que ya existía (véase Ballesteros Gaibrois en Boturini 1990: XXII).

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