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Stand: 12. August 2005
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HiN                                                      III, 5 (2002)

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Miguel Ángel Puig-Samper y Sandra Rebok
(Instituto de Historia. CSIC.)

Un sabio en la meseta.
El viaje de Alejandro de Humboldt a España en 1799

 

4. Sobre la configuración y el clima de la meseta de la Península Ibérica
4. por A. v. Humboldt
4. (Extracto de un escrito al profesor Berghaus)

            En el extremo más occidental de Europa, bañado por el mar por tres lados, se eleva el altiplano de España, una verdadera meseta (Tafel-Land)[1], de 2.200 pies parisienses de altitud casi ininterrumpida y que abarca 4.200 leguas cuadradas geográficas. Tal fenómeno geognóstico es extremadamente raro en nuestro continente, pues, aunque también en el sur de Alemania las mesetas bávara y suaba alcanzan 1560 y 900 pies respectivamente, esas regiones alemanas no forman un todo cerrado y están parcialmente surcadas por anchas depresiones y cuencas fluviales[2].

 

            Cuando en el año 1799 viajé a través de España para buscar allí una oportunidad de trasladarme hacia la costa africana y alcanzar así la expedición francesa a Egipto, hice un intento de nivelar barométricamente toda la península en dirección sudeste a noroeste, desde las costas del Mediterráneo en Valencia hasta las del océano Atlántico en Galicia. Cierto que ya en 1776 La Lande (Mem. de Paris 1776, pág. 148) había deducido, a partir de unos cálculos barométricos del famoso viajero y matemático don Jorge Juan, que Madrid estaba situado a 294 toesas sobre el nivel del mar, pero los geógrafos no tenían entonces todavía conocimiento alguno de la conexión de todas las mesetas en el interior de la Península Ibérica. Mis primeras observaciones sobre las diferencias de altura en los alrededores de Madrid fueron incluidas por Cavanilles en el primer número de los Anales de Historia Natural. Tom. 1, pág. 86, pero mezcladas con algunas mediciones bastante inexactas de nuestro compatriota Thalacker (mineralogista bien instruido, por lo demás). El perfil, que resultaba de estas diferencias de nivel, está repetido en la obra de Laborde sobre España (Itin. Descriptif de l’Espagne 1808. Tom. I, pág. CXIV) y por mi mismo está explicado con algunos comentarios que se refieren al clima. Durante muchos años di por perdido el manuscrito que contiene mis observaciones originales, y sólo en mi último viaje a Alemania ha vuelto a mis manos. He utilizado, calculadas y combinadas de nuevo, las alturas barométricas de este manuscrito, en el perfil de la península ibérica, que apareció, primero en el gran mapa de Donnet y Malo (Mapa Civil y Militar de España y Portugal. Paris 1823) y después, con algunas variaciones, en el quinto cuaderno del relato de mi viaje (Atlas geogr. et phys. du nouveau Continent Pl. III). A partir de esta publicación, he continuado ininterrumpidamente recogiendo, por correspondencia, todas las informaciones que tienen relación con las diferencias de altitud y el clima de la península española. Estas informaciones, que tienen interés para el estudio geognóstico y meteorológico, servirán algún día en sus manos y elaboradas por Vd. para el esbozo de un mapa físico de España. Ojalá que se sienta Vd. atraído a proporcionarnos un trabajo tan excelente de la parte occidental de Europa, como el que tenemos gracias a Vd. de las irregularidades del suelo de Francia. No es preciso recordar que todas las noticias que reúno en este informe (con excepción de las comparaciones con los números de la segunda edición de la geografía española de Antillón) hasta ahora no han sido publicadas.

 

            Mi barómetro era uno de cubeta según el modelo de Ramsden, como los que utilizaron Leopold von Buch, Parrot, Oeynhausen, Dechen y otros excelentes observadores y como el que yo todavía recomiendo a aquellos viajeros que no tienen tiempo para utilizar un barómetro de Fortin con trípode. Las altitudes barométricas comparadas las obtuve, en parte, en Valencia, a través del señor Valenzuela; en parte en Madrid, por la bondad del señor Chaix. Los resultados, que yo considero como los más correctos, son la combinación de estas comparaciones. Semejante trabajo, por la naturaleza del barómetro (cuya posición vertical no se logra siempre con suficiente exactitud) y a causa de la lejanía de las correspondientes alturas, no es comparable con los trabajos de Ramond y otros nuevos viajeros; pero pueden servir para dar un panorama provisional de las diferencias de altitud en una longitud de 110 millas geográficas. En todos los lugares donde he pernoctado he hecho cuidadosamente la observación por la mañana y al anochecer y (conforme a la prescripción de Parrot) he puesto a un punto en relación con el otro. Para mi lo más importante era dilucidar la altitud de Madrid, como punto central, mediante la comparación de muchos datos, independientes entre sí, para luego calcular, en ambas Castillas y hasta Astorga, las localidades debajo y sobre el horizonte de Madrid.

 

            Madrid, según don Jorge Juan, como está dicho más arriba, está a 294 toesas pero sin corrección de la temperatura. Cuando llegué a Madrid obtuve, por observación propia, 343 toesas como resultado más correcto. La siguiente lista mostrará que este dato es, aún hoy, el más cercano a la verdad. El señor Bauzá[3] encontró en 1805 la altura barométrica media de 30 pulgadas 6,4 líneas (medida de Burgos) a 15º centesimales; lo que, si se considera el mar a 338,2 líneas a 15º de temperatura, según La Place serían 628 metros o 322,3 toesas.  Antillón[4] toma como altura media barométrica 30 pulgadas 4 líneas (medida de Burgos), por lo tanto, altitud de 804 varas o 672 metros o 344 toesas. Hace pocas semanas, gracias a la bondad de mi amigo el famoso geógrafo don Felipe Bauzá (que vive actualmente como exiliado en Londres), pude recibir las alturas barométricas de Madrid, observadas mensualmente durante un año. Las siguientes alturas medias han sido observados en 1820, con un excelente barómetro de Troughton, en la casa del Depósito hidrográfico por el señor Bauzá. Los números no son la media del valor más alto y más bajo de cada día, sino la media de 4 observaciones (9 de la mañana, 12 del mediodía, 2 de la tarde y 12 de la noche); los valores están todos reducidos al punto de congelación.

 

Enero >>

Febrero >>

Marzo >>

Abril >>

Mayo >>

Junio >>

27,834

27,833

27,633

27,617

27,726

27,807

Julio >>

Agosto >>

Septiembre >>

Octubre >>

Noviembre >>

Diciembre >>

27,736

27,742

27,829

27,705

27,665

27,791

                                                                     

 

            El valor barométrico del año 1820 fue, por consiguiente, reducido a cero grados de temperatura, 27,743 pulgadas inglesas o 0m, 70465, de donde se deduce que con una temperatura media del aire de 15º centesimales y el dato antes mencionado del valor barométrico de los mares (338,2 líneas parisinas[5]), la altitud de Madrid es de 651 metros ó 334 toesas.

            El Señor Bauzá me escribe (Mayo 1825): “El resultado de su perfil de la península española coincide con una diferencia de 5 toesas con el que yo obtengo de mis observaciones meteorológicas (de 1817-1823), esto es 335,2 toesas. Esta última cifra apenas sufrirá, creo yo, una variación en lo sucesivo. Cuando, en Bilbao, comparé mi barómetro inglés con el que poseía el señor Ferrer y en distintos días combiné mis valores en Madrid con los suyos en la costa cantábrica, obtuvimos como cifra media 336,76 toesas (los datos variaban de 314 a 347 toesas). Espero poder proporcionarle a Vd. más adelante observaciones correspondientes a Madrid y Cádiz, ya que el barómetro de Troughton que usaba en el Depósito hidrográfico, ha sido cotejado muy exactamente con el barómetro de Haux en Cádiz”. Mi perfil fue grabado en cobre muchos meses antes de que yo recibiera estas indicaciones confirmadoras, que, por ese motivo, me proporcionan alegría y tranquilidad. Después de haber confirmado de esta manera  la altitud de Madrid sobre el nivel del mar, toda vez que yo admití que se hallaba a 340 toesas, he pasado a la determinación de las restantes alturas entre Valencia y Madrid. Aquí el extracto de mi diario.

 

 


[1] Hochland opuesto a Flachland (Geografía de Ritter, 1, p. 2, nota 2) se refiere tanto a núcleos y cadenas montañosas como a altiplanos [hautes plaines]. Para designar una elevación de gran extensión, en la que, como en España y México, se levantan núcleos montañosos a partir de altiplanos muy extensos, comunicados entre sí, quizá habría que construir la palabra Tafel-Land a imitación de la inglesa table-land. Desde hace largo tiempo estamos acostumbrados a llamar Tafelberg a un monte, en el extremo meridional de África, por su forma, y la expresión francesa plateau se ha de traducir, conforme al genio de nuestro idioma por Hochebene ( en casos menores, p.e. en la altiplanicie de Bogotá) y Tafel-Land (en los casos mayores, p.e. las mesetas de Nueva España y Tibet). Los finlandeses llaman a un plateau, Maan-Selka, algo así como el dorso de la tierra. Malte Brun, Ann.d. Géographie, T. 19, p. 257.)

 

[2] K. F. Vollrath Hoffmann, Erden-Staatenkunde vom Lande der Deutschen, Thl. I, pag. 10.

 

[3] Si el Sr. Oltmanns ha obtenido un resultado menor de la anterior determinación de Bauzá, este viene de haber adoptado una altura barométrica menor en la superficie del mar. (Humboldt’s Observ. Astron. T. I, p. 18. Relat. Hist. T. 1, p. 46 et 48.) . Una línea de pie español en Burgos es justamente 1 955/1000 de milímetro.

 

[4] Geografía de España p. LIII. En Cotte Memoires de Meteorologie T. II, p. 412 se indica muy erróneamente que la altura barométrica de Madrid es de 25 pulgadas, 11 líneas de medida parisina.

 

[5] Exactamente 762,92 milímetros o reducido a cero: 760,86.

 

 

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