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Ursula Thiemer-Sachse
El “Museo histórico indiano” de Lorenzo Boturini Benaduci y los esfuerzos del erudito alemán Alejandro de Humboldt para preservar sus restos para una interpretación científica
Lateinamerika-Institut der Freien Universität Berlin
El caracter extraordinario de la colección de Boturini
Para nosotros es interesante constatar que su colección no era del todo comparable con los gabinetes de curiosidades que existieron en Europa, especialmente desde el siglo XVI. También en su patria Italia, por ejemplo en la corte de los Medicis[1], Florencia, existieron estas colecciones donde entre otros tesoros se encontraban algunas de las culturas de la América prehispánica. No sabemos si en su juventud Boturini había tenido la oportunidad de visitar los famosos museos de Ulisse Aldrovandi (1522-1605) y del Marchese Ferdinando Cospi en Bologna que representaron la nueva idea de aprovechar curiosidades de partes lejanas del mundo para una interpretación científica.
La colección de Boturini tuvo todavía otro carácter. Esta consistió solamente en documentos escritos y dibujados, útiles para una interpretación histórica. Careció totalmente de las llamadas cosas raras, de vez en cuando bastante valiosas, como se las encontraban en los diversos gabinetes de curiosidades. Boturini aclaró que consideró los códices, manuscritos, dibujos y mapas como materiales que “hasta lo presente sepultados en el olvido, en que mucho hay que interpretar y mucho más queda que discutir.”(Boturini 1990: 308). Considerando esta observación Ballesteros Gaibrois se vió motivado de subrayar: “Estas palabras consagran a Boturini como primer gran americanista, ya que dice de un modo expreso el fin que le movió a la formación de su portentoso Museo: el de la ciencia.” (en Boturini 1990: 308, nota 275). El deseo de este hombre culto del siglo XVIII era llenar las lagunas con los conocimientos provenientes de lo que había encontrado. Lo dijo explícitamente en el primer capítulo de su “Historia General de la América Septentrional” sobre las “Dificultades que encontré en el tiempo que estube en las Indias para descifrar los caracteres de la cronología que practicaron las Naciones de la Nueva España”: “lo que acabé de confirmar en mis peregrinaciones para el mismo fin quando, haviendo ya pasado un siglo y más, no pude dejar de hallar casi del todo sepultada en el olvido la historia de aquella gran parte del Nuevo Mundo.” (Boturini 1990: 17). No obstante, a pesar de esa intención tan noble y el carácter científico de sus propósitos perdió todo su “museo” de “veinte tomos manuscritos de autores indianos” (ibid.) para siempre, después de “haviendo conseguido a puro porfiado trabajo, y gasto inmenso de su bolsa sin fomento alguno como veinte tomos manuscritos los más Autores yndios y un prodigio de mapas historiados con figuras, caracteres y jeroglíficos en papel Yndiano, pieles de Animales, y lienzos de Algodón” (Boturini 1990: 315). Cuando más tarde fue rehabilitado por la corte en Madrid y en julio 1747 declarado “Historiador en las Indias”, como explica Ballesteros Gaibrois (en Boturini 1990: XV, nota 24, siguiendo a Torre Revello, XVIII), para poder trabajar con los documentos recolectados en la misma colonia, nunca más tuvo bastantes recursos para regresar a la Nueva España; pues jamás le pagaron algo del sueldo prometido.
Boturini permaneció ocho meses en la carcel, completamente aislado. En ese tiempo sus preocupaciones por el “museo” se convirtieron en una obsesión. Trató de salvarlo escribiendo un Catálogo[2] y pidiendo que se colocaran los delicados materiales de papel y algodón fuera de los peligros de la humedad y en un lugar seco. !Qué razón tuvo apreciando del comportamiento de descuidades por parte de los responsables de la administración virreinal! Esto se puede comprender si se conocen los esfuerzos de Alejandro de Humboldt para preservar el resto del “museo” boturiano de la destrucción completa.
En 1743 o 1744 Boturini fue enviado “bajo partida de registro” a España. Apresado por corsares ingleses fue tratado como español; llevado a Gibraltar, allí dejado libre, pasó a Cadiz “habiéndose perdido con este apresamiento toda la documentación que en el registro iba contra él. De este modo – como el mismo Boturini observaría agudamente – era detenido como español el que había sido mandado a España como extranjero y había salido del imperio como súbdito del Rey Católico. Curiosas paradojas que en nada beneficiaron de momento su situación.” (Ballesteros Gaibrois en Boturini 1990: XIV).
Sin embargo, pudo escribir en su primera obra que tituló “Idea de una nueva historia general de la América septentrional...” (Boturini 1746, citada normalmente como “Idea”, fig. 9) [3], basada, por lo general, en su extraordinaria memoria, que “Quedan todavia en mi Archivo muchos antiguos Papeles, y Tomos enteros en lengua Indiana, los que traducidos, y añadidos à otro material, que me falta, podrán aumentar, y entornar mas el presente bosquejo” (Boturini 1746: 130). Flores Salinas (1964/1967, 2: 22) sospecha: “es presumible que llevara consigo, además del Catálogo de su colección ya escrito, buena parte de su obra, que dará a la estampa dos años después de su arribo a Madrid, en 1746. De otra suerte, es prácticamente imposible creer de memoria la haya redactado, y más todavía, su catálogo que contiene datos precisos difíciles de retener por el más feliz y profundo memorista.” Veremos más tarde lo que Humboldt registró en su diario de viaje sobre una copia de un manuscrito de Boturini encontrada en México.
[1] Véase Heikamp 1992: 126.
[2] El Catálogo fue repetido por la administración colonial en los años 1743, 1745, 1791 y 1804 en base a los documentos del “museo” confiscados (Enciclopedia de México: 2: 1056).
[3] “obra mal ordenada, pero muy erudita y llena de curiosos pormenores” (Enciclopedia Universal Ilustrada Espaza Calpe: 9: 339).
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