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Ursula Thiemer-Sachse
El “Museo histórico indiano” de Lorenzo Boturini Benaduci y los esfuerzos del erudito alemán Alejandro de Humboldt para preservar sus restos para una interpretación científica
Lateinamerika-Institut der Freien Universität Berlin
“Esto supuesto, en una noche tan oscura, en un mar de tantas literarias tormentas, en tantos escollos de dificultades, no hallé otra luz, otra calma, otro puerto que en las Historias de los mismos Indios[...]”
(Boturini 1746: 110)
Fuentes a diposición de la ciencia sobre los autóctonos de América, especialmente de México
Nuestro conocimiento acerca de las sociedades autóctonas de América se basan actualmente en varios documentos y testimonios de diferente carácter. Son muy numerosos a pesar de que muchos se han perdido por el transcurso del tiempo, el descuido general o la destrucción intencional. Hoy en día son acumulados más que nunca dada la posibilidad de combinar los diferentes métodos de las ciencias sociales y naturales. Nos dan la oportunidad de comprender mejor las manifestaciones culturales y describir lo observado en los procesos sociales con nuestra visión de la historia cultural de los grupos indígenas durante el tiempo prehispánico y colonial, así como entender su situación actual, entre otras, como resultado de los procesos del pasado en su realidad multifacética.
Estas formas de análisis tan diferentes no existen desde hace mucho tiempo, en algunos casos sólo en los últimos decenios. Actualmente podemos redescubrir diferentes fuentes que ya existieron, pero que por mucho tiempo no han sido comprendidas como tales. Podemos, por ejemplo, interpretar los resultados de las excavaciones arqueológicas, las que empezaron alrededor de los comienzos del siglo XX. Estas sustituyeron los hallazgos fortuitos y las excavaciones de saqueo anteriores y nos han otorgado una multitud de datos que pueden ser agregados a lo que se conocía por siglos através de otras fuentes de información. De esta forma podemos ampliar nuestro saber - en base a estos testimonios materiales que hablan sobre los quehaceres de los antiguos pobladores del doble continente americano.
Podemos compararlos con otras fuentes que nos heredaron los autóctonos o dejaron los conquistadores. Los cronistas acumularon material en base a los informes que les dieron sus testigos autóctonos de América. Los últimos entretanto evangelizados, entregaron su versión ya influenciada por la visión cristiana del mundo o inventaron algo en compensación por lo que se había olvidado o tuvieron que esconder para así satisfacer a sus interrogadores. “[...] caminè en varias Provincias en demanda de unos Indios, que tenian fama de saber las cosas de la Gentilidad, pues los hallò desnudos de toda verdad historica, y llenos de errores, por lo que con el aspecto de Viejos engañan à los Historiadores Europeos, que demasiadamente credulos se fian en sus canas [...]” (Boturini 1746: 116). La meta de los invasores españoles era recolectar informes, especialmente los relatos sobre ese mundo tan diferente que encontraron. Quisieron comprenderlo para, a lo menos, cambiarlo si no destruirlo en favor de sus intereses de poder.
Sabemos muy bien que los cronistas – en su mayoría los mismos conquistadores adelantados, los misioneros o administradores del poder colonial - tuvieron la intención de dominar a los autóctonos, también en el aspecto espiritual mediante la consecuente destrucción de su antigua forma de vivir, de creer y pensar. Por esto, especialmente en el territorio de Mesoamérica – similar al México actual - su interpretación del pasado se basaba en la recolección de antiguos documentos y su utilización como fuente de información. Pero al mismo tiempo estaban orientados a la destrucción de tales fuentes como símbolos e instrumentos que guardaban los antiguos conocimientos en manos de los dirigentes espirituales que todavía existían entre los autóctonos, a pesar de su persecución durante las luchas de la conquista y todavía más tarde durante la construcción de la sociedad colonial. Muy famosos, o mejor dicho tristemente célebres en este sentido, eran los autos da fe, es decir, las acciones destinadas a quemar los testimonios escritos de las antiguas culturas, los códices, los manuscritos jeroglíficos, los dibujos y mapas que guardaron las riquezas del saber y de las creencias autóctonas. En contradicción a estas acciones de destrucción, los mismos misioneros así como los representantes del poder colonial empezaron a aprovechar los antiguos conocimientos de escribir glifos y de fijar informaciones a través de un sistema de dibujos, para su propio provecho en la administración colonial y la evangelización. Haciendo escribir y dibujar a sus súbditos indígenas crearon documentos con un carácter completamente nuevo. Produjeron, por ejemplo, listas de tributos (fig. 1) y de trabajos obligatorios para instruir a los caciques responsables acerca de sus obligaciones frente a los nuevos señores, obligaciones como hacer trabajar a la gente indígena para los españoles (fig. 2).
Fig. 1
Lista de tributos, Fragmento Nr. XIV de la colección de Alejandro de Humboldt, antes del “museo” de Boturini (Biblioteca Estatal Alemana de Berlín).
Fig. 2
Dibujo con informaciones sobre tamemes (cargadores). Fragmento Nr. XI de la misma colección de Alejandro de Humboldt.
Hicieron escribir crónicas locales y los llamados árboles genealógicos para causas jurídicas, aprovechando el material para pleitos sobre la propiedad de la tierra entre los antiguos señores indígenas, llamados “naturales”, y los nuevos señores españoles, para obtener soluciones a su favor (fig. 3). También hicieron dibujar series completas de símbolos para facilitar la enseñanza del dogma cristiano a los indígenas y de esta manera evangelizarlos (fig. 4).
Fig. 3
Documento sobre un caso jurídico en Tetzcoco. Fragmento Nr. VI de la misma colección de Alejandro de Humboldt.
Fig. 4
Documento sobre el credo y el decálogo. Fragmento Nr.XVI de la misma colección de Alejandro de Humboldt.
Mediante estas actividades los españoles crearon por lo tanto un inmenso tesoro de nueva información para la historia regional y la etnografía histórica de los indígenas del virreinato de la Nueva España, el actual México. Muchos de esos documentos, seguramente, fueron destruidos después del uso previsto o, poco a poco, por su uso cotidiano. Otros quedaron guardados intencionalmente, dispersos en documentaciones jurídicas y archivos de diferentes instituciones coloniales así como en manos de propietarios particulares, a veces de los propios caciques indígenas.
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