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Proyecto »Los doscientos años de la expedición científica de Alejandro de Humboldt y la Universidad Central de Venezuela«
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Actividades | Investigaciones y publicaciones Caracas 1999 En ocasión de celebrarse el 15 de julio de 1999 los doscientos años del arribo a tierras americanas del barón Alejandro von Humboldt y Aimé Bonpland, la Universidad Central de Venezuela, a través de este proyecto de investigación, se propone realizar un conjunto de actividades que sirvan para conmemorar tan importante acontecimiento. El proyecto, coordinado por la profesora Cesia Hirshbein y los profesores Germán Yépez y Elery Cabrera, es financiado por el Consejo de Desarrollo Científico y cuenta con el respaldo institucional de la Coordinación de Proyectos del Rectorado y del Instituto de Estudios Hispanoamericanos de la Universidad Central de Venezuela. Siguiendo las huellas del descubridor científico del Nuevo Mundo Humboldt inicia su expedición científica americana en Venezuela, concretamente por las costas de la Provincia de Cumaná, el 15 de julio de 1799. Recorre la ciudad y sus alrededores, visita el golfo de Cariaco, la península de Araya, las misiones de los indios Chaimas, el valle del Caripe y la Cueva del Guacharo. El 20 de noviembre arriba al puerto de la Guayra y luego de una travesía de tres horas por el camino de los españoles, arriba a la ciudad de Caracas. Es agasajado por distinguidas familias caraqueñas, entre las cuales destacan los Toro y los Ibarra. Remonta el Ávila y desde la Silla de Caracas realiza importantes observaciones topográficas y astronómicas. Por el mes de enero de 1800 parte hacia los valles de Aragua; visita La Victoria, Turmero, Maracay, Valencia, Guacara, Las Tirncheras y Puerto Cabello. Posteriormente recorre los llanos centrales de Venezuela y su estancia en Calabozo está ampliamente registrada en Viajes a las regiones equinocciales del Nuevo Continente. La primavera del año 1800 lo sorprende en San Fernando de Apure y en la navegación por el río Orinoco hasta llegar a San Carlos de Río Negro. Nueva Granada, Ecuador y Perú, México, Cuba y Estados Unidos, fueron así sus últimos destinos en América. Desde el puerto de La Habana zarpa para Francia el 9 de enero de 1804. Tras su recorrido por más de 6000 kilómetros por tierras americanas, el nombre de Alejandro de Humboldt ha quedado íntimamente ligado a la historia de nuestro hemisferio. Como bien lo expresara el Libertador Simón Bolívar, a Humboldt puede considerársele un americano de corazón y de nacimiento. Sus ideales en relación con nuestro mundo y el futuro que vislumbra para nuestros pueblos, son compartidos por grandes patriotas americanos. En él se hace realidad el ideal renacentista del Homo Universal: científico, naturalista, reformador, idealista e historiador. Todo esto y mucho más fue esta extraordinaria figura del intelecto. Con razón Goethe diría de él que era una "escuela del saber". En sus viajes aprende el lenguaje de los caribes y los incas; revisa y corrige todos los mapas que se habían hecho sobre América; estudia nuestra historia, nuestras instituciones; prepara estadísticas que todavía usamos respecto a la producción de minerales y analiza nuestras peculiares formas de entender y hacer política. Al regresar a Europa, el 9 de enero de 1804, tiene agrupado suficiente material para escribir en forma extensa sobre el Nuevo Mundo. Con la ayuda de Aimé Bompland su fiel amigo y compañero- desarrolla un monumento bibliográfico que alcanza 30 tomos e incluye 1500 mapas y láminas. En estas obras no hay problema americano que escape a su interés y análisis. Los estudios de la naturaleza y biodiversidad tropical en Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá, son poéticas visiones basadas en observaciones de lato tenor científico. Los ensayos políticos sobre México y Cuba son certeros, penetrantes y están animados por el pensamiento de un típico representante de la Ilustración europea. Defensor del libre comercio, crítico acérrimo de la institución esclavista y la sobre-explotación de los indígenas; también fue objetivo al balancear el sistema español de gobierno y descartar la falsa teoría de la superioridad racial para explicar el desarrollo de las naciones. Y si la harmonía entre todas las cosas, la unidad en la pluralidad, es como asienta Humboldt- la naturaleza, y el género humano es también en esencia uno en conjunto diverso y plural, entonces la harmonía humboldtiana proclamada en Cosmos es, por consiguiente un canto a la Paz. Un irrefutable argumento en favor de la tolerancia. En este orden de ideas es que el pensamiento de Humboldt cobra vigencia en el tiempo actual de Nuestra América, porque si para entender los terribles fenómenos que modifican el cosmos, incluyendo la violencia que emana de la injusticia, nos situamos en la cima del pensamiento humboldtiano, tenemos que llegar a la conclusión optimista y así lo hacemos al proponer esta iniciativa- que no estamos al borde del colapso total sino, al contrario, en la alborada de una nueva civilización más justa y más humana, donde la ciencia y la tecnología con sus avances portentosos contribuyen a ganara espacios para la vida. El aporte científico de Humboldt así entendido es, como ya dijimos, un canto a la Paz; pero sobre todo es, y esto es bueno subrayarlo por lo que significa para las juventudes americanas en la antesala del siglo XXI, un insuperable canto a la esperanza, en cuya difusión estamos comprometidos al desarrollar las actividades del Proyecto "Los doscientos años de la expedición científica de Alejandro de Humboldt y la Universidad Central de Venezuela. ( |
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