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Ursula Thiemer-Sachse
El “Museo histórico indiano” de Lorenzo Boturini Benaduci y los esfuerzos del erudito alemán Alejandro de Humboldt para preservar sus restos para una interpretación científica
Ursula Thiemer-Sachse, Berlín
El destino del “Museo histórico indiano”
Se ha buscado los restos de la colección de Boturini comparando su catálogo descriptivo con los documentos difundidos. Se sabe que después de la muerte de Boturini diferentes científicos aprovecharon su material. Entre ellos se encuentra como uno de los primeros el mexicano Mariano Fernández de Echeverría Veitia (1718-1779) quien le había prestado ayuda a Boturini durante su estancia en Madrid. Se piensa que antes de 1800 gran parte de la colección había pasado a manos de Antonio de León y Gama (1735-1802), del Padre José Antonio Pichardo (1748?-1812) así como Veitia. Por obra de Jean Frederick Maximilian Waldeck (1766?-1875) y Joseph Marius Alexis Aubin (vivió 1821-1840 en México), una parte fue incorporada como Colection Aubin-Goupil a la Bibliotheca National de París. En el México de hoy “El Museo Nacional de Antropología conserva 42 manuscritos que pertenecieron a la colección de Boturini. Otros manuscritos se encuentran en el Archivo histórico del Instituto Nacional de Antropología e Historia, dependiente del propio Museo y algunos están en la Biblioteca Nacional de México.” (Flores Salinas 1964/1967, 2: 27 s).
Cuando en 1803 Alejandro de Humboldt llegó a México tuvo mucho más interés en la situación contemporánea que en la historia prehispánica, preparando su obra de carácter enciclopédico que denominó ‚Ensayo político sobre el Reino de la Nueva España‘, publicado por la primera vez 1809-14 en francés. Es interesante constatar que ya en México conoció la obra de Boturini, y no solamente los restos de su colección. Pues Humboldt lo citó con el hecho de que Sigüenza y Góngora habría tratado en vano de penetrar en las pirámides de Teotihuacan mediante una galería, basándose en la idea de que las pirámides serían huecas (Humboldt 1991: 271). En el diario de viaje, publicado por primera vez en 1986/ 1990, se encuentran notas detalladas por el erudito alemán sobre los antiguos documentos que él pudo estudiar en las diferentes instituciones virreinales. Allí se puede ver que pudo conocer los manuscritos de Boturini copiados por un monje franciscano, entre ellos una historia de la Nueva España.[1] Así se sabe que existió un manuscrito en México, seguramente elaborado por Boturini ya durante su estancia en la colonia, quizás durante su detención.
Basándose en informes de Clavijero, Humboldt había buscado en vano los restos del “archivo” indiano de Boturini en la biblioteca de la universidad, donde solamente había encontrado unas copias muy recientes y mal hechas de tinta. Le dijeron que por demanda del gobierno se habría remitido todo al archivo del virrey. Y verdaderamente, allí - en el antiguo lugar del archivo virreinal - Humboldt encontró originales de la colección de Boturini, pero, subrayando en sus notas, lamentablemente bajo muy malas condiciones. Anotó en su diario que solamente existieron tres paquetes gruesos; allí, observando entonces que del catálogo de Boturini, dado en las páginas 1 a 96 de su “Idea”de 1746, se sabe que en su famoso “museo” originalmente hubieran existido más de 500 documentos sobre la historia mexicana, pero que su “gabinete” hubiera tenido el mismo destino como el de Sigüenza y Góngora, despedazada, robada, deteriorada y desatendida. Humboldt constató que los materiales jeroglíficos en propiedad de Alzate y de Gama eran todos oriundos de ese “gabinete”. El gobernador habría cometido la atrocidad de confiscarselos a Boturini. Humboldt describió que guardaron los restos en la planta baja del palacio en un cuarto muy húmedo. Ya en tiempos del virrey Juan Vicente Güemes Pacheco de Padillo, conde de Revillagigedo (1789/1794) habrían quitado el archivo de este cuarto debido a que allí los papeles se pudrieran. Allí habrían echado los códices junto a legajos antiguos sin valor por los cuales valían la pena más molestias. Humboldt constató que gran parte de los materiales ya estaban despedazadas, pues cada vez cuando se habría abierto los bultos se los deterioraba. Y preguntó, el porqué no mandaran los restos valiosos a Madrid. Pensó que se pudieran colgar los dibujos más grandes como retratos en las paredes. Calculando su valor dijo que en Inglaterra se pudieran pagar sin escrúpulo 20 000 pesos para estos dibujos. Observó que todos fueron numerados y que a veces se podía encontrar notas hechas por la mano de Boturini y que se podía comprender que antes todo habría estado en orden y que momentáneamente existiera en un caos total.[2]
Humboldt se ocupó en estudiar los materiales jeroglíficos y dibujos del antiguo “museo” de Boturini, anotando una serie de observaciones que pueden ser interesantes hasta hoy día, y esto aunque él caracterizó su actividad como sólo una revisión rápida.[3] Uno de los códices más famosos del “museo” de Boturini es la llamada Tira de Peregrinación, también denominado Tira del Museo y en honor de Boturini: Códice Boturini, que regresó a México y pertenece actualmente a los tesoros del Museo Nacional de Antropología. Es una tira de papel indígena de 5.433 metros de largo por 19.6 centímetros de ancho (fig. 12-13).
Fig. 12
Detalle de la Tira de Peregrinación = Códice Boturni: salida de los aztecas de su legendario lugar de orígen Aztlan.
Fig. 13
Detalle de la Tira de Peregrinación = Códice Boturini: sacrificios humanos.
Entre los restos del “museo” de Boturini, Humboldt vió un documento que demuestra la migración de los aztecas y la fundación de diversas ciudades; puede ser que era la Tira de Peregrinación. Discutiendo detalles llegó a conclusiones interesantes sobre el material del papel indígena y el método para copiar antiguos documentos.[4] También caracterizó a los escritores indígenas del siglo XVI como muy cultos y capaces de aprender nuevos métodos de comunicación, admirando que habían escrito libros voluminosos sobre su historia y las costumbres de sus antepasados. Al mismo tiempo descalificó a los españoles que vivían en ese siglo en la Nueva España como bárbaros.[5]
Humboldt pudo comprar unos de los documentos jeroglíficos del “museo” de Boturini que se habían subastado de la herencia del en 1802 fallecido Antonio de León y Gama, materiales que entregó a la Biblioteca Real de Berlín (Inv.-Nr. Am 1) donde se los guardan hasta hoy día (en la Biblioteca Estatal Alemana de Berlín). Humboldt publicó parte del material en su obra “Vues pittoresques des Cordillères et monumens des peuples indigènes de l’Amérique” (1810), una de las primeras oportunidades en que se presentan las riquezas del “Museo histórico indiano” de Boturini a un público más grande. El especialista alemán en antropología mexicana Eduardo Seler (1849-1922) los estudió, y publicó sus comentarios sobre estos fragmentos de dibujos indígenas en 1893[6], tratando de verificar su origen en la colección de Boturini[7] lo que hoy día podemos asegurar mediante las notas del diario de Humboldt[8]. Así fueron resguardados de la destrucción y presentados a los especialistas.
Parte de los códices del “museo” boturiano fue publicado por primera vez por Lord Edward King Kingsborough (1795-1837) en 1826 en su magnífica obra ‚Antiquities of Mexico‘, como copias completas, dibujadas in situ por el artista italiano A. Aglio, dando así la oportunidad de aprovechar los tesoros prehispánicos para la interpretación científica independiente de la utilización de los originales.
En 1932 el ya mencionado americanista alemán Walter Lehmann caracterizó la “Historia de los Reynos de Colhuacan y de México” y la “Historia Tolteca-Chichimeca”, anales en idioma náhuatl que tradujo y los comentó como las dos gemas del “museo” de Boturini. Se lo encuentra en una nota en el frontispicio de su ejemplar de la “Idea” de Boturini.[9]
Así la colección del “museo” del italiano Boturini sirve frecuentemente a los especialistas para la interpretación del pasado prehispánico de las culturas indígenas de México aunque no siempre se recuerde a ese infortunado aficionado de los documentos autóctonos.
[1] “[...] les m[anu]s[crit]s de Boturini, copiés par un moine de S[aint]François, qui écrivit en m[anu]s[crit] une hist[oire] de la Nouv[elle] Espagne” (Humboldt 1986: 330).
[2] “J’avais déjà cherché en vain les restes des archives indiennes de Boturini (Clavijero, I, p. 16) à la Bibliothèque de l’université. Je n’y trouvai que quelques mauvaises copies faites à l’encre et très récentes. On me dit qu’on avait par ordre du Gouvernement tout délivré aux archives du viceroi. Effectivement c’est ici que je trouvai les originaux. Mais hélas! Dans quel état! Il n’en existent plus que trois gros paquets, chacun de près de 16 pouces de haut. On voit par le Catalogue que Boturini donne p.1-96 de sa ‚Idea de una nueva historia generaal de la Am[erica] septentrional‘, 1746, que son Musée contenait plus de 500 peintures historiques mexicaines. Mais son cabinet a eu le sort de celui de Siguenza d’être déchiré, volé, perdu, méprisé... Les peintures qu’avaient Alzate, Gama, étaient toutes de ce cabinet que le gouv[erneur] espagnol a eu cruauté de confisquer à Boturini. On conserve ces restes au rez-de-chaussée du palais dans un appartement très humide duquel on a fait sortir les archives du tempes de Revillagigedo parce que les papiers y pourrissaient. Les peintures mexicaines y sont jetées avec de vieilles paperasses dont on ne fait pas de cas. Une grande partie se trouve déjá réduite en lambeaux parce qu’on le déchire chaque fois qu’on ouvre les liasses. Que n’envoie-t-on ces restes précieux de l’antiquité indienne à Madrid! Les grandes peintures historiques pourraient être placées comme des tableaux. En Angleterre on donnerait facilement 20 000 p[iastres] pour ces tableaux. Ils sont tous numérotés, on y voit par-ci par-là des notes de la main de Boturini. On voit que tout était dans le plus grand ordre. Aujourd’hui tout se confond.”(Humboldt 1986: 330-331).
[3] “Parcourant rapidement les peintures j’ai vu [...] (Humboldt 1986: 331).
[4] “ J’en ai emcore un sur matière brune-jaunâtre très cassante. Elle a l’air huilée ou vernissée. Elle ressemble à l’écorce de l’Indio desnudo: Serait-ce l’éüiderme des feuilles d’une palme? C’est sur cette masse que les contours des dessins sont souvent marqués de petits troux fait à l’épingle. N’était-ce pas pour passer une peinture d’une toile à l’autre? Peut-être la tranparence même de cette matière servait-elle à coupier...” (Humboldt 1986: 331).
[5] “[...] avec une telle célérité les Mexicains apprirent à écrire. Et certainement des personnes qui se prirent la peine d’écrire 3-400 pages sur l’histoire et les moeurs de leurs ancêtres et cela dans un temps (au 16me siècle) où il n’est pas probable que le commerce avec les Espagnols, également barbares et en petit nombre, sur la vaste étendue de ce royaume aye pu en 30-40 ans de temps avancer de beaucoup la culture primitive.” (Humboldt 1986: 331-332).
[6] Die mexikanischen Bilderhandschriften Alexander von Humboldts in der Königlichen Bibliothek zu Berlin.
[7] Véase Seler 1960 a: 153), explicando que aparentemente todos los fragmentos de la colección de Humboldt serían oriundos del “museo” de Boturini.
[8] Véase los comentarios de la editora de los diarios de Humboldt (Faak en Humboldt 1990: 370-371, notas 498, 507).
[9] “Die beiden Gemmen des Museo Boturini sind die Historia delos Reynos de Colhuacan y de México (deren Ms. ich 1909 in der Bibl. des Museo Nac. de Mexico wiederauffand) und die Historia Tolteca-Chichimeca (jetzt in Paris, Bibl. Nat., Slg. Aubin-Goupil), wo ich das Ms. 1906 durcharbeitete.” (nota de W. Lehmann en “Idea” de Boturini, Inv.-Nr. Y 284, Instituto Iberoamericano de Berlín).
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