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HiN X, 19 (2009)
HUMBOLDT y
HISPANO-AMÉRICAÜber den Autor
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José Ángel Rodríguez
El culto a Humboldt en Venezuela
Resumen
El siguiente artículo analiza críticamente la obra sobre Alexander von Humboldt en Venezuela. El texto está dividido en cinco capítulos que desmenuzan algunos de los problemas fundamentales encontrados: la ausencia de análisis crítico al legado escrito del gran viajero, confusión entre paisajes subocupados y vírgenes, desdén por las descripciones urbanas y en particular por la obra de varios misioneros sobre los territorios amazónicos y guayaneses anteriores a Humboldt. No olvidamos la supuesta gran amistad entre Humboldt y Simón Bolívar, sobre la que se ha forjado un famoso diálogo y hasta un ascenso al Vesuvio sin ningún tipo de prueba escrita alguna.
La recepción de la obra de Alexander von Humboldt ha sido de tal magnitud en Venezuela que lo ha elevado a la categoría de héroe. Más que ninguna otra, la obra Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente es la que ha cimentado la admiración por el gran viajero. Un éxtasis cuya expresión escrita se revela en un centenar de obras. Otra base fundamental del culto a Humboldt tiene que ver con su supuesta amistad con Simón Bolívar. La notable acogida de Humboldt tiene, asimismo, variadísimas expresiones en la toponimia, pues su nombre está presente en accidentes naturales, colegios, universidades, avenidas, calles, parques, medios impresos e instituciones a lo largo y ancho de la geografía física y humana venezolanas.
1. Orígenes y expresiones del culto
Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente (Alejandro de Humboldt 1941-1942) constituye la obra más importante de la geografía humana moderna del primer cuarto del siglo XIX sobre los territorios de la Capitanía General de Venezuela a finales del régimen colonial español. El viaje comenzó el 16 de julio de 1799 y concluyó el 24 de noviembre de 1800 cuando los viajeros partieron para Cuba. Es importante señalar que la mejor traducción de esta obra hasta el presente fue realizada por un grupo de destacadísimos intelectuales venezolanos, a saber: Lisandro Alvarado, Luis Yépez, Eduardo Röhl y José Nucete Sardi.
Es justamente esta obra magistral una de las razones fundamentales del culto que se le rinde al gran sabio alemán en el país. Y no es para menos: las observaciones de Humboldt estuvieron basadas en una pluralidad de métodos modernos a través de los cuales percibió con agudeza las variables la avasallante naturaleza tropical y la geografía urbana americana que observaba por primera vez en su vida. Se trata de una geografía humana moderna donde no sólo el espacio geográfico físico tiene lugar. Por el contrario, son los hombres los actores principales en la estructuración de los diversos paisajes que Humboldt describe, de allí su gran importancia.
Sin embargo, y ese es el punto principal del cuestionamiento, la obra venezolana sobre Humboldt poco se detiene en reflexionar sobre las virtudes y limitaciones de ese legado. Los escritos sobre su persona y obra no son pocos, pues se trata de algo más de cien trabajos entre discursos, artículos y libros, que toman el camino del panegírico e ignoran, por lo general, la meditación y crítica del legado humboltiano. Otra característica general de las obras publicadas en Venezuela es la casi total ausencia de Aimé Bonpland, sin el cual ese viaje no hubiera sido enteramente posible. Más espinoso aún es la carencia manifiesta de la revisión de descripciones geográficas previas a Humboldt, en particular las importantísimas relaciones geográficas de misioneros de los territorios subocupados, sin la cual es imposible contextualizar el aporte del sabio alemán para determinar, de esta manera, los auténticos alcances, virtudes y limitaciones de su gran obra.
2. ¿Espacios vírgenes o subocupados?
Como señala Miguel S. Wionczek (1977, pp. 9-21), la obra venezolana sobre Humboldt se concentra de preferencia en sus aportes de naturalista y viajero. Hay que agregar, en este sentido, que tales escritos destacan la visita de los vastos espacios desolados del sur del país, que los autores entienden, como Humboldt pretende hace creer a sus lectores, como espacios casi vírgenes, inexplorados por el hombre. Es bueno establecerlo con claridad: el sabio alemán pasó, de los 16 meses que permaneció en Venezuela, solamente dos meses y medio entre los grandes ríos.
Los autores contemporáneos confunden áreas subocupadas por territorios vírgenes, lo que no es exactamente lo mismo. Se despacha, de esta manera, la contrastada evolución geohistórica del poblamiento de las tierras guayanesas y amazónicas a lo largo de varios siglos. En realidad se trata, como he demostrado fehacientemente en una obra reciente (Rodríguez 2007), de un poblamiento muy diverso que detuvo el agresivo avance portugués. Como tal, y al menos en Guayana, se han reconocido seis diversos tipos de poblamiento a comienzos del siglo XIX (Pedro Cunill Grau 1987, t.II, pp-845-916). En otras palabas: gracias a los diversos frutos de estos paisajes de la precariedad fue posible que Humboldt y Bonpland sobrevivieran en espacios tan remotos.
Ahora bien, la obra venezolana sobre Humboldt olvida muy a menudo que en el camino fluvial del Orinoco, Humboldt encontró numerosos paisajes, una gran parte de ellos descritos con anterioridad por autores muy prestigiosos, como el padre José Gumilla (1963) quien permaneció en los territorios orinoquenses cuatro años, y cuya obra fue publicada en español en 1741 y 1745 y en francés en 1758. Otro aporte al conocimiento de la Orinoquia, cuya edición en español data de 1779, es la del misionero franciscano Antonio Caulín (1966). De igual forma es fundamental la gran obra clave del Orinoco, y de otras partes de Tierra Firme del siglo XVIII, del insigne misionero jesuita Felipe Salvador Gilij (1965), editada por primera vez en cuatro volúmenes en italiano entre 1780 y 1784. En su extensa obra Ensayo de historia americana, el jesuita recoge sus vivencias de un cuarto de siglo en Tierra Firme, de los cuales permaneció 18 años y medio, nada más y nada menos, en el Orinoco. Este texto de Gilij se inscribe dentro del marco de otros importantes tratados geográficos de jesuitas expulsos que sirvieron de base a los precursores de la geografía moderna, el sabio alemán incluido. Todas estas obras reflejan que la mayoría de los territorios de la Venezuela profunda habían no sólo sido visitado mucho antes de Humboldt sino que habían concluido también en obras de gran prestancia y profundidad académicas.
3. Los paisajes urbanos en la óptica humboldtiana
Uno de los aspectos más curiosos de la variadísima obra sobre Humboldt en Venezuela es que los escritos pasan generalmente por alto la descripción de los espacios urbanos, sin lugar a dudas el aporte más auténtico, original e importante del viajero alemán, a los que dedica, a fin de cuentas, la mayor parte de su escrito. Esta situación es tanto más inesperada debido a la profusión del detalle que emplea Humboldt para describir las ciudades. Más todavía: desde que desembarcara en Cumaná, Humboldt prestó singular atención a los paisajes urbanos tropicales que tenía la primera vez el placer de contemplar.
Las magníficas descripciones de una geografía moderna de los paisajes urbanos, en los que destaca aspectos físicos y humanos que van desde la luminosidad del ambiente, el plano, morfología y equipamientos urbanos, los barrios y las áreas suburbanas, comienzan justamente en la antigua provincia de la Nueva Andalucía o Cumaná, la primera ciudad de América que Humboldt visitó. Desde la cubierta del barco le prestó singular atención, acaso porque la ciudad, o parte de ella, se mantenía todavía en pie pese a los desoladores terremotos de 1766, que la destruyó completamente, el de 1794 y el de 1797. Como bien lo percibió Humboldt, varias razones de la geografía física y humana explicaban su permanencia, entre ellas su magnífica posición geográfica, la existencia de las grandes salinas de Araya, la riqueza pesquera del golfo de Cariaco y un hinterland muy próspero en su interior. Adicionalmente, la plaza era uno de los bastiones primordiales de la fachada caribeña en la defensa de los territorios de Tierra Firme en contra de las apetencias de los enemigos de España. La población urbana en la época era de 19.000 habitantes, entre la ciudad propiamente dicha y los barrios próximos (Ibídem, t.1, p. 389.)
Fue desde luego Caracas la ciudad a la que Humboldt prestó mayor atención. Allí llegó con Bonpland el 21 de noviembre de 1799. Sus descripciones caraqueñas son acaso las mejores páginas de su obra en asuntos urbanos. Los viajeros llegaron a Caracas en el momento culminante de su esplendor en el periodo colonial, gracias al comercio del cacao, que había cambiado notablemente la pequeña villa de los primeros tiempos, acosada constantemente por incursiones indígenas, frecuentes terremotos y epidemias de viruelas. Desde finales del siglo XVII la situación cambió notablemente gracias a la irrupción del cultivo del cacao el cual, pese a todas las trabas impuestas por la Metrópoli, se comenzó a comercializar en gran escala con otras provincias españolas, la Nueva España en primera línea.
Humboldt captó la riqueza territorial y la importancia de sus funciones en la morfología urbana, sobre la cual nadie había reparado con anterioridad, que no fuera para inventariar el legado urbano. Caracas era asiento de la Audiencia y de un Arzobispado, erigido después de la visita de Humboldt, en 1803. En la ciudad vivían alrededor de 40.000 habitantes, de los cuales 12.000 eran blancos y 27.000 pardos libres (Ibídem, t.2, p. 311). Contaba con 8 templos, 5 conventos y una sala de espectáculos que podía albergar 1.800 personas. Las calles eran anchas, como anota Humboldt, “bien alineadas y se cortan en ángulo recto” como era el caso en tantas otras ciudades fundadas por los españoles. El alemán observó también las casas, que consideró “espaciosas” aunque “más elevadas de lo que deberían ser” dado el número de terremotos que la habían asolado. Además de la Plaza de Armas, la ciudad contaba con las de Altagracia y San Francisco, de “aspecto muy agradable” (Ibídem, t.2, pp. 311, 314 y 317.)
La opulencia era manifiesta en otros entornos urbanos del territorio. Los valles de Aragua, en primer lugar, donde asomaban los núcleos de San Mateo, Turmero, La Victoria, Maracay, en los que Humboldt se creyó “transportado a la porción más industriosa de Cataluña” (Ibídem, t.3, p.81) y los aledaños a la cuenca del lago de Valencia, con la ciudad del mismo nombre a la cabeza. En ellas, el viajero describió el a veces suntuoso paisaje urbano, civil y religioso, cuya base eran las feraces tierras dedicadas al añil, caña de azúcar, algodón y café. En Turmero, por ejemplo, las calles estaban “bien alineadas y paralelas”, con su plaza mayor y la iglesia, que describe como un “edificio suntuoso, pero sobrecargado de ornamentaciones de arquitectura”. Valencia, con tan sólo 7.000 habitantes, era una ciudad de “calles anchísimas” y el mercado, ubicado en la plaza de armas, lo percibe de “dimensiones desmedidas”.
En su largo camino hacia el Orinoco, por los llanos de Caracas, Humboldt avistó, por igual, los símbolos de prosperidad en lugares como Calabozo, con tan sólo 5.000 habitantes, donde “todo anunciaba allí una creciente prosperidad”, basada, como en efecto, en cerca de 100.000 cabezas de ganado en su área de influencia. Más adelante, pernoctó en la entonces pequeña ciudad de San Fernando de Apure, fundada tardíamente en el siglo XVIII, que gozaba de una magnífica posición geográfica sobre un gran río navegable como el Apure. La ciudad, en efecto, tenía como función comercial principal captar todos los productos en materia de cueros, cacao, algodón y añil de los espacios andinos, del piedemonte andino-llanero y otras áreas de los llanos, que “refluyen por esta ciudad hacia las bocas del Orinoco”(Ibídem, t.3, pp. 236 y 274).
En síntesis: al contrario de los espacios subocupados sobre los cuales hay excelentes descripciones anteriores a la de Humboldt, las ciudades no habían merecido la atención ni las categorías de análisis geohistóricas que el alemán utilizó. Este notable legado del sabio alemán ha sido descuidado, en general, por los autores venezolanos, quienes en su mayoría sólo han citado su testimonio como fuente documental para demostrar sus alegatos en el discurso histórico.
4. Las trampas de la sociedad colonial
Entre sus diversas críticas de la obra escrita sobre Humboldt en Venezuela, Miguel S. Wionczek indicaba que la mayoría de los autores no habían considerado sus aportes en el estudio de la tardía sociedad colonial (Ibídem, pp. 9-21). Eso era así en la época del escrito de Wionczek y lo sigue siendo hasta el presente. Y no podía ni puede ser de otra manera pues esos aportes son, justamente, los más débiles de la obra del viajero alemán. En otras palabras: mal pueden los devotos de una personalidad escribir sobre las inconsecuencias del autor al que rinden culto. En esencia, salvo artículos críticos como el de María Elena González Deluca (1999), en el que discurre sobre la nación americana a través del prisma europeo humboltiano, u obras originales como las de Francisco Javier Pérez (2005) en las cuales descubre al lector el sugestivo tema del Humboldt lingüista, la obra sobre Humboldt en Venezuela en torno a lo social es repetitiva y pasa por alto su percepción errada de los problemas reales y explosivos de la tardía sociedad colonial venezolana.
Entre sus descripciones de lo social, caben sus apreciaciones sobre la sociedad caraqueña, que no ofrecía precisamente “placeres muy vivos y variados”. No obstante, en el seno de las familias que visitó, logró captar un gran intercambio de ideas y “dos categorías de hombres” o “dos generaciones muy diversas”. Una de ellas, la menor, estaba formada por gente que conservaba “una viva adhesión a los antiguos usos, a la simplicidad de las costumbres, a la moderación de los deseos”. En ella sólo se incubaban imágenes del pasado. La otra se ocupaba “menos aún del presente que del porvenir, posee una inclinación, irreflexiva a menudo, por hábitos e ideas nuevas.” Humboldt incluso se detiene en la formación de estos jóvenes, asunto sobre el cual ningún viajero prestó en esos años debida atención. Ellos representaban, precisamente, el germen del cambio que ya había dados señales alarmantes a las autoridades españolas desde fines del siglo XVIII. Más aún: fueron ellos los protagonistas del vendaval de 1810, el que rompió con el vínculo colonial.
Sobre la población de la Provincia en general, Humboldt observa sin mayores análisis que estaba dividida en varios grupos étnicos, que rondaban en su época 800.000 habitantes (Ibídem, t.5, p. 98) muy desigualmente repartidos. Esa población llegaría a casi un millón al comienzo de la gesta de Independencia. El más numeroso era el de los pardos o mestizos de color libres, que, para 1811, llegaba a 435.000 individuos, representando el 44.6% de la población total. Los pardos se encontraban desde fines del siglo XVIII en pleno ascenso, tanto por su fuerza laboral en diversas tareas agropecuarias y artesanales como por su presencia en las milicias; le seguían los blancos, grupo heterogéneo que incluía el grupo mayoritario de criollos, los españoles peninsulares y los canarios, representado por 200.000 personas (20.5%); los indígenas alcanzaban a 282.000 individuos (28.9%) y los esclavos a 58.000 personas (5.9%). El marco geográfico, las actividades de sus habitantes y la marcada estratificación de los grupos, entre los cuales existían prejuicios étnicos e intereses encontrados, sufrirán cambios profundos y violentos con la guerra de la Emancipación a partir de 1810.
Es fundamental para un historiador anotar que Humboldt, gran analista de la naturaleza, no lo era siempre de la naturaleza humana. Este aspecto ha sido poco tocado por los historiadores venezolanos, quienes evitan el tema pues, encandilados por el criterio de autoridad del sabio alemán, han colgado su instrumental técnico y metodológico para convertirse en sacerdotes de un culto, ciertamente dañino al conocimiento crítico del pasado. En el caso venezolano, la precariedad del análisis social de Humboldt aflora con fuerza porque los problemas generales y particulares de esa sociedad de fines de la época colonial le pasaron desapercibidos. El gran viajero, de esta manera, no captó ni mucho menos en dieciséis meses, los grandes odios y resentimientos sociales entre los diferentes grupos étnicos, base de los problemas reales de esa sociedad. Tampoco captó la profundidad de la fuerza de sentimientos y contradicciones juveniles, cuyos jóvenes no sólo se caracterizaban por su “afición al estudio, la apacibilidad de sus costumbres, y la elevación de sus sentimientos”. Había también, como Humboldt sugiere, algunos revoltosos que desdeñaban “todas aquellas cosas estimables y bellas que exhiben el carácter, la literatura y las artes españolas”, perdiendo, a juicio del alemán, su “individualidad nacional” sin haber logrado en su momento, de su contacto con extranjeros, “las verdaderas bases de la felicidad y del orden social”(Ibídem, t 2, p.331).
Esos hombres de los que habla Humboldt ya habían actuado en contra del vínculo colonial en Venezuela, justamente dos años antes de su llegada. Se trató del movimiento de Manuel Gual y José María España, en conexión con el republicano español Juan Bautista Picornell, quienes planearon una insurrección contra el Gobierno colonial español de Venezuela cuyo fin era, sin ambigüedades, el corte del nexo colonial. La conjura fue descubierta a mediados de 1797. Más interesante todavía: fue Manuel Guevara y Vasconcelos, gobernador y capitán general de la provincia de Venezuela entre 1799 y 1807, quien recibiera con beneplácito a Humboldt, el funcionario real que aplicara todo el peso de la ley contra el conjurado España en mayo de 1799, poco antes de llegar Humboldt a Cumaná. A este asunto el viajero alemán no le dedicó sino alguna que otra información sobre la noticia de la ejecución, que recibieron en el camino de La Guaira a Caracas.
El siguiente testimonio de Humboldt, en el cual desecha las ideas libertarias de jóvenes como Simón Bolívar, ha sido citado en más de una ocasión por los cultores del sabio alemán pero no para referir la fragilidad del testigo presencial sino la grandeza del Libertador. La confesión, aparentemente realizada por Humboldt al general O´Leary en 1853, mueve no sólo a la reflexión sobre el concepto de testigo calificado sino a la imperiosa necesidad de darle a Humboldt el mismo tratamiento que cabe a cualquier testigo:
...Como acababa de visitar las colonias españolas [1804] y había palpado el estado político de muchas de ellas, podía juzgar con más exactitud que Bolívar que no conocía sino a Venezuela. Durante mi permanencia en América jamás encontré descontento; pero sí observé que si no existía grande amor hacia España, había por lo menos conformidad con el régimen establecido. Más tarde, al comenzar la lucha, fué cuando comprendí que me habían ocultado la verdad y que en lugar de amor existían odios profundos o inveterados que estallaron en medio de un torbellino de represalias y de venganzas. Pero lo que más me sorprendió fue la brillante carrera de Bolívar... (Humboldt 1980, pp.275-76)
5. Los “amigos” venezolanos de Humboldt
Uno de los temas recurrentes en la bibliografía venezolana sobre Humboldt es el tema de los “amigos” venezolanos del alemán. La lista la encabeza de lejos Simón Bolívar. Tal ha sido la repetición de esa supuesta amistad, cimentada por el citado testimonio de O´Leary, y coreados por una legión de escritores venezolanos, que Miguel S. Wionczek ha señalado que constituye una de las bases del culto al prusiano en Venezuela. No se equivocaba Wionczek pues desde su escrito no han sido pocos los autores que han insistido, una y otra vez, sobre el tema.
La conmemoración de los doscientos años de la llegada de Humboldt a Venezuela fue una ocasión propicia para volver sobre el tema, masticado ya por tantos autores en el pasado. Cabe la pena señalar un artículo de Lovera De-Sola (“Humboldt amigo del Libertador” 1999) cuyo título ilustra muy bien la cronología de esta fábula. El primer encuentro, reza la leyenda, que De-Sola repite sin considerar versiones distintas (Madariaga 1953), tuvo lugar en Paris en septiembre de 1804, pocos meses después del regreso de Humboldt de tierras americanas. Así las cosas, palabras más, palabras menos, Bolívar conversó con Humboldt sobre la independencia de la América española y su brillante futuro sin el yugo español, a lo que Humboldt contestara que, a pesar de que las colonias estaban maduras para la liberación, él no veía a nadie capaz de dirigirla. Los dos “amigos” volvieron a encontrarse en Roma en 1805. Por el tenor de las cartas entre ambos personajes, no hay duda alguna que Humboldt y Bolívar se encontraron en Paris, pero no existe prueba alguna de ese encuentro crucial, mucho menos del diálogo, forjado por Arístides Rojas (1942). Todo parece indicar que las animadas conversaciones tuvieron más bien otro interlocutor: Aimé Bonpland, gran admirador de Bolívar y que, como buen francés amigo de revoluciones, abrazó de inmediato los ideales del futuro libertador, como el mismo Humboldt concede (1980, p.276).
Más emocionante fue el encuentro siguiente en Nápoles donde ascendieron al Vesubio con el químico Joseph Louis Guy-Lussac, un hecho que De-Sola repite como letanía sin precisar fuente alguna. Ni el mismo Bolívar escribe que estuvo alguna vez en Nápoles, mucho menos metido en peligrosas labores de vulcanología en las faldas del temible volcán. Por su parte, José Jaime Araujo Paúl (1999, pp.18-27) destaca esa excursión acaso con más detalle, pues indica que Humboldt trepó el volcán en tres oportunidades. En una de ellas, con fecha del 12 de agosto, Bolívar se encontraba entre sus compañeros de expedición. Que no nos quepa la mínima duda: de todas las fábulas bolivarianas, ésta última, la de Simón Bolívar vulcanólogo, constituye una de las más descabelladas. Pero hay más todavía: a partir de entonces “nació una profunda admiración mutua entre aquellos dos hombres”. Leyendo estas obras uno tiene que concluir que, quizá, se trataba de la pareja perfecta: por un lado, continúa Araujo Paúl, el científico alemán, “realista y mesurado”, y, por el otro, Bolívar el caraqueño, idealista hasta los tuétanos, quien se vio “forzado a empuñar las armas” hasta no descansar de “ver libres a cinco naciones de América”.
Ahora bien, esa relación de amistad forjada en Francia e Italia, continúan los partidarios de la fábula, perduró pese a que nunca más se volvieron a ver. Tampoco la correspondencia cruzada entre ellos, donde estos autores ven lo que no existe, agrega nada sólido a la supuesta amistad. Para apuntalarla hasta se ha publicado el epistolario entre ambos, que es como sigue: cinco cartas de Humboldt a Bolívar, básicamente recomendando a diversas personalidades, y tan sólo dos del Libertador al gran amigo alemán. A decir verdad, no deja de ser escasa esta correspondencia, sobre todo si se toma en cuenta las abundantísimas cartas de ambos hombres con otras personalidades.
Lo que sí es del todo cierto de todo este asunto, es que el sabio alemán no captó las particularidades de la personalidad de Bolívar, a quien despachó sin más por considerarlo un “hombre pueril”, soñador y delirante. No fue ese el caso de Aimé Bonpland, más agudo que Humboldt sobre lo humano, como bien destacó de manera inequívoca el mismo viajero alemán, en un testimonio de genuina humildad ante la evidencia de los hechos de la gesta de Independencia:
‘Mi compañero Bonpland fué más sagaz que yo, pues, desde muy al principio, juzgó favorablemente a Bolívar, y aun le estimulaba delante de mi. Recuerdo que una mañana me escribió, diciéndome que Bolívar le había comunicado los proyectos que le animaban, respecto de la independencia de Venezuela, y que no sería extraño que los llevara a remate, pues tenía de su joven amigo la opinión más favorable. Me pareció entonces que Bonpland también deliraba. El delirante no era él sino yo que muy tarde vine a comprender mi error respecto del Grande hombre, cuyos hechos admiro, cuya amistad me fué honrosa, cuya gloria pertenece al mundo’ (Humboldt 1980, p.276).
6. La toponimia humboldtiana
De todas las formas de devoción que existen en Venezuela hacia Alexander von Humboldt, la toponimia es una de las más auténticas. Una de las expresiones más significativas sobre el particular son los picos nevados Humboldt (4.942 m) y Bonpland (4.833 m), que forman “La Corona”, en el Parque Sierra Nevada en Mérida. Entre los dos picos se encuentra situado el glaciar más grande de Venezuela. Ninguno de los dos viajeros estuvo alguna vez en los Andes venezolanos, pero ello no impide que los picos más altos del país después del pico Bolívar, lleven sus nombres. En el caso del pico Humboldt, fue Alfredo Jahn quien lo denominó de esa manera en 1911. Otra montaña, pero más baja, el Ávila en la ciudad de Caracas, ostenta en su cima a 2.105 metros de altura una famosa construcción, el Hotel Humboldt, construido a mediados de la década de 1950, obra del gran arquitecto venezolano Tomás Sanabria.
Otros topónimos son, en apariencia, menos espectaculares, pero tras ellos siempre está presente la admiración por el sabio alemán y la gran recepción que su persona y obra han disfrutado en Venezuela. Entre otros, la Asociación Cultura Humboldt, emblemática organización venezolana que ha publicado numerosas obras sobre alemanes en Venezuela y constituye una referencia académica de primera línea; el Colegio Humboldt; Instituto Politécnico Humboldt; Centro Organización Rescate Humboldt; Ciclo Diversificado Humboldt de Calabozo, Edo. Guárico; Impresos Humboldt Caracas; Centro de Investigaciones Alejandro de Humboldt, Dirección General de Postgrado, Universidad Santa María; Subestación Humboldt del sistema eléctrico de la zona metropolitana; Museo Humboldt, Parque Nacional El Guácharo, Edo Monagas; Editorial Humboldt, Caracas; Clínica Humboldt; Calle Humboldt en Colinas de Bello Monte y la Avenida Humboldt, en Bello Monte, ambas en Caracas.
7. Bibliografía citada
Araujo Paúl, José Jaime, "Reseña biográfica de Alejandro de Humboldt" en El Asombro. Viaje de Humboldt y Bonpland por Venezuela. Caracas: Galería de Arte Nacional, 1999, pp.18-27.
González Deluca, María Elena, "Humboldt y la nación americana en cierne" en José Ángel Rodríguez (Comp.), Alemanes en las regiones equinocciales. Caracas: Alfadil Ediciones, Comisión de Estudios de Postgrado, FHE-UCV, Alexander von Humboldt-Stiftung, 1999, pp. 58-87.
Humboldt, Alejandro de, Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente hecho en 1799, 1800, 1801, 1802, 1803, y 1804 por A. de Humboldt y A. Bonpland. Caracas: Dirección de Cultura del Ministerio de Educación Nacional 1941-1942, 5 ts.
Humboldt, Alejandro de, Cartas americanas. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1980.
Caulín, Antonio, Historia de la Nueva Andalucía. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia 1966, 2ts.
Cunill Grau, Pedro, Geografía del poblamiento venezolano en el siglo XIX. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, 1987, t. II.
Gilij Felipe Salvador, Ensayo de historia americana. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1965, 3ts.
Gumilla José, El Orinoco Ilustrado. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia 1963.
Lovera De-Sola, R. J., “Humboldt amigo del Libertador” en Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas: tomo LXXXII, n° 327, julio-agosto-septiembre de 1999.
Madariaga, Salvador de, Bolívar. México DF: Editorial Hermes, 1953, 2 ts.
Pérez, Francisco Javier, El lexicógrafo inadvertido: Alejandro de Humboldt y su exploración lingüística. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello-Konrad Adenauer Stiftung, 2005.
Rodríguez, José Ángel, “La geografía del poblamiento de la Venezuela hispánica” en GeoVenezuela 1. Caracas: Fundación Empresas Polar, 2007, pp. 212-253.
Rojas, Arístides, Humboldtianas. (Compilación de Eduardo Röhl y prólogo de Ángel M. Álamo). Buenos Aires-Caracas: Editorial Cecilio Acosta, 1942.
8. Bibliografía humboldtiana venezolana
El lector encontrará a continuación una lista bastante exhaustiva de la obra sobre Humboldt escrita y publicada en Venezuela, incluyendo las propias obras del gran viajero. Por razones de espacio, he eliminado los comentarios analíticos a cada obra.
a. Bibliografía indirecta
Acosta Saignes, Miguel, Alejandro de Humboldt (1769-1859). Caracas: Ediciones de la Fundación Mendoza, 1955.
Aguerrevere, Felipe, “Posiciones geográficas tomadas por Humboldt en Venezuela: errores geográficos en ‘el conocimiento de los tiempos’, respecto a lugares venezolanos leído en la sesión de 25 de enero de 1909 en el Colegio de Ingenieros". Caracas: Empresa El Cojo, 1909.
Alejandro de Humboldt: 1769-1859, Homenaje en el Bicentenario de su Nacimiento. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, 1969.
Alexander von Humboldt. El libre progreso de la inteligencia. Der freie Forstschritt der Intelligentz – Le libre Progrès de l’Intelligence – The free Progress of Intelligence (Prefacio de Rafael Caldera) Caracas: Asociación Cultural Humboldt, 1974.
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El Asombro. Viaje de Humboldt y Bonpland por Venezuela. Caracas: Galería de Arte Nacional, 1999.
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Bellard Pietri, Eugenio de, “Alejandro de Humboldt y sus primeros contactos con Venezuela en la Provincia de Nueva Andalucía” en Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas: tomo LXXXII, n° 328, octubre-noviembre de 1999, pp. 161-170.
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Letzte Aktualisierung: 13 November 2009 | Kraft
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