Gespiegelte Fassung der elektronischen Zeitschrift auf dem Publikationsserver der Universität Potsdam, Stand: 20. April 2010 |
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Teodoro Hampe Martínez
Pontificia Universidad Católica del PerúHumboldt y el mar peruano
Una exploración de su travesía de Lima a Guayaquil (1802/1803)3. Los gastos personales de Humboldt y sus acompañantes
Será interesante tocar aquí el punto de las finanzas, aunque sea de manera somera, dado el caso que Alexander von Humboldt sustentó de su propio peculio todos los gastos de su viaje por la América española y sajona, incluyendo la parte correspondiente a sus acompañantes y la posterior edición e impresión de sus trabajos científicos en París. Felizmente hemos ubicado las cuentas detalladas de aquella famosa expedición entre las libretas de apuntes de nuestro personaje. Haciendo un cálculo minimalista, decía el barón que los 33.500 escudos prusianos ―algo así como 28.960 pesos españoles― que destinó en total para fletes, instrumental de apoyo y libranzas diversas durante el viaje no disminuyeron su patrimonio en proporción tan grande como se podría suponer. Y esto porque durante los cinco años de su ausencia, el rico aristócrata había ganado en Berlín cerca de 18.000 escudos en rentas agrícolas y acciones financieras (SBB, Nachlass Humboldt, Diario de viaje V, fol. 106).
Desde su salida de La Coruña a bordo de la Pizarro hasta finales de febrero de 1802, cuando se hallaba de visita en Quito, Humboldt había gastado en su viaje americano la suma de 6.200 pesos. Hacía entonces cálculos de gastar cuando menos otra cantidad semejante hasta su regreso a Europa, previendo que las expensas en el espacio peruano fueran particularmente elevadas. Debemos tener en cuenta que unos cuantos años atrás, a la muerte de su madre, Elisabeth von Humboldt (née Collomb), ocurrida el 19 de noviembre de 1796, el funcionario de minas de Sajonia había heredado un patrimonio de 85.000 escudos, que se dedicaría a gastar sin prisa y sin pausa en beneficio de los conocimientos científicos de su tiempo.[1]
Claro está que nuestro personaje se quedó corto en aquellas estimaciones, por lo cual recibiría de buena gana la intervención de un tercer miembro de la expedición desde su estancia en la ciudad de Quito. Se trata del joven criollo don Carlos Montúfar y Larrea (1780-1816), hijo del segundo marqués de Selva Alegre, quien pertenecía a lo más rancio y mejor instruido de la aristocracia quiteña. Sobre los entronques familiares de este individuo, sus bienes patrimoniales y su decisiva participación en la lucha por la emancipación política de Quito, véase el artículo de Borchart de Moreno (2001) y un trabajo anterior mío (Hampe Martínez, 2002b). El hecho cierto es que el marqués de Selva Alegre, don Juan Pío Montúfar, entregó primero un adelanto de 2.000 pesos para cubrir los gastos del viaje de su hijo hasta Europa, y después, mientras la expedición permanecía en Guayaquil, facilitó a Humboldt un préstamo de 2.000 pesos contantes y sonantes. Esta deuda sería redimida oportunamente, el 10 de marzo de 1805, hallándose el barón de regreso en París (SBB, Nachlass Humboldt, Diario de viaje V, fols. 101-102).
Estando ya de vuelta en el continente europeo, Humboldt se convirtió en acreedor de otro personaje importante de estas tierras ecuatoriales: el prócer don Vicente Rocafuerte y Bejarano (1783-1847), oriundo de Guayaquil, a quien le entregó en 1805 ochocientos escudos prusianos. ¿Cuál era la relación que ligaba a ambos individuos? No lo sabemos con certeza, pero existe constancia de que Humboldt siguió apoyando a Rocafuerte —al menos moralmente— por muchos años más y mantuvo correspondencia con él mientras luchaba por consolidar la independencia política de la Gran Colombia, en los años veinte del siglo XIX (cf. Hampe Martínez, 2002a: 183).
En las libretas manuscritas de la Biblioteca Estatal de Berlín encontramos también el detalle menudo de los gastos realizados por la expedición humboldtiana en lo que fuera el territorio de los incas. Así podemos afirmar que se libraron 500 pesos por el uso de diez mulas para el transporte de los viajeros y de sus objetos científicos y personales en el trayecto de Quito hasta Lima, pasando por las comarcas andinas de Riobamba, Cuenca, Loja, Piura, Jaén y Cajamarca y por el litoral peruano a partir de Trujillo. En ese mismo desplazamiento, de cuatro meses y medio, se gastaron 300 pesos para el mantenimiento de los expedicionarios. Y sabemos que durante su estancia de 62 días en la capital del virreinato del Perú gastaron Humboldt, Bonpland y Montúfar la suma de 1.000 pesos, proveniente de los fondos que tan generosamente manejaba el jefe de la expedición.
No hay dudas respecto a esta última cantidad, que podría parecer a primera vista exagerada, ya que se registran puntualmente dos retiros de quinientos pesos cada uno, fechados en Lima el 16 de noviembre y el 2 de diciembre de 1802 (SBB, Nachlass Humboldt, Diario de viaje II u. VI, fol. 105). Así quedaría bien cubierto el alojamiento, la alimentación y el fino vestuario de los viajeros en la exigente corte virreinal. Sabemos que Humboldt, quien por entonces contaba 33 años de edad, tomó alojamiento en Lima junto al convento de San Juan de Dios (lo que vendría a ser la Plaza San Martín de la actualidad), y que durante los dos meses de su visita frecuentó al virrey, Gabriel de Avilés y del Fierro, al regente de la Audiencia, Manuel Antonio de Arredondo, y a otras connotadas figuras de la burocracia limeña. Asimismo, adquirió y consultó una serie de crónicas y textos relativos a la historia peruana y se ocupó de recabar informaciones sobre geografía, cartografía, botánica, minería y otros dominios de las ciencias naturales (cf. Núñez y Petersen, 1971: 16-17; Riva- Agüero, 1971: 134-135).
Para la navegación del Pacífico sur a bordo de la corbeta real Castor se entregó al teniente de fragata José de Moraleda y Montero, un gran experto en estos mares, la suma de 160 pesos, que debía cubrir tres pasajes hasta el puerto de Guayaquil. En este lugar, donde la visita de los expedicionarios se prolongó del 4 de enero al 17 de febrero de 1803, continuó desde luego su holgado ritmo de vida: los documentos originales revelan que hicieron aquí un gasto de 600 pesos (SBB, Nachlass Humboldt, Diario de viaje II u. VI, fols. 102, 105). Permanecieron en Guayaquil durante seis semanas, pues, tomando alojamiento en casa de don Camilo Montes, administrador de la Aduana local, mientras aguardaban una embarcación para realizar su travesía hasta el virreinato de la Nueva España. Todavía se dieron tiempo los viajeros para efectuar algunas inspecciones por la cuenca del río Guayas o Babahoyo, llegando a oír la ruidosa erupción del volcán Cotopaxi.[2]
[1] Tomamos estos datos del «Balance patrimonial para todo el viaje, incluyendo los gastos para la relación editada», que es uno de los testimonios más personales e interesantes dentro del legado de Humboldt (SBB, Nachlass Humboldt, Diario de viaje V, fols. 100-102 y 106-109R). También hay noticias de valor en el Diario de viaje II u. VI, fols. 102-105R (estimaciones de costos del viaje y listas de direcciones) y fols. 217, 218 (costos del viaje en España y el Perú).
[2] Cf. Faak, 1986-1990, I: 287-292, y Vegas Vélez, 1991: 85. Desgraciadamente, no me ha sido posible consultar el trabajo editado por Neptalí Zúñiga, Diario inédito del viaje de Humboldt por la provincia de Guayaquil (1983).
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