Gespiegelte Fassung der elektronischen Zeitschrift auf dem Publikationsserver der Universität Potsdam, Stand: 20. April 2010
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Teodoro Hampe Martínez
Pontificia Universidad Católica del Perú

Humboldt y el mar peruano
Una exploración de su travesía de Lima a Guayaquil (1802/1803) [1]

1. Los diarios del viaje americano de Humboldt

El viaje a las regiones tropicales y equinocciales del Nuevo Mundo llevado a cabo por Alexander von Humboldt y su amigo, el médico y botánico francés Aimé Bonpland, ha sido interpretado como la última y más lograda manifestación de las ansias de descubrimiento científico de los europeos del siglo XVIII (cf. Hampe Martínez, 2000: 191-192). Humanista de actitud tolerante y ecléctica, explorador de lejanas tierras americanas y asiáticas, amante del detalle y escritor infatigable, Humboldt dejó una obra de más de sesenta volúmenes. Sin embargo, no le alcanzaron el tiempo o las ganas para componer un tratado particular sobre su expedición por las vertientes andinas de Nueva Granada, Quito y Perú, dejándonos así sin huellas tan luminosas de su tránsito como en otras partes del Nuevo Mundo (ya sea Venezuela, Cuba o México).

Noticias dispersas acerca del paisaje, la flora, la fauna y la gente de los territorios andinos aparecen en publicaciones suyas como los Cuadros de la naturaleza (1808), las Vistas de las cordilleras (1810-1813) y en los cinco volúmenes del Cosmos (1845-1862), o ensayo de una descripción física del mundo. Para el caso particular de su navegación por el Mar del Sur, que aquí exploramos, interesa sobre todo su diario manuscrito que contiene las impresiones directas de su recorrido y sus anécdotas personales. Este diario, conservado hoy en Schloss Tegel con la familia von Heinz, descendientes de Guillermo de Humboldt, es una fuente elaborada «no de manera sistemática, sino con un cierto desorden propio del que no quiere dejar pasar ninguna experiencia o sensación, siguiendo el curso de lo que [va] viviendo día a día», conforme ha observado acertadamente Eduardo Orrego Acuña (1997: 75).

¿Qué aspecto tienen esos reportes del viaje americano transmitidos a nosotros y cuáles son su estructura y contenido particulares? En este punto, se hace necesario consultar a la mayor especialista en la materia, la doctora Margot Faak, investigadora de la Academia de Ciencias de Berlín, quien señala que no es fácil destacar categorías determinadas y separarlas con precisión. Lo mismo se podrá decir más tarde de la descripción impresa de Humboldt, la Relación histórica del viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente (cf. Faak, 2003: 130-131). Fue intención declarada de nuestro personaje hacerse siempre cargo de la naturaleza completa, presentar el obrar de un elemento sobre el otro, con todas sus fuerzas. Su objetivo esencial fue profundizar la investigación en las ciencias físicas; él quería comparar la naturaleza de dos continentes —América y Europa— para convencerse de que ella seguía en todas partes las mismas leyes. Por este motivo se preocupó de adquirir y aprender el uso perfecto de modernísimos instrumentos para verificar localizaciones astronómico-geográficas, medir las alturas por barómetro y trigonométricamente, definir la temperatura y hacer análisis del aire y del agua.[2]

Al principio de aquella famosa expedición, iniciada con la leva del puerto de La Coruña en la fragata Pizarro, el 5 de junio de 1799, la división del trabajo estaba bien organizada. Humboldt se encargaría de realizar el cálculo de las longitudes y el estudio de los minerales, Bonpland tomaría a su cargo la observación de la flora y la fauna. El prusiano sería el redactor, su compañero haría las veces de dibujante (véase Botting, 1981: 184; Löschner, 1988: 9-13). Bajo estas premisas se realizará, pues, un viaje altamente productivo en diversos ámbitos, porque a la investigación naturalista se sumará el testimonio sociológico de unos hombres ilustrados en los albores de la independencia de la América española: nada despreciable valor revistió el encuentro de Humboldt con pueblos foráneos, su estructura social, su manejo político, su economía, sus relaciones comerciales, sus costumbres, su historia... El viajero alemán se preparó en este campo a través de diversas lecturas, tal como se puede observar en el impresionante catálogo de su biblioteca particular ―compuesto de más de once mil entradas― que elaboró el anticuario norteamericano Henry Stevens pocos años después de su muerte (Stevens, 1863).

Así es que los expedicionarios no quedaron al margen de la problemática político-ideológica extendida en todo el hemisferio americano, que entonces se debatía en reclamos contra el «pacto colonial» y en agitaciones sobre el derecho de los criollos a gobernar su patria. Ya sea en Caracas o La Habana, Bogotá o México, Quito o Lima, Humboldt —que venía premunido de un salvoconducto especial del rey Carlos IV— se relacionó sobre todo con los representantes oficiales de la metrópoli y con elementos de la élite criolla, gente poseedora del control administrativo, económico y social de estas tierras. Pero no dejó de considerar con simpatía a la mayoritaria población indígena, lamentando su carácter esencialmente pasivo, y no ignoró tampoco la oprimida situación de los esclavos negros oriundos del África (cf. Lynch, 1986: 7-24; Tulard, 1990: 19-21).

Con estas explicaciones llegamos a la parte quizá esencial de los diarios preservados en Berlín: la propia descripción o narración del viaje por tierras americanas. Una estimación de la longitud de estas narraciones demuestra, sin embargo, que ellas no llegan a formar siquiera un tercio de la envergadura total de los así llamados «diarios». Se trata de aproximadamente 1.030 páginas sobre un total de 3.600 páginas, que se hallan repartidas en nueve volúmenes encuadernados, de diferentes colores y tamaños (Faak, 2003: 132-133).[3] Es importante saber que aquellos volúmenes no contienen sólo el registro de mediciones científicas, entrevistas personales y paisajes; los apuntes manuscritos de Humboldt valen también por sus notas más o menos espontáneas, sus relatos de experimentos y sus breves disertaciones, que alcanzan muchas veces la calidad de tratados eruditos.



[1]  Agradezco a la Fundación Alexander von Humboldt, de Bonn, y al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología del Perú por haberme facilitado los medios para realizar una estancia de investigación de tres meses (mayo, junio y julio de 2003) en archivos y bibliotecas de la ciudad de Berlín, particularmente con los manuscritos originales de Humboldt. 

[2] Me ha tocado corregir la redacción definitiva del magnífico ensayo de Margot Faak, «Estructura y contenido de los diarios americanos de Alexander von Humboldt» (2003), al cual remito para mejor entendimiento de todas estas consideraciones. Véase también de dicha autora (Faak, 2002) su utilísimo inventario de las partes éditas e inéditas de los diarios de viaje de Humboldt. 

[3] Cualquier estimación de tal naturaleza no estará exenta de imprecisión. Las hojas tienen dimensiones diferentes según el tamaño, que es de 4º, 8º ó 12º, y además están escritas de diferentes maneras, más o menos densas, en letras que varían entre sí.

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Letzte Aktualisierung: 30 November 2007 | Kraft
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